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ALDO LINARES

Productor musical, escritor e investigador

–En los últimos años te has convertido, quizá a tu pesar, en uno de los rostros más conocidos, y que más logra asombrar, de la televisión por tu especial sensibilidad para captar ese otro lado de la realidad. ¿Cuándo y cómo descubriste tu “don”?

Si me lo permites, prefiero denominarlo de otra manera, más bien como un estado psicobiológico que conecta con algo mayor, con algo mágico en el sentido más profundo. Pero no lo considero un don, que siento que es algo distinto. Creo que lo descubrí a los seis o siete años, aunque de forma muy instintiva y primitiva. Fue a raíz de una serie de pequeñas experiencias que, de algún modo y de manera algo inconsciente, me fueron alertando de que era partícipe de cosas que no eran comunes. Observar a alguien en la habitación de mi madre, sueños que, años después, corroborarían a través de terceras personas ajenas a mi realidad lo ocurrido en tal estado, experiencias en el colegio entre esa realidad y esta, etc… Fueron pequeñas pistas que me sirvieron para descubrir que algo pasaba.

¿Necesitaste hacer algo para sobrellevarlo, para dominar o tener cierto control sobre lo que percibías o la manera de hacerlo?

No, creo que las cosas fueron mucho más directas de lo que parece. Fui aprendiendo en base a aciertos y errores, con hallazgos y meteduras de pata. El aprender a convivir con esta faceta vino marcado por mi curiosidad por saber qué me ocurría y por mi temor a ciertas cosas, tales como a que me estuviese volviendo loco, o que me estuviese pasando algo relacionado con una enfermedad psiquiátrica. Esos aciertos y errores y esa curiosidad y búsqueda se fueron convirtiendo en una especie de disciplina y sentido común, que siento que son absolutamente claves para mí. Creo que lo único que necesito hacer es centrarme en lo que hago desde una introspección muy natural, ubicarme bien, estando atento en el momento que corresponde y teniendo claro que esto es una parte y no un todo de lo que soy, y que es una herramienta que ha de estar en buenas condiciones.

–Tu presencia en Cuarto Milenio, y las inusuales habilidades de la que has dado muestra, puede llevar a encasillarte como “médium”, un término con demasiado estigma que se nos antoja injusto, y quizá impreciso. ¿Cómo te defines?

Me defino como Aldo Linares tratando de saber quién es Aldo Linares. La palabra médium es un término que me parece atractivo en un contexto literario pero que, hoy, es como un caramelo envenenado que parece gustar a mucha gente que tiene diversos intereses que prefiero mantener lejos. Me defino como un buscador.

–¿Ha cambiado el “fenómeno” Cuarto Milenio a Aldo Linares?

Creo que me ha permitido tener acceso, a través de los viajes de investigación, a lugares a los que es complicado acceder en soledad y a vivir momentos muy especiales y con un equipo al que aprecio mucho. Pero no me ha cambiado porque no habría nada qué cambiar. Soy lo que hay y prefiero tener los pies en la tierra y seguir mi camino con sentido común y deseo de seguir aprendiendo.

–Aunque convives con tu “habilidad” desde hace tiempo, imagino que hay una parte de ti que también se asombra cuando conectas con información, cuando ves cosas, que desconoces y luego se verifican.

Este es uno de los puntos que, muchas veces, me da qué pensar con cierta profundidad porque me permite observarme desde un punto de vista ajeno, un punto de vista en el que vuelven a surgirme las mismas preguntas que me acompañan desde la infancia y que se han ido actualizando según he ido cumpliendo años. Más que asombrarme, lo que me pasa es que no dejo de sentir una gran curiosidad por este tipo de percepción.

–Formas parte del Grupo Hepta, una referencia en España en la investigación seria y multidisciplinar de los fenómenos paranormales, ¿qué valoración haces del grupo y de tu presencia en el mismo?

Por el grupo siento un afecto muy profundo. Y es un honor ser parte de él. He aprendido mucho y sigo aprendiendo de cuánto vivimos, no solo dentro de la investigación y sus áreas, sino también en el sentido grupal y personal, en ese plano humano en el que surgen muchas cosas que hablan de valores, coherencia y respeto. Soy muy afortunado de poder vivir tantas cosas tan especiales con el Grupo. Respecto a mi presencia en él, solo puedo decir que me ha servido bastante para comprender mejor el valor de la disciplina y la perspectiva dentro de un universo que, estando poblado muchísimas veces de extravagancias y de malas interpretaciones, merece una observación y un enfoque de investigación que sirva para aprender. En este sentido, soy también muy afortunado de disfrutar de las ventajas de formar parte de un equipo multidisciplinar en el que aprendo de los puntos de vista y conocimientos de mis compañeros.

–Además de una charla sobre los mejores casos que has vivido en Cuarto Milenio, ¿también impartirás por primera vez un taller para conectar con nuestra propia “sensitividad”, ¿Es algo que está al alcance de cualquiera?

Esto es algo que, si me lo permites, quiero enfatizar. No tiene nada que ver con ofrecer un curso de mediumnidad express, ni nada por el estilo. Se trata, más bien, de apelar a la importancia de la sensibilidad como elemento esencial de comunicación con la realidad, de captación, interpretación y transformación de esta, reconociendo el valor que nos aportan elementos tales como el pensamiento, la creatividad, la ciencia, el arte, etc. Creo que esto es lo mejor que puedo aportar desde mi propia experiencia. Siento que, como digo muchas veces, lo relacionado con la sensitividad se puede reflejar en el ejemplo de que todos tenemos una radio. Algunas personas la encienden y dan en el dial exacto, otras la encienden y la cuidan. Otras, dan en puntos donde hay interferencia. Algunas, la encienden de vez en cuando, otras tienen interferencias constantes y otras, directamente, no encienden la radio. Todos tenemos una determinada sensibilidad de percepción, todos tenemos una semilla que, en algunos casos, se puede potenciar, pero hay que ser cautos porque esto no es un pasatiempo. De hecho, hay personas que, por su situación psico-emocional, quizás no deban meterse en camisas de once varas y, más bien, deban centrarse en su equilibrio más inmediato. Creo que es necesario decir esto porque no me parece justo alentar a construir la casa por el tejado.

–¿Qué puede aprender la gente con inquietudes en un taller como este? Quiero pensar que a acercarse más a su propia sensibilidad y al contacto con lo más sutil que guarda en su interior. En realidad, este encuentro va a servir para compartir desde una búsqueda, más o menos común, la estimulante posibilidad de abrir los ojos para ver con un sentido de situación vivo y estimulante y de una forma cercana y personal. Pero, repito, no se tratará de ofrecer un manual para ser médiums, sensitivos, canalizadores, elegidos, parapsicólogos, maestros, resonadores y demás palabras que, considero, no proceden y que suelen englobar sinsentidos. Porque esto es algo serio y no pretendo ofrecer humo. Esto es algo que, por respeto a lo que supone quienes asistan y a la propia percepción, quiero dejar claro.

–Solemos interrogarnos más sobre el otro lado, el más allá, incluso explorarlo, cuando la muerte nos toca de cerca…hay quienes dicen que las experiencias de presunto contacto son ilusiones terapéuticas…¿qué opinas?

Opino que no se puede obligar a nadie a decantarse por un lado u otro. Sinceramente, pienso que todo esto es una cuestión de sentir, más que de creer. Creer hace que se activen varios procesos que no siempre son un buen cimiento. Pero sentir es algo más integral, que también exige solidez. Dicho esto, considero que nuestra percepción no es únicamente el resultado de un resumen de nuestros sentidos y de cómo los usamos bajo los parámetros de lo que aprendemos cada día. Pienso que, cuando se habla de la muerte, usualmente se hace desde un prisma algo sesgado. Porque no se nos prepara para hablar de ella, ni ante su llegada. Se alimenta un tabú que, muchas veces, busca evitar preguntas importantes que pueden simbolizar posturas y actitudes aún más importantes. A lo mejor, nuestra interrogante sobre el más allá debe partir de una proximidad más cotidiana con el más acá. Cada experiencia es única, aunque se puedan aplicar ciertos patrones comunes a nuestra condición humana y evidentemente hay una amplia paleta de posibilidades para contemplar todos estos procesos. Pero, quizás sea bueno no perder de vista que la experiencia personal, en su condición e intensidad, es todo un universo en el que late la intransferible condición de una vida llena de sentimientos, pensamientos y acciones que guardan el sello inimitable de cada ser. Quizás, en lugar de pensar tanto en los espíritus que están en ese posible más allá, sea oportuno empezar a pensar en los espíritus, conciencias, almas, o como queráis llamarlo, que somos cada uno de nosotros.

José Gregorio González

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