COMPARTE:

A los extraterrestres, sin tener confirmación de su existencia, los hemos imaginado de mil maneras distintas. Los mitos antiguos reinterpretados por los partidarios de los paleoastronautas, les ven con atributos de pez, acuáticos, mientras que aquellos que interpretan la Biblia en clave ufológica, los contemplan como angelicales. Quizá, en la línea del universo de Magonia popularizado por Jacques Vallee, el fenómeno humanoide se adapta al contexto, contenido y creencias del momento y lugar, de manera que ayer fueron demonios alados y seres féricos, hoy visitantes de otros mundos o crononautas,  y mañana, tal vez, masas gelatinosas. Así al menos lo contempla la ciencia, la exobiología. El escenario más plausible que manejan es microscópico, bacterias o mohos, pero en el caso de haber avanzado a formas más complejas, ¿nos encontrariamos un espectro de formas tan diverso como el que contemplamos en La Guerra de las Galaxias? ¿Tendrán alguna oportunidad los esbeltos alienígenas adamskianos? ¿Los nórdicos de Ummo? ¿Los insectoides o enanos cabezones de las abducciones y visitantes de dormitorio de las últimas décadas?

En un reciente artículo que hemos visto en LIVE SCIENCE se planteaba que conforme a las condiciones ambientales, gravedad y recursos disponibles, podrán ser masas flotantes en la atmósfera, ser densos y compactos como elefantes, o vivir en cavernas, asomando apenas una parte a la superficie como hongos. Algunos podrían brillar en rojo, azul o verde como mecanismo de defensa ante niveles muy altos de radiación ultravioleta. Podrían adoptar formas diversas y ser muy lentos en el caso de que su mundo sea muy frío.

La casuística ufológica, como la recogida durante décadas con mucho entusiasmo y rigor por investigadores como Albert S Rosales nos brindan un escenario de lo más variopinto. Miles de casos muestran miles de variantes, aunque se puedan establecer ciertas categorías que comparten algunos rasgos. El tiempo dirá.

COMPARTE: