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Reproducimos un artículo del archivo de nuestro compañero Luis Javier Velasco Quintana sobre la Isla de San Borondón, posiblemente el misterio-leyenda de Canarias más potente y permanente en el tiempo. A este asunto, Velasco le ha dedicado durante años un extraordinario trabajo. Comparte con nosotros algunas de sus impresiones.

SAN BORONDÓN, LA ISLA FANTASMA DE LOS ANHELOS HUMANOS

Para el que aún no conozca sobre esta mítica isla fantasma de la iconografía canaria, y dado que lo que se publica en Internet alcanza hoy día a todo el planeta, voy solamente a esbozar de forma muy resumida qué es San Borondón: se trata de una supuesta isla que se suele aparecer los días claros al oeste del Archipiélago Canario, allá donde sólo hay océano al poniente. Aunque en la actualidad muchos desconocen esta leyenda, me gustaría exponer al lector que, desde hace muchos siglos se viene observando este insólito fenómeno. En siglos pasados han habido varias investigaciones oficiales y no pocas expediciones en su búsqueda, figurado en tratados imperiales, en medio centenar de mapas antiguos, etc. Incluso en el Siglo XX se la ha llegado supuestamente a fotografiar, publicándose la noticia y la instantánea en el ABC de Madrid del 10 de agosto de 1958. Sea como fuere, es un tema demasiado extenso para este espacio que compartimos, e invito a los interesados a que busquen información en las redes, y sobretodo en la completísima bibliografía que sobre el particular consta. Efectivamente, para ser una isla inexistente en nuestra realidad, sí que tiene paradójicamente muchos libros y mapas publicados en donde figura, y su repercusión fue de alcance internacional en siglos pasados.

Comencé con este tema en 1998 y en todo este tiempo he tenido la oportunidad de leer mucho, y sobretodo, reflexionar sobre nuestra esquiva isla errante. Llleva veinte años residiendo en mi mente, en mi memoria, con lo cual, y si me lo permiten, voy a exponer una serie de reflexiones que espero sean de su agrado, confiando en que las compartan conmigo:

Vayamos por partes. La propia naturaleza del hombre le hace correr desesperado e incansablemente hacia lo que cree que es la Felicidad, y por supuesto, huir del sufrimiento, al tomar conciencia de que la Realidad que le rodea es todo menos perfecta; luego surge un lógico desencanto, viendo su mundo original como un territorio estéril para la verdadera Felicidad. Consecuentemente, ese anhelo infinito ha quedado impreso en nuestro sentir y proyectado –entre otros– en una multitud de islas mágicas que, trasmitidas por mitos y leyendas en el pasado, fueron llegando al colectivo según la navegación avanzaba en la época de los descubrimientos, con nuevas tierras poblada de bienes, frutos, climas benignos y toda clase de bendiciones. Es decir, queramos o no el Ser Humano necesita una Tierra de Promisión, un Paraíso, una Arcadia soñada, etc.

De hecho, durante la Edad Media, se dio un curioso fenómeno en la Europa atlántica, en donde un buen número de monjes y religiosos se lanzaron al oscuro océano, para evangelizar a cuantos nativos encontrasen en las distintas islas que perlaban el mar incógnito, incluso se denominó como Mag Mell este movimiento evangelizador casi épico. Teniendo como ejemplo más famoso a San Brendán abad, cuyas peripecias se aglutinan en un códice del Siglo VIII en el Vaticano: el Navigatio Sancti Brendani Abbatis; según se relata, alcanzó finalmente el Paraíso de los Bienaventurados tras un largo periplo oceánico, siendo un auténtico best seller de la época.

Como podría esperarse, en siglos pasados hubo un momento dado en el que se aglutinó en una misma cosa varios ingredientes, totalmente diferentes entre sí, pero que casaban perfectamente: Una isla fantasma que aparece ocasionalmente en donde confluyen muchas cuestiones humanas, como son: los aspectos religiosos, si sus apariciones son por provisión divina, o diabólica tal vez, o como lugar de promisión, Paraíso de los Bienaventurados, reservorio natural humano (en donde aún quedarían antiguos canarios prehispánicos, viviendo aislados y a su modo tradicional; o la mítica isla de las Siete Ciudades que fueron fundadas por sendos obispos y sus feligreses, que huyeron de la conquista islámica de la Península Ibérica); añadimos también la propia leyenda de San Brendán que alcanzó el Paraíso y por supuesto, ese Anhelo Humano por encontrar una Tierra de Promisión donde hallar refugio del mundo hostil en el que vive. La Isla de San Borondón pasaría a ser un punto de encuentro donde confluye lo anteriormente expuesto, aunque todos estos distintos factores podrían ser perfectamente independientes entre sí, aunque parecen tener encaje todos ellos en un mismo concepto. No en vano en el siglo XVII hubo una monja clarisa con mucha fama de santidad: Cathalina de San Matheo, que vivió en Las Palmas, a la cual se le confirió de forma popular la facultad de desplazase físicamente a San Borondón para evangelizar a los guanches que allí vivían, y que quedó recogido de modo anecdótico por Joseph Viera y Clavijo en forma de poema en Los Vasconautas y en su obra: Historia de Canarias. Esto nos puede dar una idea del intenso arrastre que tuvo esta inaccesible isla en nuestra sociedad en tiempos pasados.

En conclusión, la Humanidad evoluciona pero los anhelos siempre han estado ahí y nos guían como una especie de Estrella Polar, un Norte tal vez, en donde poder vivir feliz y en paz (me viene a la mente la epopeya de Moisés y el Pueblo Judío), situándose en el pasado en un lugar fuera de nuestro alcance más inmediato, posteriormente en los océanos desconocidos. San Borondón tal vez exista en otro plano de realidad, o tal vez no, ¿quién sabe?, eso lo desconozco aún; pero me interesa más la impronta que deja en la mente humana que lo observa o tiene noticia de este asunto. Es muy probable que haya un divorcio genuino entre lo que es la realidad de este mito en sí, y lo que la mente humana le confiere con sus propios valores; es decir, que poco o nada tengan que ver. En la antigüedad se consideraba el Paraíso como un lugar donde la comida, el confort y belleza estaban garantizados, ya que la vida en aquella época era realmente dura. Sin embargo, en la sociedad actual la visión del Paraíso cambia drásticamente: casi todos tenemos una vida más o menos cómoda, no nos enfrentamos a grandes peligros, tenemos alimentos, ropa, vivienda y nuestra sociedad se ha vuelto más hedonista: nuestro paraíso sería el glamour, los lujos, los teléfonos móviles, los coches, las casas caras. Cambian los condicionantes externos y consecuentemente cambian los anhelos internos.

La Isla San Borondón sigue siendo un misterio genuino, puesto que desconocemos a día de hoy lo que es, y mucho me temo que se va a resistir a ser descubierta, tal y como si una Inteligencia ajena a nosotros nos pusiera estos señuelos delante por algún desconocido motivo. Creo que el Ser Humano necesita en ocasiones proyectar ese lugar de promisión, aunque cambien los tiempos, necesitamos un sitio a donde llegar, donde poder descansar nuestras ilusiones, anhelos, expectativas y esperanzas, dado que el mundo no es perfecto; así que, necesitamos crearnos otra realidad alternativa para sobrellevar la existencia, cosa que la mentada isla cumple perfectamente.

Si San Borondón no existiese tal vez necesitaríamos crear otra isla inaccesible, que no se viese contaminada por la realidad. Aunque en los tiempos actuales especulo que, en vez de una isla fantasma podríamos poner nuestros ojos en un planeta por descubrir que cumpla con estas expectativas, puesto que el espacio exterior es nuestra última frontera, razón por la cual, nuestra curiosidad nos hará rebuscar y soñar, olvidando, como ya es costumbre, que nuestra última frontera está en nuestra propia Mente. ¿Existirá en el futuro un planeta llamado San Borondón?

Luis Javier Velasco Quintana

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