La Navidad tiene sus luces y sombras, y dentro de un marco de normalidad, afloran la tristeza por la ausencia de quienes no están, la soledad no buscada se hace más evidente, y la frustración por querer y no poder, en un escenario de consumismo desbocado, nos puede minar seriamente el ánimo. Sin embargo, la Navidad y sus fiestas también ha sido escenario de la crónica negra, de las manifestaciones más perturbadoras y oscuras del ser humano, que no se toman un respiro por mucho confeti y villancico que reine en el ambiente. Invitamos al lector a echar una distraída ojeada a algunos episodios que oscilan de lo legendario y a lo cruel y dantesco, con hechos que a veces, el tiempo y la distancia, han dejado en pintorescos momentos.
Un demonio blanqueado.
Comencemos por la leyenda, y por un personaje, el Krampus, que definitivamente hemos blanqueado. Estamos ante una figura inquietante, con elementos propios de la iconografía demoniaca que siempre puede admitir interpretaciones, como sus cuernos grandes, el espeso oscuro que lo cubre, sus pezuñas y garras, la repelente lengua bífida que exhibe…A menudo lleva cadenas y una vara con la que azota. Tiene un aire con los faunos y sátiros clásicos, y sí, también con nuestros carneros herreños, lo que afloran por carnavales en Frontera. Hoy al krampus, en nuestra cultura cristiana, lo leemos como contrapunto a San Nicolás, a Santa Klaus. El barbudo bonachón entrega regalos a quienes se han portado bien, mientras que nuestra cabra-demonio amonesta a los que no lo han hecho. Esta figura ha sido muy suavizada con fines totalmente comerciales, pero en origen es parte de la mitología invernal precristiana de los Alpes y el noroeste de Europa. Su comportamiento es castigador, inquietante, especialmente para la infancia: azota y secuestra a las niñas y niños, y haciendo uso de un saco o una cesta, se los llevaba al inframundo. Su fiesta se celebra en los primeros días de diciembre, como anticipo del solsticio de invierno.
El Motín del Ponche.
Prosigamos con una historia de baja intensidad, la de una monumental borrachera navideña colectiva ocurrida en la noche del 25 al 26 de diciembre de 1826. Ocurrió en la mítica academia militar de West Point, en el estado de Nueva York. Por aquellos años beber alcohol estaba prohibido, pero el centenar de cadetes que anidaban allí no estaban por la labor de pasar las navidades sin un buen tanganazo. Fue así como clandestinamente se introdujo en la academia gran cantidades whisky, que se mezclarían con un inofensivo ponche. La borrachera fue de tal nivel que terminó implicando en una batalla campal contra los oficiales a unos setenta cadetes, de los que una veintena terminaron siendo juzgados y reprendidos severamente. Los destrozos fueron incalculables. Uno de aquellos jóvenes, de los menos intensos, terminó siendo presidente, Jefferson Davis.
El robo de la Estrella Sisi.
Es inevitable que la coreografía de ciertos delitos nos fascine. Los de guante blanco lo hacen, especialmente si son ingeniosos o provocadores. El vivido recientemente en el Louvre, algo tosco en las formas, nos asombra por su explicites. En la navidad de 1998 ocurrió otro digno de película, en el marco de una exposición en el Castillo de Schönbrunn, en la que se exhibían joyas de la emperatriz Elizabeth de Austria, Sisi, la célebre esposa de Francisco José I, emperador de Austria-Hungría. Nunca se supo del todo como el ladrón, el canadiense Gerald Blanchard, logró, intercambiar sin ser detectado una de las estrellas de diamantes de Sisi, por una réplica comprada en un bazar cercano. La falsa estuvo expuesta durante semanas. En 2007 dieron con Blanchard por otro robo, revelándose que era experto en seguridad y que guardaba la estrella en casa de su abuela.
Un Sith contra Isabel II.
Antes de pasar a lo más duro de esta crónica, echemos una ojeada a otro pintoresco episodio navideño, que por fortuna no acabó en tragedia. Ocurrió el 25 de diciembre de 2021 en el Castillo de Windsor, donde andaba la reina Isabel II con su familia. Furtivamente, con una escala de hilo, Jaswant Singh Chail, de 21 años, se coló en las instalaciones y estuvo andurriando nada menos que dos horas. Las caras del equipo de seguridad debieron de conformar un poema: frente a ellos, un tipo con unos ropajes extraños, una máscara de apariencia metálica y una ballesta. Estaban ante un Sith, concretamente ante Darth Chailus, uno de esos personajes oscuros del universo Star Wars. El muchacho dijo buscar venganza por la muerte de un familiar en el IRA, queriendo matar a la reina animado por lo que una IA le había dicho. Cumplirá nueve años en prisión.
Cinco niños volatilizados.
La cosa se complica a partir de ahora. El caso de la desaparición inexplicable de los niños Sodder, en la nochebuena de 1945, en Virginia Occidental, EEUU, continúa siendo un misterio ochenta años después. En el marco de un incendio en la vivienda familiar, aquel 24 de diciembre se inició un trágico enigma. Alertados por los vecinos, los padres y tres de sus hijos logran salir de la casa, mientras que cinco de ellos parecen haber quedado atrapados en aquel infierno de juego. Sin embargo, nadie encuentra el menor resto de ellos, nada. Literalmente se evaporizaron. Los peritos confirmaron que el teléfono estaba cortado y una escalera, que habría servido de evacuación, desplazada de su lugar. No parecía accidental. Nunca se les encontró. El cabeza de familia, George Sodder, defendería durante años que habían sido secuestrados, como represaría por sus críticas abiertas a la mafia italiana y a Mussolini. El misterio continúa.
El robo y linchamiento de Papa Nöel.
Este episodio forma parte de los crímenes más míticos de EE.UU. Aconteció el 23 de diciembre 1927, en Cisco, Texas, cuando Marshall Ratliff, disfrazado de Papá Noel, asaltó de forma muy violenta el First National Bank. Acompañado de tres cómplices, todo lo que podía salir mal, salió peor. Disfrazado, Ratliff iba por la calle saludando a los niños, antes de asaltar el banco y llevarse dinero y bonos. Fue un caos. En la época se asaltaban en Texas hasta tres bancos al día, de manera que había recompensas…y armas, muchas armas en manos de los ciudadanos. El asalto se complicó desde dentro, generándose un fuego cruzado que acompañó todo el episodio, incluyendo la fuga con rehenes y la detención. Ladrones, guardias de seguridad, policía y ciudadanos, soltando tiros, con varias víctimas mortales. Ya en la cárcel Ratliff se declararía demente, intentando darse a la fuga. La población, alarmada, crispada y cansada ante lo que consideraban una falta de determinación de las autoridades, terminó asaltando la cárcel. Lo apresaron, ataron, arrastraron y colgaron, casi como un dantesco adorno navideño, de un poste de teléfono.
El Santa Klaus asesino de Covina.
Ocurrió el 24 de diciembre de 2008, en Covina, Los Ángeles. Bruce Pardo, un ingeniero aeroespacial de 45 años, acabó con la vida de nueve personas con disparos y un lanzallamas casero. Al parecer, todo fue producto de una venganza amorosa ante un divorcio muy mal llevado. Pardo irrumpió en la casa de sus exsuegros disfrazado de Santa Claus, desatando el caos. Evitando detalles escabrosos, basta con saber que abrió fuego contra los asistentes, que sumaban unas 25 personas. Después, con un artefacto casero, quemó a cuantos pudo y a la casa. Fue encontrado muerto por un disparo propio y severamente quemado.
La matanza de Ronald Simmons.
Otro terrible episodio de la crónica negra navideña vivido en EE.UU. se prolongó durante toda una semana en la navidad de 1987. Aconteció en Arkansas, cuando Ronald Gene Simmons, un sargento jubilado, termina con la vida de 16 personas, 14 de ellas de su propia familia. Entre las víctimas de sus disparos, ahogamiento y estrangulamiento se encontrarían su esposa, hijos y nietos. Las ejecuciones comenzaron el día 22 y finalizaron el 28 de diciembre. Una vez detenido, Simmons rehusó apelar muriendo por inyección letal. ¿Hubo alguna motivación? Nada justifica lo que hizo, sin duda, pero nunca explicó de forma clara el motivo de aquella masacre, especialmente en lo concerniente a su familia.
El crimen de los Alexander.
Cerramos esta crónica con Canarias, donde también tuvimos nuestras propias navidades sangrientas. La historia es ya muy conocida. En los días previos a la navidad de 1970 se fue forjando la tragedia en pleno corazón de Santa Cruz de Tenerife. Finalmente, el 16 de diciembre Harald y Alexander, padre e hijo, matan a la madre y a dos de las hermanas de la familia. Lo hacen de una forma extremadamente cruel, en una suerte de locura colectiva. En el seno de esta familia alemana, afincada en la isla desde hacía pocos meses, fue tomando forma un delirio alrededor de una guerra entre el bien y el mal. En este caso, triunfó el mal.
Feliz navidad.
José Gregorio González





