Los monolitos misteriosos han vuelto a escala planetaria, tras unos años de silencio. Uno de ellos, de ejecución impoluta, fue localizado el pasado 17 de junio en un parque rural de Las Vegas. El propio Departamento de Policía Metropolitana lo dio a conocer a través de unas fotografías espectaculares que dieron la vuelta al mundo y abrieron muchos de sus informativos. Al poco tiempo lo retiraron del lugar, posiblemente por infligir algunas leyendas de protección del medio natural, además de por ser un reclamo para curiosos que, muchas veces, dañan los entornos con sus visitas. Sin embargo, para cuando fue retirado, el efecto viral ya era una realidad. Estamos ante un enigma singular, para el que no es necesario buscar explicaciones sobrenaturales, pero que despiertan nuestra curiosidad y van envueltos en cierta dosis de intriga. Creo que esos pueden ser ingredientes clave para un plato suculento con unos toques de misterio, mucha curiosidad, cordura y, en este caso, arte. Los expertos en esto último dirán que no existe nada artístico en este tipo de estructuras, en su mayor parte metálicas y brillantes, que aparecen de la noche a la mañana en los lugares más insospechados. Desde mi ignorancia, obviamente disiento. Creo que son obras de arte, ya no sólo por la pieza en sí, sino también por los contextos en los que son colocadas y las sinergias que generan. Algunas estampas inmortalizadas en fotografías de fácil acceso en la red de redes evidencian ese aspecto, al menos a mi juicio, pero mi ignorancia artística es proverbial, así que no insistiré. ¿Quién los coloca? Muchas veces el enigma no se resuelve. Quizá sean artistas que buscan generar sensaciones, o sujetos que exploran desde la psicología, la sociología o la comunicación, las reacciones sociales y mediáticas que desencadena estas piezas; quizá haya detrás algún activismo y los monolitos sean llamadas de atención; en algunos casos pueden ser reclamos publicitarios, bromas o mero entretenimiento. Tampoco es descartable que alguien esté motivado al hacerlo por cuestiones trascendentales, que quiera enviar un mensaje o significar algún aspecto o creencia. Seguramente, cada caso tenga su propia razón de ser, dado que, salvo excepciones, todos parecen ir por libres, por imitación o contagio.
A la semana de aparecer esta pieza en Las Vegas se conoció otro caso en Colorado, y seguramente, para cuando usted esté leyendo este artículo, otros monolitos ya hayan entrado en escena. Es posible que vivamos un remake de lo ocurrido en noviembre de 2020, cuando por primera vez tuvimos noticia de este tipo de hallazgos. Ocurrió el 18 de noviembre de aquel año, en Utah, y en el plazo de un mes los monolitos ya tenían presencia en Rumanía, Colombia, Canadá, Alemania, Países Bajos, Rusia y hasta España. En la cúspide, el estado de California, donde las apariciones de estas estructuras metálicas de entre 2 y 4 metros, fueron recurrentes.
Se llegaron a establecer hasta cuatro categorías en función del grado de perfección y extrañeza que rodeaba al objeto y a su aparición, contemplándose la existencia de imitadores que, a su manera, seguían la pauta de los monolitos “verdaderos” u “originales”. Una pregunta clave llegados a este punto es, ¿originales y verdaderos en función de qué exactamente? La variable que aquí podemos barajar es la de haber sido los primeros, la fuente de inspiración del resto, nada más. En gran medida, este fenómeno de los monolitos misteriosos me recuerda al de los crop circles, los populares círculos de las cosechas que irrumpieron en el imaginario popular, desde Gran Bretaña para luego extenderse por todo el mundo, hace varias décadas. La complejidad de los diseños y del protocolo de ejecución de los círculos supera de forma abismal la que pueden requerir los monolitos, pero comparten ingredientes como la furtividad y el anonimato: aparecen de la noche a la mañana. Aunque ha quedado claro que la mano humana está detrás de muchos agroglifos, expertos y aficionados comparten la idea de que hay círculos inexplicables que no han sido ejecutados por humanos, además de un folklore centenario que habla de este tipo de formaciones causadas por hadas o diablos segadores. Este tema es demasiado complejo para que lo abordemos de forma superficial, así que quizá volvamos en detalles. Sin embargo, también tiene en común con los monolitos el elemento artístico, además de la capacidad de evocar sensaciones y desatar la imaginación del observador. En honor a la verdad, al menos de momento, se distinguen en que, hasta la fecha, no se han comunicado fenómenos extraños vinculados con los monolitos, ni tampoco se les ha asignado un origen no humano, aunque no sería de extrañar que el fenómeno evolucionara socialmente en esa dirección.
Mirando a Canarias, este fenómeno monolítico nos permite visibilizar la existencia de nuestra propia versión, lo que me consta que causa sorpresa en quienes lo toman en cuenta por primera vez. Nada menos que desde 1973 tenemos nuestro propio y espectacular monolito en el Parque García Sanabria de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Es una obra del valenciano Amadeo Gabino, artista que exploró en diferentes trabajos este formato de escultura futurista, que evoca la tecnología en sus formas y materiales, en este caso el acero inoxidable. La conocemos como Estela Espacial, aunque también recibió el nombre de Estela de Venus III. Está colocado en un lateral del parque, por el lado de la Calle Numancia, y como tantas cosas se vuelve invisible, pasa desapercibido, ante nuestra galopante ceguera y adicción a las pantallas digitales. De ella dijo en 1973 el gran pintor y crítico de arte Eduardo Westerdahl
En esta torre, Gabino ha logrado la síntesis de la luz y de la vegetación. Cuerpo de gran belleza, monumental espejo de su entorno, cinética en la captación del espacio móvil y reflejado, esta obra vibracionista es una gran joya de transferencias visuales.”
Al parecer, una de las fuentes de inspiración de Gabino fue la película 2001 Odisea del Espacio, estrenada en 1969, en la que un elemento icónico son los extraños monolitos de color negro, una suerte de reservorio de vida, unidades de seguimiento tecnológico o balizas, dejadas por una civilización extraterrestre en nuestro Sistema Solar. Es cuando menos evocador que contemos con este elemento artístico en Tenerife, y que a través del mismo, podamos contar un abanico de cosas en las que confluye el arte, la literatura, el cine, las nuevas formas de comunicación y el misterio.
José Gregorio González