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ANIMALES EN EL CAMPO DE BATALLA

Un manuscrito de 1530 del artillero de Franz Helm propone el uso de palomas y gatos con mochillas incendiarias

Es posible que la utilización de animales en el campo de batalla sea algo que a priori no sorprenda demasiado, en la medida en la que caballos, bóvidos o elefantes han sido utilizados desde hace milenios como animales de monta o arrastre. Nadie mejor que los colombófilos para  entender el papel mensajero de las palomas, y en casos como el de los perros, su presencia en los ejércitos se puede considerar interrumpida en el tiempo, bien directamente como arma por su fiereza, o bien en tareas de apoyo logístico, rescate, rastreo, etc. No hay que perder de vista la conmoción pública que supuso para la sociedad estadounidense conocer años atrás los proyectos de adiestramiento de delfines y leones marinos que llevaba a cabo la Marina de los Estados Unidos desde los años sesenta, con el objetivo de utilizar a estos mamíferos marinos como detectores de minas submarinas y buzos enemigos. En esa misma línea llama la atención la investigación impulsada por la Universidad de Zagreb con abejas, que adiestran para que contribuyan a la localización de minas antipersona a través del olfateo del TNT de los dispositivos. Incluso circulan historias cual leyendas urbanas que describen la utilización en los últimos años en territorio talibán de monos adiestrados para disparar armas de fuego, relatos de los que ya existen antecedentes también de dudosa fiabilidad en China en el siglo XVIII

EL GATO ACÚSTICO

Hay episodios en los que aún teniendo en cuenta la falta de ética y de cualquier respeto por los animales, resulta inevitable esbozar una sonrisa ante el estrepitoso y cómico desenlace que han tenido. Uno de ellos es el del proyecto de la CIA del “gato acústico”, que consistía en equipar a un gato con un equipo de escucha a través de intervenciones quirúrgicas que camuflaran en su interior los micrófonos y transmisores. Durante cinco años se invirtieron unos 20 millones de dólares en pruebas y en insufribles modificaciones de la anatomía y el comportamiento del gato, hasta que llegó el día de ponerlo realmente a prueba en una misión de escucha. El gato acústico debía espiar una conversación entre dos agentes soviéticos en un parque cercano a su embajada. Cuando el animal cruzaba la calle un taxi lo atropelló mortalmente frustrando la misión y obligando a los agentes de incógnito a salir de su furgoneta y recoger al desdichado animal para que nadie se percataran de su condición biónica.

No obstante, hay ejemplos que irremediablemente sorprenden de forma especial. Esto es lo ha ocurrido con un manuscrito datado en el año 1530 y elaborado por el maestro artillero alemán Franz Helmz, un documento que cuenta con ilustraciones muy explícitas en el que se describe la utilización de gatos y palomas en diversas estrategias bélicas. Salvando las distancias y las limitaciones tecnológicos, este manual de guerra medieval muestra auténticos “gatos bomba” provistos de mochilas incendiarias. Fue el historiador de la Universidad de Pennsylvania Mitch Fraas quien se percató de la insólita información que contenía el manuscrito, donde se explica cómo palomas y gatos, dispuestos con bolsas preparadas con pólvora atadas a sus espaldas, podrían usarse como caballos de Troya que sibilinamente incendiaran castillos y poblaciones fortificadas. Aunque la propuesta pueda parecer risible se basaba en cierta lógica. Era necesario capturar un gato o unas palomas de la población que se quería atacar, atarles los dispositivos, prenderles fuego, y esperar a que los animales salieran despavoridos y regresaran a sus hogares en busca de refugio. El fuego que portaban terminaría provocando incendios en los castillos o ciudades en las que vivían. No hay constancia alguna de que tales propuestas se llevasen a cabo ni garantías de que de haberlo hecho, los animales no muriesen antes o tomasen direcciones muy diferentes a la esperada. Esta historia medieval no deja de tener cierto parecido con el proyecto soviético de los “perros bomba”, un programa que resultó ser un fracaso y en el que se adiestraba a perros para que se acercaran a los tanques alemanes portando bombas.

Ancestrales armas biológicas

En la histórica bélica de la humanidad no faltan los episodios en los que algún ejército ha envenado bacteriológicamente el agua o los alimentos del enemigo, o bien ha buscado diezmar sus efectivos y las poblaciones que asediaban contagiándoles enfermedades mediante flechas y lanzas infectadas, o directamente introduciendo enfermos o cadáveres en territorio rival. Sin embargo llama la atención que también se haya hecho uso de animales venenosos vivos para crear una especie de artillería biológica. Aníbal de Cartago no dudó en lanzar contra los barcos de sus enemigos recipientes de arcilla atestados de serpientes venenosas, allá por el año 184 a.C. Otro ejemplo llamativo lo encontramos unos siglos más tarde, en el año 198 d. C. cuando la población de la ciudad iraquí de Hatra logró repeler el ataque del ejército romano de Septimio Severo usando vasijas de terracota cargadas con escorpiones venenosos. No es difícil imaginar el pánico desatado entre aquellos guerreros intentaban escapar a las dolorosas picaduras mientras escalaban las murallas de la ciudad. Arañas, avispas y otros insectos con potencial venenoso también han formado parte de la carga viva de algunas armas humanas.

José Gregorio González

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