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FAUNA, MITO Y MISTERIO

Entrevista con Adrienne Mayor

 

EN OCASIONES UNA IDEA APENAS CURIOSA TERMINA CONVIRTIÉNDOSE EN UNA NUEVA, GENIAL Y ENRIQUECEDORA APORTACIÓN CIENTÍFICA. ESTO ES LO QUE LE SUCEDIÓ, CASI POR CASUALIDAD, A LA INVESTIGADORA NORTEAMERICANA ADRIENNE MAYOR, UNA APASIONADA DE LA MITOLOGÍA CLÁSICA QUE UN BUEN DÍA LEYÓ EN CLAVE PALEONTOLÓGICA ALGUNOS PASAJES ANTIGUOS SOBRE HÉROES, GIGANTES Y CRIATURAS MITICAS, INTUYENDO QUE EN EL PRIMITIVO HALLAZGO DE LOS GRANDES HUESOS FÓSILES DE DINOSAURIOS Y ANIMALES DE LA ERA GLACIAR, PODÍAN ENCONTRARSE LA CLAVE REAL DE DICHOS RELATOS FABULOSOS. 

La aparición de su libro en español “El secreto de las ánforas”, hace casi quince años y en el que recoge el grueso de sus investigaciones, pasó sin pena ni gloria por las librerías del país, en buena medida a consecuencia de una promoción casi nula y a la saturación que ya entonces sufría el mercado. Una injusticia editorial sí tenemos en cuenta el indudable interés de las originales aportaciones multidisciplinares que su autora ha hecho, y que se han convertido en una bocanada de aire fresco para paleontólogos, mitólogos, expertos en el mundo antiguo e incluso criptozoólogos. La doctora Adrienne Mayor asumió hace varías décadas el reto de demostrar que culturas clásicas como la griega y la romana tuvieron un contacto relativamente frecuente con restos de grandes animales fósiles, interesándose seriamente por ellos hasta el punto de coleccionarlos, venerarlos como reliquias de sus héroes, plasmarlos en su arte e incluso gestar las primeras hipótesis sobre su formación. Paralelamente descubrió que de la observación de estos restos pudieron surgir o reforzarse leyendas sobre la existencia de criaturas míticas como los cíclopes, los gigantes, los grifos e incluso los orientales dragones, realizando originales aportaciones al estudio de la cripto-paleozoología. Desde entonces no ha parado ni un momento extendiendo su revolucionaria hipótesis a la mitología de los pueblos precolombinos y de las tribus nativas norteamericanas, dando muestras de su inagotable curiosidad en un reciente trabajo sobre el uso de armas químicas y biológicas en la antigüedad. En los últimos diez años sus trabajos han visto la luz en publicaciones como Archaeology Odyssey, Encyclopedia of Geology, Archaeology,  Oxford Journal of Archaeology, Journal of American Folklore o  American Scientist, exponiendo sus investigaciones en más de una veintena de universidades e institutos de  Pennsylvania,  Washington, Indiana, California, Oklahoma, Yale, Stanford, Cornell, así como en museos e instituciones tan prestigiosas como el Archaeological Institute of America, Smithsonian New York, Paleontological Society, American Museum of Natural History, Institut National d’Histoire de ‘Art de Paris,  el Max Planck Institute de Berlín. CSB la entrevistó.

¿Como se le ocurrió la idea de vincular animales mitológicos y legendarios, con la posibilidad de que fuesen el resultado de la observación de fósiles por parte de los pueblos del pasado?

La idea de que criaturas legendarias, tales como gigantes y monstruos, podrían estar inspiradas en las observaciones de los fósiles de grandes animales ya extinguidos se me ocurrió durante mi primera visita a Grecia. En la isla de Samos, visité un pequeño museo de fósiles y observé algunos huesos enormes de miembros casi tan altos como yo. Algunos de estos huesos habían sido sacados a la superficie recientemente por los campesinos de la isla. Se me ocurrió entonces que la gente en la antigüedad también debía de haber descubierto fósiles similares y decidí recopilar todas las referencias de la antigüedad griegas y romanas sobre el hallazgo de fósiles gigantes. Recogí más de 100 pasajes y referencias sobre restos de notable valor en más de 30 autores antiguos. Después estudié informes modernos de paleontología y aprendí que existen depósitos ricos en fósiles en casi todos los lugares en donde los autores antiguos vieron los huesos de gigantes y de monstruos.

– Es cierto que en la antigua Grecia el hallazgo de estos huesos fosilizados fue tomado por el de los restos de héroes y gigantes propios de su rica mitología?

Sí, los antiguos griegos recogieron, midieron, transportaron y exhibieron los enormes fósiles de elefantes extintos, de jirafas gigantes y de rinocerontes del Mioceno y el Pleistoceno. Colocaron estos huesos en templos y capillas y los veneraron como las reliquias de héroes y de gigantes míticos. Esto ha sido demostrado por los  descubrimientos arqueológicos de grandes huesos fósiles, por ejemplo, en las ruinas del templo de Hera (siglo VII a.C.) en la isla griega de Samos y en la Acrópolis de la antigua Nichoria en Grecia, así como por un diente de mastodonte en el templo de Asclepius en la isla griega de Cos.

-¿Hemos de pensar entonces que estas leyendas surgen tras el hallazgo de los huesos con el fin de darles una explicación, o por el contrario, los hallazgos de adaptan a unas leyendas anteriores?

No podemos saber cual es la respuesta verdadera a esta cuestión. Hay abundantes mitos alrededor del mundo a cerca de gigantes y monstruos en lugares donde no hay huesos fósiles visibles. Pero creo que algunos mitos sobre tales criaturas, en ciertos lugares, deben haberse visto influenciados por la observación de huesos de formas misteriosas y de notable tamaño. Al menos podemos afirmar que siempre que los griegos y los romanos encontraron tales fósiles, los explicaron en ese contexto, el de los mitos sobre gigantes muertos a manos de sus dioses.

¿Cómo han acogido sus colegas paleontólogos, zoólogos y expertos en mitos sus conclusiones?

Los paleontólogos, los zoólogos y los eruditos clásicos fueron muy generosos con su experta ayuda en los comienzos de mi investigación. Encuentro que estimula especialmente a los paleontólogos porque tienen nuevas evidencias que puede ampliar su disciplina al mundo antiguo. De hecho muchos paleontólogos me dicen que utilizan mi libro para enseñar en sus clases. La idea también intriga a los estudiosos del mundo clásico, que observan como los mitos antiguos contienen un genuino conocimiento natural basado en la observación de las evidencias físicas. Una buena referencia de ese interés es que me han invitado a que presente el resultado de mis investigaciones en los E.E.U.U. y algunas universidades y museos europeos.

CRIPTOFAUNA

Lo cierto es que con los datos que proporciona la doctora Mayor no cuesta mucho imaginarse un escenario en el que la aparición de estos huesos fuese vinculada con mitos y episodios épicos. Pausanias narra como en los tiempos de la guerra de Troya (1200 a.C) se veneraba el gigantesco omóplato del héroe Pélope, bisabuelo de Hércules y uno de los fundadores de los Juegos Olímpicos. Su traslado desde Olimpia a Troya, por consejo de un adivino, posibilitó la victoria de los griegos en la guerra troyana. Se trata posiblemente de la primera referencia documentada a la veneración y uso como talismán de grandes huesos, cuyo apogeo se alcanzaría hacia el siglo VII a. C aunque el interés se prolongase hasta al menos el siglo V d.C. El asunto se convirtió en tema de debate y prestigio político, y oráculos como el de Delfos reforzaron su celebridad presagiando el hallazgo de huesos e identificando al personaje al que pertenecían. Los huesos de héroes como Orestes, Teseo y su hijo Tisámenos, los de la esposa de Pélope, Hipodamia, y los de su padre el gigante Tántalo, los del poeta Hesíodo, los de Arcas, Aristómenes, Edipo y Melapino, así como los Gerión y sus bueyes, o Héctor y otros héroes troyanos también fueron identificados según las reseñas recopiladas por la Dra. Mayor con los restos fósiles de grandes mastodontes y mamíferos extintos. Las gigantescas dimensiones de los huesos se trasladaban a los héroes, cuya estatura oscilaba entre los 3 metros de Orestes a los 26 metros de Anteo, gigante fundador de Tingis, en Marruecos, que murió a manos de Hércules y cuyo esqueleto llegó a ser desenterrado por Quinto Sertorio.

No obstante la investigación llevó a nuestra entrevistada a intentar identificar en el contexto paleontológico también a bestias fabulosas, siendo el Grifo, con cuerpo de fornido león, patas con afiladas garras, alas y un poderoso pico su primer objetivo. Tras numerosas pesquisas dio con la clave, al establecer una más que fiable correlación entre los realzados depósitos fósiles del Desierto del Gobi y la leyenda del mítico animal gestada en esta zona hace tres milenios por la cultura nómada saka-escita, cuya tradición oral sería importada por los griegos. La precisión fue tal que incluso propuso como fuente de inspiración de los nómadas la observación de los esqueletos fósiles de Protoceratops y Psittacosaurus, habitantes muy abundantes de la región en el Cretácico, más de 65 millones de años atrás y que cuenta entre sus características con un cráneo en el que parece distinguirse un pico.

– ¿En su libro explica con detalle el caso del Grifo, pero ¿qué otros animales mitológicos pueden ser el resultado del mismo proceso de observación?

Además del caso del Grifo, pienso que la imagen de los Cíclopes con un solo ojo posiblemente fue el resultado de la influencia de las observaciones antiguas de los cráneos fósiles del elefante, que son comunes en las islas mediterráneas. Para una población que desconocía ya a los elefantes, la gran apertura de la trompa parecería el orificio en el que el cíclope tenía su único y gran ojo. En cuanto a la Esfinge, el Minotauro o el Centauro del mito griego, pienso que estas criaturas compuestas son híbridos puramente imaginarios de características humanas y animales, y que no están influenciados por la observación de restos fósiles. Por otro lado me parece probable que en China, por ejemplo, los descubrimientos de los misteriosos fósiles de dinosaurios contribuyeran decididamente a la formación y pervivencia de las leyendas sobre el dragón.

– ¿Piensa que es posible que con algunos de estos animales el hombre antiguo haya tenido un contacto real? Por ejemplo, ¿piensa que es posible que los hombres de las inmediaciones de Altai y el Gobi, los saka-escitas, vieran ejemplares vivos de Proteceratops y Psittacosaurus?

No, esto es imposible. Los nómadas antiguos de la cultura Saka-Escitia vivieron más de 60 millones de años después de que desaparecieran todos los dinosaurios. Ningún ser humano ha visto jamás dinosaurios vivos en ningún lugar de la Tierra. Pero lo que resulta fascinante en la leyenda del Grifo es que los nómadas primitivos percibieron, a través de la cuidadosa observación de los fósiles de Protoceratops y de Psittacosaurus, que estas extrañas criaturas combinaron las características de mamíferos y de pájaros. ¡Esa apreciación se anticipó a la ciencia moderna en 2.500 años!

 – Usted ha participado en congresos de criptozoología, ¿qué opina de esta disciplina?

Publiqué mi investigación preliminar sobre los grifos en 1991 en “Cryptozoology”, la revista de la Sociedad Internacional de Criptozoología, como un estudio de paleo-criptozoología. Creo que la meta más importante del criptozoólogo es el descubrimiento de nuevas especies alrededor del mundo, como por ejemplo la nueva especie de ballena identificada recientemente. Intentar identificar a “criaturas misteriosas” en épocas antiguas o modernas es también un objetivo significativo. No obstante, desde mi punto de vista, la búsqueda de criaturas legendarias como Nessie o el Bigfoot es menos seria, pero precisamente estas historias son las más sensacionalistas para los medios de comunicación populares.

– ¿Qué aportaciones pueden ofrecer sus estudios a los criptozoólogos?

Bueno, puesto que me centro en la presencia de “criaturas misteriosas” en el arte y la literatura antiguas, y en su posible relación con auténticos fenómenos naturales, aunque mal entendidos, como los fósiles, creo que mi investigación anima a  los criptozoólogos a que consideren que algunas criaturas legendarias pueden haber surgido inspiradas por la malinterpretación de evidencias de fósiles de animales extintos hace mucho tiempo. Por ejemplo, los informes a cerca de aves rapaces gigantes en Tejas y Alaska se podrían relacionar con los restos petrificados de cóndores gigantes ya extinguidos o de los enormes pájaros Teratorn de la época del Pleistoceno. Las historias sobre los perezosos gigantes de la Edad de Hielo que todavía vivirían en cuevas en Sudamérica, podrían haber surgido porque se han observado sus restos muy bien conservados, con pelo y excrementos, en cuevas muy secas.

– ¿Es posible que criaturas como los monstruos de los lagos norteamericanos, o el famoso del Lago Ness se expliquen también por la observación de restos fósiles de animales ya extinguidos?

Eso merece ser considerado. Es una coincidencia muy interesante que haya fósiles de Plesiosaurios, criatura marina de cuello largo del Cretácico, época de dinosaurios,  en Escocia, no muy lejos del Lago Ness. En Norteamérica, los legendarios monstruos acuáticos de varios lagos, como por ejemplo el del Lago Champlain, en la frontera entre los E.E.U.U. y Canadá, podrían estar relacionados con el hecho de que con frecuencia emergen en las orillas del lago los huesos y los colmillos fósiles de mastodontes. Yo he podido encontrar muchas tradiciones de los indígenas americanos sobre monstruos del agua con cuernos, vinculadas a los lagos, ríos y pantanos en los que se encuentran sumergidos los cuerpos fósiles de mastodontes. La idea de que estos esqueletos sean los restos de esos monstruos acuáticos es por tanto bastante lógica.

– Piensa que es posible encontrar leyendas similares, vinculadas  a yacimientos paleontológicos, en otros lugares del mundo, como América, Australia, África…

Completamente! Mi próximo libro, “Leyendas de fósiles de los primeros americanos” (de próxima publicación por Princeton University Press) trata sobre descubrimientos e interpretaciones mitológicas de los fósiles de mastodontes y dinosaurios por parte de los indígenas del Nuevo Mundo. ¡Muy poca gente sabe que el conquistador español Hernán Cortés recogió el mito oral más antiguo documentado sobre fósiles en el hemisferio occidental, en 1519! Los aztecas de México y los incas de Perú mostraron a los españoles los huesos enormes de gigantes y les contaron las tradiciones antiguas referidas a ellos, fechadas antes de la llegada de Cristóbal Colón. Mi libro presentará por primera vez las leyendas sobre fósiles de muchas tribus indias americanas, en Norteamérica  y Sudamérica. Espero que otros investigadores estudien las leyendas fósiles de África, Australia, China, y de otros lugares donde existen depósitos fósiles en abundancia.

-Lo que cuenta de Hernán Cortes es muy interesante, ¿podría ampliarlo?

En mi nuevo libro dedicó un capítulo completo a los registros que los conquistadores, misioneros y viajeros españoles hicieron de los mitos aztecas e incas sobre fósiles. Estos mitos nativos fueron anotados por Bernardo Díaz Castillo, el Padre Jose de Acosta, Bernardino Sahagún, Cieza de León, y muchos otros. En aquella época los españoles creían en la historia de la inundación bíblica, encontrando en estos relatos nuevas y diversas ideas a cerca de lo que mató a los gigantes (mastodontes) cuyos huesos fueron encontrados en Nueva España.

– ¿En Norteamérica, ¿existe una tradición viva sobre el significado de estos huesos de animales extinguidos?

Sí, para mi nuevo libro he viajado a muchas reservas indias en el oeste de los EEUU(Arizona, Montana, y Dakota del Sur) para entrevistarme con ancianos e historiadores nativos. Aún cuentan las viejas leyendas sobre el hallazgo de los grandes huesos de los monstruos acuáticos matados por los Thunder Birds, los pájaros del trueno. En los desiertos y tierras inhóspitas, sus antepasados encontraron los fósiles de enormes dinosaurios y pterosaurios, reptiles voladores de la era cretácica, creando sus propias historias para explicarlos.

– Usted ha publicado otro libro sobre armas biológicas y químicas en la antigüedad, ¿nos puede dar un avance de su contenido?

Mi libro, Greek Fire,Poison Arrows, and Scorpion Bombs: Biological and Chemical Warfare in the Ancient World” (Fuego Griego, fechas envenenadas y bombas escorpion: Guerra biológica y química en el mundo antiguo? Fue publicado en octubre de 2003.

Comienzo con el mito de Hércules y la Hidra. Hércules inventó la primera arma biológica cuando sumergió sus flechas en el veneno de la serpiente de hidra. Presento así mismo cómo auténticos guerreros en el Mediterráneo, África, India, y China usaban el veneno de serpientes y de plantas venenosas para hacer flechas tóxicas. Otros capítulos tratan sobre la propagación de plagas para derrotar enemigos, el uso de animales y de insectos que pican en la guerra, miel venenosa y drogas como armas, y armas con fuego de petróleo desde el 1200 a.C. hasta la invención del fuego griego alrededor del 668 d C.

Promete mucho, ¿podría darnos algún ejemplo sobre el uso de armas de petróleo y de insectos en guerras en la antigüedad?

Puedo darle algunos ejemplos recogidos en mi libro. Se utilizaron a los insectos como arma desde épocas muy tempranas de la historia, cuando los combatientes lanzaron unos a otros colmenas y nidos de otras criaturas.

Hay referencias a esta práctica en el Antiguo Testamento de la Biblia, y en las crónicas de los Mayas en México. Una vez que se inventaron las catapultas, era posible lanzar las colmenas contra el enemigo en gran número y con mayor fuerza. Cuando los romanos sitiaron Hatra en el 198 a. C, una ciudad fortificada cerca de Mosul, en Irak, el defensor de Hatra llenó los potes de terracota de escorpiones mortales del desierto y catapultó estas bombas de escorpión sobre los soldados romanos mientras estos escalaban las paredes. Los romanos se retiraron con horror.

Las armas de petróleo fueron utilizadas en Mesopotamia desde el siglo XI a C. Los romanos fueron las víctimas de estas armas de nafta ardiente, un fuego que es resistente al agua, en las guerras de Mithridatic del siglo primero a.C., cuando atacaron Samosata en el Eufrates, y Tigranocerta en el Tigris. Ambas ciudades tienen campos de petróleo cercanos. Para los romanos esto era un arma nueva y devastadora, como el napal moderno.

José Gregorio González

 

 

OTROS DATOS

DRAGONES, LOS HUESOS DE OSIRIS Y OTRAS CURIOSIDADES

El trabajo de Mayor es rico en referencias insólitas y curiosidades, que desde la perspectiva que propone cobran un nuevo significado. Resulta revelador descubrir que el emperador romano Augusto fundó el primer museo paleontológico de la historia en la isla de Capri, en una labor que su sucesor Tiberio continuaría, o que la primera representación artística de un fósil está en un jarrón del 560 a.C. conservado en Boston, en el que se representa a un monstruo de Troya que muere a manos de Hércules y que recuerda de forma muy clara a un gran mamífero del Terciario. En las tradiciones de la India sobre dragones recogidas por Apolonio de Tiana en el siglo I.d. C. se vislumbra también la pista de fósiles, especialmente en la región de los montes Simalik. Allí se contaba como en el pasado habían existido unos seres gigantescos conocidos como Rakshas, de los que tras su destrucción sólo quedaron los llamados huesos de relámpago, auténtico fósiles identificados con grandes cocodrilos y tortugas, elefantes, jiráfidos y mastodontes. Según la tradición estos dragones tenían gemas guardadas en sus cráneos, algo que para Mayor tendría una explicación en los cristales de calcita y selenita que aparecen en los fósiles de estas regiones. Dragones y reptiles voladores parecen haber habido también, además de en China y en los relatos griegos como el de Andrómeda, en los mitos de Egipto, habitando concretamente en una región aún no localizada y mencionada como Buto. Allí el mismo Herodoto vio “esqueletos y púas en número incalculable; estaban apilados en montones, y algunos eran grandes y otros más pequeños”, huesos que bien podrían haber sido los restos de pterosaurios o de dinosaurios espinosáuridos del Cretácico. Sin abandonar las tierras del Nilo es reseñable la veneración de los huesos negros de Set en el segundo milenio antes de Cristo, concretamente en los santuarios de Qau y Matmar, investigados inicialmente por Guy Brunton en 1922. Se trataba de toneladas de huesos fósiles de color negro pulimentados por el agua atribuidos a esta deidad egipcia, cuya extraña cabeza podría responder a la observación del cráneo de algún gran jiráfido, como el Libytherium. Curiosamente también se veneraron los huesos del desmembrado Osiris en varios santuarios, destacando sobre todo ellos el culto que recibía en el ámbito griego en una pequeña isla situada enfrente de Ática, donde se había localizado el esqueleto de Macrosiris (Osiris el Grande), de 42 metros de largo.

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