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LAS CUEVAS DE ALTAMIRA PASARÁN A LA HISTORIA POR ALBERGAR UNO DE LOS SANTUARIOS RUPESTRES MÁS IMPORTANTES DE LA ANTIGÜEDAD. SUS HERMOSAS REPRESENTACIONES HAN GENERADO LOS MÁS ARDIENTES DEBATES ALREDEDOR DE SU SIGNIFICADO, PLANTEÁNDOSE DIVERSAS TEORÍAS QUE INTENTAN DAR RESPUESTA A SUS INTERROGANTES. ENTRE ESTAS RESULTA ESPECIALMENTE INTERESANTE LA QUE RELACIONA LAS PINTURAS DE ALTAMIRA CON LA REPRESENTACIÓN DE CONSTELACIONES COMO SAGITARIO, ORIÓN, OFIUCO O PEGASUS. LA ARQUEOASTRONOMÍA INVESTIGA ESTE MISTERIO.

En España se han elaborado varios ensayos sobre investigaciones arqueoastronómicas -trabajos que vinculan emplazamientos arqueológicos con orientaciones astronómicas más o menos precisas- llevadas a cabo en Galicia, CantabrIa, Andalucía, Levante, Canarias y Baleares, aunque el material de estudio potencial se extiende a la práctica totalidad del territorio nacional. En muchos casos esas orientaciones están ligadas a cultos funerarios, de tal manera que la entrada de la tumba y/o la propia disposición del cuerpo, apunta en una determinada dirección que, a su vez, está relacionada con los movimientos de algún astro especialmente significativo en el cielo o bien en el horizonte visible. El caso de Altamira y sus pinturas rupestres constituye un misterio aparte, puesto que no se buscó establecer un calendario o rito en base al movimiento del Sol o la Luna como suele ser la norma, sino que según los responsables de una atrevida propuesta, buscaron representar con fines mágicos las estrellas más brillantes del cielo que contemplaron los artistas. La apertura de la neocueva hace unos años ha permitido una mayor difusión de sus misterios y magnitud.

ALTAMIRA: EL GRAN TECHO ASTRONÓMICO

Desde que fuese descubierto por un pastor en el año 1.863 y dado a conocer poco después por el malogrado marqués Marcelino Sanz de Sautuola, el santuario rupestre de Altamira no ha dejado de causar admiración. Máxima expresión del arte prehistórico, las célebres pinturas que alberga han desatado los más apasionados debates sobre su origen y significado. Altamira fue con diferencia el primer gran núcleo de arte rupestre paleolítico descubierto en Europa, gloria que posteriormente compartió con otros yacimientos franceses. La buena conservación de sus pinturas ha permitido a los expertos trabajar directamente sobre ellas y extraer interesantes conclusiones sobre la cultura que las produjo, asociándolas de forma general con el pensamiento mágico-religioso del hombre del paleolítico superior. Por lo general, estas pinturas han sido interpretadas como símbolos de magia simpática, según la cual la representación de los animales de los que dependía el sustento de la comunidad, se efectuaba con el fin de favorecer la abundancia y la caza de los mismos. Al mismo tiempo, eminentes paleolitistas como el francés Andrè Leroi-Gourhan propusieron el significado sexual de los grabados, relacionando a los toros y bisontes de Altamira con el sexo femenino, a los caballos con el masculino, y al resto como complementarios (cabras, ciervos y jabalíes). Otras teorías han surgido al respecto, aunque la que aquí nos interesa es la hipótesis defendida desde hace unos años por Luz Antequera Congregado, Doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense y colaboradora habitual del Planetario de La Coruña.

Tanto desde su especialidad académica, como desde su vocación artística innata, Antequera propone desde hace décadas una lectura alternativa y sin duda revolucionaria para el Santuario de Altamira, vinculando el significado de las pinturas de la cueva con motivos astronómicos. Su estudio se ha centrado de forma especial en las obras del Gran Techo, donde se concentran más de una veintena de motivos zoomorfos. “Parece muy arriesgado –asegura Antequera- decir que la sala de los bisontes de Altamira es una representación de la bóveda celeste, pero el hecho de que los animales se encuentren pintados sobre el techo podría ser significativo”. La experta encuentra verosímil que el pintor de Altamira quisiera reflejar la magnitud del cielo en la cueva, uniendo estrellas en el cielo de tal manera que formasen animales vitales para su subsistencia. De hecho, en esta misma sala de los polícromos se pueden encontrar grabados que han sido interpretados como chozas cónicas y que podrían corresponder con la misma lógica a representaciones de estrellas. Antequera va más allá, cuando afirma que “culturas muy distantes en el tiempo utilizaron representaciones similares de un objeto celeste. La representación del Sol que hacían los egipcios era muy similar a las cúpulas prehistóricas.” No en vano, a los expertos siempre les ha llamado la atención que de todos los animales representados, un mínimo porcentaje estén heridos, lo que no tiene mucho sentido si lo que se pretendía era crear un lazo mágico para casarlos. Además, los puntos, discos e incluso medias lunas, aparecen con cierta frecuencia en los santuarios de la época.

DE PEGASO A TAURO

Según esta controvertida hipótesis, la bóveda de Altamira estaría reflejando un mapa celeste, en el que incluso se podrían estudiar las correcciones que con el paso de los años se fueron haciendo y que han sugerido a los expertos la existencia de hasta cinco santuarios superpuestos durante miles de años. “Centrándonos en la zona de los policromos y considerando al caballo como representación de Pegasus, las demás figuras se adaptan, con bastante aproximación, a las principales constelaciones de la Vía Láctea y sus alrededores en el hemisferio norte. Variando la escala de algunas figuras y colocándolas sobre las constelaciones de un planisferio actual su forma coincide de una manera bastante significativa”, asegura Antequera. Teniendo en cuenta que las pinturas han sufrido modificaciones, es posible que en un principio, como se apunta en esta hipótesis, sólo se marcaran las estrellas para después ir superponiendo las figuras, pudiéndose seguir la lenta variación del polo celeste y de las estrellas en las “correcciones” de algunos animales. Este sería el caso por ejemplo de la estrella <Fomalhaut> (Alfa Piscis Austrini), que en Altamira formaría parte de la figura conocida como el <Jabalí galopando> que ha sido llamado así por la presencia de sus múltiples patas que sugieren movimiento. Para Antequera, este jabalí con sus patas podría estar sustentando la superposición de otros animales que reflejarían el movimiento no de un animal real, sino de Fomalhaut y otras estrellas durante miles de años. Tanto los solsticios como los equinoccios podrían haber sido representados por primera vez en la historia en los techos de Altamira, aunque es en el terreno de las constelaciones donde encontramos las mayores sorpresas.

Como ejemplo de la relación existente entre los dibujos policromos del Altamira con las representaciones que nos han llegado hasta la actualidad de las constelaciones, la experta en Bellas Artes propone los siguientes parecidos: Bisonte hembra-Osa Mayor, Bisonte que vuelve la cabeza-Perseo,  Caballo de Altamira-Pegasus, Jabalí de la entrada- Can Mayor, Gran Cierva-Sagitario.

Las constelaciones han permanecido desde antiguo como modelos inmóviles para el hombre, aunque este ha proyectado sus dioses, miedos, etc. en función de la época y su cultura. Por ello, es posible que sean precisamente las constelaciones que representan animales, las que quizá conserven su origen paleolítico. La sorprendente lectura de las pinturas de Altamira proporcionada por la profesora Antequera, sobre la que desde los años veinte algunos investigadores han efectuado tímidas sugerencias, vendría a demostrarnos que los artistas –o el artista- de Altamira eran consumados astrónomos-astrólogos, los primeros sin duda que trazaron las constelaciones y sintieron el influjo del Cosmos en sus vidas.

José Gregorio González

 

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