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QUIENES TIENEN ANIMALES Y LOS TRATAN CON DIGNIDAD Y AFECTO, NO SE SORPRENDERÁN DEMASIADO CON LO QUE SE CUENTA EN “NOS VEMOS EN EL CIELO”, OBRA DE LOS INVESTIGADORES MIGUEL PEDRERO Y CARLOS G. FERNANDEZ PUBLICADO POR LA ESFERA DE LOS LIBROS. SUS PÁGINAS MIRAN DE FRENTE Y CON VALENTÍA A LA REALIDAD TRASCENDENTE DE LOS ANIMALES, UN ASUNTO A CUYA PROFUNDIDAD Y COMPLEJIDAD SOLO PODEMOS ASOMARNOS SI NOS DESPOJAMOS DE COMPLEJOS Y PREJUICIOS.

Son muchas las personas capaces de jurar que sus animales son capaces de comunicarse con ellos de forma meridianamente inteligente, así como de expresar emociones complejas. Una lectura escéptica reduciría el asunto a valoraciones subjetivas y a la proyección en nuestras mascotas de comportamientos humanos que les son del todo ajenos, pero lo cierto es que la ciencia lleva años acumulando evidencias que dan soporte al torrente de experiencias que a diario nos invitan a considerar a los animales como mucho más de lo que la generalidad está dispuesta a aceptar. Lejos de lo que se pueda pensar el asunto no se reduce a discusiones sensibleras con argumentos emocionales, sino que por el contrario implica profundas y transformadoras consecuencias en la manera en la que nos deberiamos relacionar con ellos. Es más comodo y preferible obviar y banalizar el asunto, que enfrentarnos a duros asuntos como la explotación, la experimentación y el consumo, cuyo abordaje cambia sí situamos a los animales en un rango más cercano al ser humano. De ello también hablan Miguel Pedrero y Carlos G. Fernández en su libro “Nos vemos en el cielo”, una obra capaz de conmovernos y asombrarnos, al tiempo que nos cursa una invitación para cambiar la manera en la que vemos y nos relacionamos con el mundo animal. Con Pedrero conversamos sobre algunos de los aspectos abordados en el libro.

Este es el primer libro de España dedicado a este asunto ¿Ha sido por falta de casos?, ¿Por prejuicios por parte de los investigadores?…¿o quizá porque existe una especial discreción por parte de los testigos?

No creo que sea por falta de casos, sino más bien es una cuestión que tiene más que ver con los prejuicios. Carlos G. Fernández y yo llevamos muchos años recopilando casos de personas que aseguran haber contemplado la aparición de un familiar o amigo fallecido. Y entre todos esos casos había un par de apariciones de animales que relegamos al cajón de las anécdotas. Un día nos preguntamos por qué habíamos actuado así, y llegamos a la conclusión de que había sido por una cuestión cultural y educativa. Todos, seamos creyentes o no, hemos crecido y vivimos en un contexto sociocultural judeocristiano, y la visión dominante en las tres grandes religiones monoteístas (Cristianismo, Judaísmo e Islam) es que los animales no tienen alma. Sin embargo, los últimos estudios muestran que los animales tienen conciencia y son capaces de distinguir hasta cierto punto el bien del mal. En el libro narramos alguno de estos estudios apasionantes. Parafraseando a la famosa primatóloga Jane Goodall, si miles de millones de personas creen que tenemos alma y existe un más allá, ¿por qué razón esas mismas personas no creen que los animales posean aliento divino? Al contrario, los últimos estudios indican que tienen conciencia igual que nosotros. Por tanto, ¿por qué no alma también?

–Es curioso, aunque nos movemos en un marco de cierta incredulidad, tenemos interiorizado que hay un más allá y retornos de seres queridos fallecidos. Ustedes han recogido casuística centrada en animales. ¿Existen paralelismos entre las apariciones “convencionales” de personas fallecidas y las de mascotas?

Esta es una de las grandes sorpresas que nos llevamos cuando entrevistamos a los protagonistas de las historias de apariciones de mascotas fallecidas que relatamos en el libro. Los casos son muy similares, independientemente de que se aparezco un ser vivo humano o animal. En unos casos o en otros es habitual que el testigo describa una nube de humo que se va compactando hasta formar la figura del ser querido fallecido (en la mayoría de los casos de la cintura hacia arriba); el contacto suele ser breve, de un par de minutos como mucho; estos espíritus suelen mostrarse con una edad en la que estaban en plenas facultades físicas y mentales (también en los casos de animales); suelen aparecer con una enorme sonrisa, un halo luminoso a su alrededor y transmiten paz; en general desaparecen de forma abrupta, como si no se les permitiera estar mucho tiempo en “este lado”, y suelen transmitir que se encuentran bien y felices (en los casos de animales pueden llegar a transmitir esa sensación por su expresión); etc. Son experiencias muy esperanzadoras y la inmensa mayoría enormemente positivas. Quienes viven estas experiencias se convencen de que existe vida después de la vida.

–En las apariciones de seres queridos suele haber un trasvase de información, mensajes, emociones….¿ocurre esto con las de animales? En caso afirmativo, ¿cómo es posible?

Sí, nos hemos encontrado casos así. No se trata tanto de mensajes complejos, sino de una especie de transmisión telepática de sentimientos. Pero es importante resaltar que en esto, los casos de apariciones fantasmales de mascotas no son muy diferentes a los de personas. No siempre se produce un intercambio de información, pero cuando sucede así, la mayoría de los testigos describen esa transmisión telepática de información. En los casos de apariciones de animales el mensaje que suele transmitir la mascota es que se encuentra bien, que está muy feliz y que está muy agradecida a su amigo humano por cuidarla tan bien durante su vida.

 –¿Corremos un riesgo especial con estos casos de interpretar, humanizar, sugestionarnos con este asunto…?

Claro que corremos el riesgo de humanizar, pero es que los animales son muy parecidos a nosotros. O, dicho de otro modo, nosotros no somos otra cosa que animales. Igual que los animales nos matamos y nos amamos, queremos y odiamos, podemos hacer el bien o el mal, etc. De hecho, los últimos estudios de prestigiosos primatólogos muestran que la moral en su sentido más básico no tiene que ver con la educación o la religión, sino que es inherente a cualquier entidad viviente por el mero hecho de existir.

 –Vamos a intentar situarnos en el lado de los animales, de las mascotas. ¿Existiría base científica para barajar la supervivencia de la conciencia tras la muerte en los animales? Esencialmente, el principal obstáculo de partida, sería admitir que tienen conciencia…

Claro. Si creemos que los seres humanos vamos a sobrevivir a la muerte física porque tenemos conciencia y nuestra conciencia en no-local -es decir, no está en el cerebro ni en ningún sitio concreto, sino que es nuestra esencia, y es inmortal-, para admitir la existencia de alma en los animales sólo es necesario dilucidar si poseen conciencia. Y los estudios científicos en este campo muestran que efectivamente poseen conciencia. En “Nos vemos en el cielo” mostramos los más importantes y apasionantes de estos estudios.

–¿Y conciencia de muerte y trascendencia?

Esto ya es absolutamente fascinante. Primatólogos de la talla de Jane Goodall o Frans de Waal asistieron a comportamientos rituales de primates, como las llamadas danzas de la lluvia y la cascada. Según estos primatólogos se trataría de rituales de una religión animista. Por otro lado, algunos científicos han conseguido comunicarse con primates a través de distintos lenguajes de signos, y éstos muestran una sorprendente comprensión sobre lo que significa la muerte. En “Nos vemos en el cielo” mostramos casos de este tipo fascinantes, como el de koko, un gorila que vive en La Fundación Gorila de California y cuyos cuidadores le preguntaron qué pasaba con los gorilas cuando fallecían. Koko respondió lo siguiente: “Cómodo/sagrado/sueño/adiós”.

 –Un capítulo curioso del libro es el dedicado a los registros tecnológicos que refuerzan la idea de supervivencia, las clásicas psicofonías y psicoimágenes. ¿Existe material audiovisual sobre este tema que sea fiable?

Lo cierto es que dedicamos uno de los capítulos del libro a este polémico asunto, porque es cierto que se han conseguido psicofonías y psicoimágenes, que son imágenes supuestamente procedentes del más allá, de animales. Por ejemplo, en “Nos vemos en el cielo” narramos el caso de un grupo de transcomunicadores, personas que se comunican con entidades del más allá a través de medios electrónicos, –que conforman el Instituto Francés de Investigación y experimentación Espírita- que consiguieron captar imágenes de caballos, perros y otros animales procedentes supuestamente de ese más allá. Para ello emplean una tecnología que les fue revelada por entidades del otro lado en sus comunicaciones “entre mundos”. Es un asunto apasionante sobre el que también incidimos en un amplio capítulo del libro.

José Gregorio González

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