COMPARTE:

ATRAPADOS EN LA RED

¿Somos algo sin internet? Parece ser que no. El primer y último gesto que hacemos del día es el de echar mano a nuestros dispositivos móviles, convirtiéndose en algo casi más importante que dar los buenos días, o las buenas noches, a nuestra pareja o hijos. Entremedio, destinamos unas dos horas (como poco) a actualizar (y espiar) las diversas redes sociales, hacer búsquedas, leer y enviar correos electrónicos, jugar online, ver vídeos, entre otros. Pero también nos imponen su uso: en el trabajo, para contactar con clientes, para consultar el manual de instrucciones de los aparatos electrónicos de casa, suprimidos por las compañías para ahorrar el consumo de papel y crear paquetes más compactos, etc.

El problema de todo esto es que internet nos ha alienado. Confiamos más en éste que en nuestras familias y amigos, y así lo demostramos a la hora de navegar, accediendo a todo tipo de contenidos sin plantearnos el riesgo que ello puede conllevar. La misma confianza que nos hace vulnerables frente a las Redes Sociales, donde desnudamos nuestra intimidad, convirtiéndonos en personajes públicos, dispuestos a contactar con cualquiera de los internautas que aquí se esconden tras perfiles que, en muchas ocasiones, no son más que máscaras de personajes realmente peligrosos.

Y es que internet está plagado de monstruos que, a veces, pululan por la Red Superficial, pero lo hacen con mayor impunidad en la parte más lóbrega, un lugar tan oscuro que es difícil navegar por éste sin correr riesgo alguno: la Deep Web. En esta zona, la esencia primigenia de internet, donde el contenido no está indexado (no está almacenado en los buscadores habituales), muestran su auténtico rostro, como comerciantes de productos ilícitos, incluso insólitos, en zocos que se vuelven más siniestros cuanto más profundizas, cineastas de películas espeluznantes donde se destroza la inocencia de niños, verdugos que muestran sus trabajos bajo demanda, o preciosas chicas que disfrutan de su ocio asesinando cachorros.

Estos “ogros” han servido también como inspiración para la creación de neofábulas, las conocidas creepypastas, leyendas urbanas de terror que han ganado, en ocasiones, tanta fuerza por la aportación de material por parte de los usuarios, que muchos las toman como cien por cien ciertas. Es habitual que, casi a diario, aparezcan usuarios que aseguran haber visto vídeos perturbadores que realmente no existen, que se han topado con abominables seres surgidos de la imaginación, sustraído material confidencial de gobiernos sobre ovnis,  o que han comprado productos como las Lolita Slave Toy, chicas mutiladas para ser convertidas en juguetes sexuales.

Todo mentira, afortunadamente, pero sirve para descubrir que hay internautas perturbados que, lejos de la ficción, están dispuestos a pagar lo que sea necesario para que les pasen ese material o el modo de poder hacerse con éste.

Creepypastas o no, el peligro es real, y seguimos, aunque las noticias avisen de éste, navegando con total tranquilidad, recorriendo los hilos de una inconmensurable tela de araña, sin saber que, en algún momento, quedaremos atrapados en ésta, y que, esperemos que no, la criatura que la habita nos hará presa.

Ivan Mourin

COMPARTE: