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Apuntes sobre “Costumbres y rituales bereberes de los indígenas canarios”

En Crónicas de San Borondón solemos celebrar con entusiasmo la aparición de libros centrados en la historia, las tradiciones y las curiosidades de nuestras islas, y hoy estamos una vez más de enhorabuena. Con un enfoque muy riguroso el profesor de historia Roberto Hernández Bautista acaba de publicar su más reciente trabajo, “Costumbres y rituales bereberes de los indígenas canarios” con la Editorial Mercurio. Es el cuarto de sus libros y una obra que de principio a fin está escrita con envidiable claridad, transmitiendo sin margen a la duda la visión personal que el autor tiene – y que comparte en gran medida con muchos especialistas- sobre el origen geográfico y temporal de las antiguas poblaciones que colonizaron Canarias al menos quince siglos antes de la llegada formal de los europeos. Pueblos norteafricanos pertenecientes a la cultura amazigh, cuya impronta analiza en detalle el autor. “En Canarias –escribe Roberto Hernández en la introducción- no encontramos etapas prehistóricas paleolíticas ni epipaleolíticas, tampoco neolíticas ni culturas protohistóricas, y dentro del marco histórico sabemos que los pueblos asentados en las islas no eran egipcios ni fenicios ni griegos ni romanos ni vándalos ni bizantinos ni musulmanes. Los indígenas canarios de las siete islas del Archipiélago Canario eran simplemente indígenas norteafricanos, aunque como analizaremos detenidamente con muchas y distintas influencias culturales”

El autor plantea un inhabitual escenario, plausible y puede que bastante debatido en foros internos pero no suficientemente abordado en trabajos de divulgación, de cara a entender ciertos aspectos “desconcertantes” que presentan las poblaciones indígenas de Canarias. Ese escenario es el de las múltiples influencias que en origen pudieron recibir, y de hecho recibieron, las poblaciones imazighen que terminarían en un largo periplo recalando en nuestras islas. En sus territorios de origen, en el Norte de África, los mal llamados bereberes estuvieron muy expuestos a la influencia de la cultura púnica y romana, y esa influencia terminó con el tiempo permeando en el espíritu de estos pueblos hasta el punto de hacerla propia y traerla con su bagaje a Canarias.

Uno de los aspectos en los que este autor indaga con especial énfasis es en la presencia del culto a la diosa Cibeles (Magna Mater) y a su esposo Attis entre dichas poblaciones bereberes, como consecuencia de la influencia romana. Ambos dioses llegan al panteón romano procedentes de Turquía, de los pueblos frigios. La diosa representaba a la fuerza generadora de vida, a la madre tierra productiva y generosa. Su esposo Attis, en origen su propio hijo, es una de las divinidades que inspiró a la figura de Jesús, dios de la muerte y la resurrección, del ciclo de la vida muy vinculado con el equinoccio de primavera. La poderosa huella de su culto en Canarias sería rastreable, según expone Roberto Hernández, en aspectos como los sacrificios humanos que bajo la forma de suicidios rituales están documentados en las islas, especialmente en Gran Canaria. Allí, al grito de Atis Tirma, en ciertos lugares reservados para ello, se lanzaban al vacío en un prometedor viaje al más allá que revertía positivamente en sus familiares. Viera y Clavijo se hacía eco de la práctica y la creencia asociada a ella cuando escribía “No ha faltado quien diga que muchos canarios se precipitaban desde esos riscos al mar, con grande pompa y general expectación de los pueblos, en obsequio de sus príncipes, amor a la fama póstuma y deseo de adquirir bienes para sus descendientes…”

Recomendamos encarecidamente la lectura de este libro. Clarificador para quienes, como es nuestro caso, arrastramos un déficit de información fiable sobre los pueblos norteafricanos que sirvieron de cuna a nuestros ancestros en Canarias. Pueblos que en su lugares de origen tampoco formaron parte de “comunidades burbuja”, aisladas y sin influencias, sino que por el contrario y aun conservando su propia impronta, se vieron expuestos a notables y variadas influencias culturales que en algunos casos lograron hacerse un hueco en su propia realidad.

“En cualquier caso –explica el autor en los últimos compases de su obra– y aunque los caminos de la colonización y poblamiento pudieron variar o incluso fueran otros, lo que parece evidente es que las Islas Canarias eran conocidas y fueron visitadas a lo largo del I Milenio a. C., pero su efectiva colonización y poblamiento debió de producirse a partir del siglo II a C., y lo fueron por pueblos navegantes que transportaron a distintos grupos humanos desde distintos lugares y en distintas fechas, aunque todos ellos fueron poblaciones bereberes. La mayoría de sólida cultura amazigh, otros ya romanizados, algunos con creencias cristianas y otros practicantes de cultos orientales. Durante siglos, aislados por el mar, mantendrán ese crisol de influencias y sincretismos que ha formado el sustrato de la cultura bereber, hasta que la conquista europea de las islas interrumpió el desarrollo de la idiosincrasia canario-amazigh”

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