COMPARTE:

CANALES MARCIANOS

Y una Guerra de los Mundos

 

LA HISTORIA DE LOS CANALES DE MARTE CONSTITUYE UNO DE LOS EPISODIOS MÁS SINGULARES DE LA ASTRONOMÍA MODERNA, UN CAPÍTULO DE LA CIENCIA EN EL QUE LAS DEFICIENCIAS TÉCNICAS EN MATERIA OBSERVACIONAL SIRVIERON PARA ARTICULAR UNA TEORÍA SOBRE LA VIDA EN ESTE PLANETA, Y EN ESPECIAL SOBRE LAS RAZONES DE SU DESAPARICIÓN, CUYO POPULAR PLANTEAMIENTO TERMINÓ INFLUYENDO EN LOS CLÁSICOS DE LA CIENCIA FICCIÓN DE SU TIEMPO. LA GUERRA DE LOS MUNDOS, DE H.G.WELLS FUE UNO DE ELLOS.

Aunque desde antiguo venía asociado a una rica mitología, el que fuera planeta de la guerra para griegos y romanos no empezó a ser observado con cierto detalle hasta la época de Galileo. Determinada su esfericidad por el ilustre hereje hacia el año 1610, los secretos de Marte intentan ser desvelados con los primeros telescopios, que permiten realizar a Francesco Fontana los primeros dibujos del planeta, y a Cristhian Huygens, medio siglo después, establecer su periodo de rotación y observar accidentes como el Syrtis Major Planitia o el mismísimo Polo Sur. Durante más de dos siglos se continuó avanzando en el conocimiento de la órbita, comportamiento y peculiaridades del planeta rojo, acumulándose por millares bocetos más o menos detallados de la superficie marciana, hasta que finalmente en 1877 entra en escena el astrónomo italiano Giussepe Virginio Schiaparelli. El piamontés nació en 1835 y con apenas veintidós años ya se encontraba oteando el universo en dos de los mejores observatorios de la época, el de Berlín y el de Pulkovo, en San Petersburgo, delatando en su persona una potencialidad y determinación que le colocaron como director del Observatorio de Milán al cumplir la treintena, en 1866. Al frente del mismo descubre, entre otras cosas, el origen de las lluvias periódicas de meteoritos al observar una clara relación entre la órbita del cometa Swift-Tutle, y el fenómeno de Las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo, visible cada mes de agosto. No obstante su paso a los anales de la astronomía siempre será recordado por sus observaciones de Marte, y en especial por las detalladas cartografías del planeta que llegó a realizar, en las que destacaba sobremanera la desconcertante red de canales que recorrían con un trazado rectilíneo toda la geografía marciana.

CANALE NATURALES, CANALS ARTIFICIALES.

Lo más sorprendente de toda la historia de los canales marcianos es que según la opinión mayoritaria de los historiadores de la astronomía, todo lo que se generó en torno a ellos fue el fruto de una mera confusión lingüística. Schiaparelli centró su atención en la superficie marciana en 1877, cuando se producía una de las oposiciones del planeta y por tanto se encontraba muy cerca de la Tierra, realizando durante ese año infinidad de observaciones que se vieron favorecidas por unas excelentes condiciones atmosféricas. De esta manera creyó detectar que los mares marcianos estaban unidos entre sí por numerosos trazados rectilíneos, filamentos oscuros que conformaban una impresionante red que meticulosamente dibujó en sus atlas, junto a los principales accidentes geográficos del planeta. “En la mayor parte de los casos –escribía Schiaparelli- la presencia de los canales comienza a detectarse, de una manera vaga e indeterminada, como una sombra tenue que se extiende sobre la superficie. (…) En algunas ocasiones parece que las sombras son meros refuerzos de color rojizo que domina los continentes, mientras que en otras se ven como bandas grisáceas. De esta forma empecé a reconocer los canales Phison, Cyclops, Enoston y muchos otros”. Estos presuntos canales se extendían a lo largo de miles de kilómetros cruzándose entre sí o bifurcándose, hasta desembocar en lo que parecían lagos, zonas algo más oscuras de la superficie. Aunque Schiaparelli utilizó en sus comunicaciones las expresiones italianas canale y canali, que definen formas estrictamente naturales, en la traducción de sus trabajos al inglés se optó por usar canals, que define estructuras artificiales, frente a la correcta que hubiera sido channels, dando pié a un singular equívoco que fue alimentado por la prensa de la época, marcando irremediablemente la astronomía durante varias décadas.

Animados por estos hallazgos, científicos como el infatigable Camille Flammarion, o el astrónomo de Harvard, William H. Pickering, comenzaron a realizar sus propias observaciones marcianas, plasmando en el caso de Flammarion sus conclusiones en el clásico La Planète Mars (1882 y 1909), en el que recoge además buena parte de su convencimiento a cerca de la pluralidad de mundos habitados. En cuanto a Pickering, no solo ratificó la existencia de los canales, sino que aseguró observar mares, lagos e incluso vegetación. Todo un caldo de cultivo que hizo germinar la imaginación del estadounidense Percival Lowell, astrónomo que dedicó parte de su patrimonio personal a investigar la pista de los marcianos.

UN MUNDO AGONIZANTE, LA GUERRA DE UN MUNDO

Las muchas horas de observación de Lowell dieron como resultado su total convencimiento de que los canales no sólo eran artificiales, sino que habían sido construidos por una desarrollada civilización marciana que había tenido que acometer tamaña empresa para salvar a su especie. Partiendo de los casquetes polares, habían trazado los canales para llevar el agua a todo el planeta y así abastecer a la población y fertilizar los campos afectados por un agresivo proceso de desertización. La hipótesis desarrollada en sus libros Mars (1897) y Mars and its canals (1906) alcanzó una gran popularidad, inspirando al célebre H.G. Wells parte de su popular, impactante y recientemente resucitada para el cine La Guerra de los Mundos, y usándose también, directamente o como una velada insinuación, para justificar algunos intentos prematuros de comunicación con civilizaciones marcianas. Este fue el caso de Charles Cross que apostaba por enviar señales de luz a Marte usando grandes espejos, como sí de lenguaje morse se tratara, o del estadounidense David Todd, promotor de una macro escucha marciana realizada durante dos días en agosto de 1924.

En cualquier caso el desarrollo de la resolución de los telescopios y la mejora de las técnicas fotográficas terminaron por restarle credibilidad a la artificialidad de los canales marcianos, e incluso a su propia existencia, que finalmente sería desestimada con la llegada de las primeras sondas a Marte. El mito de los canales artificiales se diluyó por completo ante la aridez de una evidencia que no admitía discusión, aun cuando las sondas confirmaron la existencia de grandes cauces naturales en los que hace millones de años corrió con toda probabilidad agua en abundancia. Barrancos, ríos y mares hoy desaparecidos cuyas borrosas huellas estimularon la imaginación de muchos astrónomos.

 

                                                                                              José Gregorio González

COMPARTE: