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Carlos González Sosa con su trilogía SANGRE, en la que novela la conquista de Canarias (islas de Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife y La Palma) está logrando acercar una parte de la historia de nuestros antiguos a un creciente número de personas. Con arte y acierto, y el buen timoneo en el mercado editorial de Bilenio Publicaciones, sus libros han llegado para quedarse y alcanzar a diferentes niveles generacionales. Con él hablamos para Crónicas de San Borondón en el marco de la promoción de LOS HIJOS DEL SOL, novela con la que completa la trilogía.

Viniendo del género épico y de ficción, ¿ha sido complejo hacer novela histórica sobre la Conquista de Canarias?

Sí que lo ha sido. Y mucho. Pero creo que por el miedo a equivocarme, a contar lo que no sucedió. Eso me llevó a pasar años de documentación. Y, si a eso le sumamos que las fuentes de documentación que hay a veces son contradictorias, pues da muchos quebraderos de cabeza. Pero ha valido la pena, sin duda.

Hablar de guanches, de antiguos canarios…siempre genera controversia, debates y posturas airadas…¿lo has experimentado o por fortuna tu trabajo no ha entrado en ese tipo de valoraciones?

Lo cierto es que he tratado de ser imparcial, pese a la tristeza que genera saber lo que ocurrió. Creo que, como escritor de novela histórica, no puedo tomar parte, aunque muchas veces tenga que reprimirme. Pero hay muchas posturas encontradas en este tema, y he pasado a formar parte del debate.

Te cuidaste mucho de ser riguroso, pero la lectura actual crítica y meridianamente objetiva de los datos en las crónicas y lo que no dice la arqueología tiende a presentarnos a los conquistadores de manera bastante dura.

Sí, sin duda. Pienso que fue una conquista muy cruel y muy sanguinaria. Las crónicas nos narran lo sucedido, pero siempre a medias, así que uno se puede imaginar las barbaridades que se habrán hecho. Pero es que, incluso sin imaginación, se sabe que hubo grandes matanzas, que se esclavizó a muchos aborígenes, que se les arrancaron sus raíces, se les persiguió hasta darles caza. Nada justifica lo que ocurrió. Ni siquiera el contexto histórico, a mi juicio.

¿Tuviste dificultades para humanizarlos, empatizar con ellos, para ser prudente a la hora de trasladarlos a tus tramas…?

Ja, ja. Sí, muchas. Es difícil humanizar a una persona que es capaz de hacer lo que se hizo. Puedo llegar a empatizar con personajes secundarios de la conquista, con soldados que eran empujados a luchar, o que encontraban en la batalla su único medio de vida. Pero no logré empatizar con ninguno de los que orquestaron la masacre.

¿Te permitiste licencias literarias?

Muy pocas. En el primer volumen, La Madera contra el Acero, la violación de una esclava fue una licencia. Pero pueden imaginar que habrá ocurrido mil veces, sin dudarlo. Estoy seguro de que lo que ocurrió fue mucho peor que cualquier pequeña licencia literaria. Creo que la mayor licencia son las conversaciones de los personajes. Darles voz es una forma de licencia. Nadie sabe lo que hablaban entre ellos, así que eso hay que crearlo. Pero estudiando la personalidad del conquistador, y su trayectoria, se puede intuir bastante bien su forma de pensar. Y luego solo hay que trasladarlo a palabras.

Los Hijos del Sol completa la trilogía, pero ¿cierras con este libro tu interés por escribir sobre ese tiempo?

Lo cierto es que mi idea era volver a la fantasía épica. Este proyecto me ha desgastado muchísimo. Pero, a raíz de la conversación que tuve contigo en Candelaria, algo me dice que siga escribiendo sobre nuestros antepasados, 🙂

¿Qué distingue a unos libros de otros en tu trilogía?

Pues creo que no mucho. Creo que los tres son tristes, que los tres reflejan la nobleza de los isleños, la crueldad de la conquista. La Madera contra el Acero es tal vez más romántico, ya que fue una conquista menos violenta que las demás. Hijos del Sol y Datana se parecen más. En los dos hay grandes batallas, grandes héroes, traiciones y mucho juego político. Aunque también tienen su parte romántica. Pero cada uno tiene sus personajes, sus peculiaridades. Diría que cada uno de ellos es único, diferente.

José Gregorio González

 

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