COMPARTE:

De ruta con los Orishas.

…Mira…exhorta el cartel de uno de los senderos de los sentidos en Anaga, con un ojo dibujado que me recuerda los amuletos contra el mal de ojo tan común en puertas y ventanas. Y miro, porque a eso he venido hoy al monte. Estoy cazando ofrendas. Una bandeja de merengues blancos con banderines llama mi atención ¡Los Orishas están en casa! Con una familiaridad que disgusta a unos, sorprende a muchos y consuela a otros han cruzado el Atlántico y han venido a Canarias para quedarse, acomodándose en tiendas esotéricas, programas de televisión, senderos del monte, anuncios de la prensa local, estanterías de Ikea, cobertizos y cruces de caminos. Pero al llegar al archipiélago, lejos de las puestas en escena para turistas y congresistas, de los interminables toques de tambor y de los museos/casas de santo cada vez más populares de la Habana Vieja, los Orishas de mi infancia han cambiado un poco. En su travesía por el Atlántico han perdido color, cambiado los gustos y se han hecho más tolerantes y discretos. Comparten altar con nuevas deidades y ya no se incomodan si les dejas al cuidado de otros, mientras continúas tu búsqueda espiritual entre la quiromancia, el tarot, la numerología y las lecturas de biorritmos.

…Toca… parece decir la mano del cartel, pero yo no toco, no las ofrendas, ni las telas multicolores de los altares, ni los troncos donde habitan deidades ya no tan desconocidas y que al no encontrar ceibas han elegido nuevos troncos, al no encontrar jutías se satisfacen con ratones y al no tener ríos y lagos recogen sus ofrendas en costas y correrías de barranco. Desde sus inicios, y no solo al asentarse en América, sino desde los distintos procesos  tenidos lugar en la propia África, los Orishas, deidades de la Regla Osha, una de las religiones de origen africano que emigraron en las bodegas de la esclavitud se han visto forzados al sincretismo y la adaptación de símbolos, objetos sagrados y rituales con el fin de hacer viable una practica religiosa en sociedades y ecologías que complicaban muchas de sus tradiciones y ceremonias, hasta tener que camuflarse entre santos y vírgenes penitentes. Un sincretismo que los siglos hizo propio y que enriqueció altares, ceremonias y mitos, abriendo camino a otras múltiples formas espirituales que desde entonces no han dejado de innovar.

…Huele… insinúa otro cartel con una nariz pintada que invita a olfatear las plantas medicinales del camino, esas plantas que hoy también son utilizadas por babalawos y santeras para resolver asuntos antes solicitados a curanderos locales y santiguadoras del vecindario. Y es que el aroma de la religiosidad afrocubana ha aportado a las islas recetas, fórmulas y rezos que aportan y transforman el uso de las plantas y yerbas del monte, macetas y patios traseros, dando protagonismo a la materia prima local, pero también trayendo especies desconocidas que no han tardado en formar parte del recetario popular isleño enriqueciendo la ya rica tradición curanderil de las islas.

Por ello “Canarias Santera”, el nuevo título que publica este mes de julio el Instituto de Estudios Canarios, y que será presentado el 29 de septiembre a las 19.00 en la Casa Osuna, La Laguna, profundiza en el modo en que la Regla Osha es practicada en las islas por personas de todos los sexos, edades y condición social, luchando por solventar los problemas más básicos y profundos como son la orografía, la botánica o la zoología local, las normas, las leyes, etc. Todo tiene solución en la mente de los practicantes que han sustituido aquellos elementos que les son ajenos y han conformado una práctica no solo posible, sino aceptable para su mente y su sistema de creencias. Han adaptado la praxis pero también la teoría postulando la posibilidad de un progreso religioso independiente en las islas, lejos de las críticas desarrolladas al respecto en ámbitos donde se promueve el dogmatismo y la teoría de la autenticidad. Los canastilleros de los salones canarios son más discretos, los altares de las íntimas celebraciones más decorativos y majestuosos, las ofrendas más higiénicas, las velas, los paños, las soperas, las coronas más abstractas, las deidades menos provocativas y como no, los rituales más blancos, eliminando la sangre y el sacrificio de muchos de sus fiestas más públicas. Conocer el modo en que esta religión se practica hoy en Canarias, comprender como se ha asentado y se desarrolla de manera paralela a geografías como México, Venezuela, Italia y otros países, reelaborando e innovando desde las tradiciones locales, no solo para hacerla viable, sino porque como toda religión viva está en constante reformulación y crecimiento, es una labor que pone nombre a una practica que se pretende culto y  rito, para otorgarle el espacio que le corresponde.

Si presto atención hoy en el  monte, quizás escuche el retumbar de unos tambores entre el sonido del viento y los pájaros. Unos tambores como los que suenan en los garajes de tantas casas celebrando  ¿El día de Elegguá, Changó, Babalú Ayé? y el lento y constante canto de “…Elegguá a la roye, aquí loyu, bara baraba. Echu boru boru Echu bí.. Echú bochiche, Echú bara Baraqueiqueño. Elegguá ala roye aquilo yo aguru tento onu. Apagura acamasese erelutese aba mula omo. Bata ocolofofo ocoloñiñi tonicanofo. Morogun oya a la yiki…”[1]

Grecy Pérez Amores.

_________________________________________________________

[1] Barcia Zequeira, Rodríguez Reyes y Niebla Delgado.2012  Del Cabildo de “nación” a la casa de  santo. La Habana, La Fuente Viva/Fundación Fernando Ortiz, pp. 167.

COMPARTE: