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DOSSIER FANTASMAS 2.0

¡Más vivos que nunca!

Por extraño y contradictorio que pueda parecernos, es posible que en un mundo como el nuestro en el que la ciencia y la tecnología han alcanzado su mayor desarrollo conocido, las apariciones de fantasmas estén pasando por su época más dorada. Mientras los cazadores de fantasmas proliferan en televisión, en Internet las noticias sobre la aparición de espectros, acompañadas de sugerentes filmaciones y fotografías, se actualizan a cada instante. ¿Existe base científica que fundamente la vitalidad de la que goza el tema? ¿Está su investigación al alcance de cualquiera? ¿Qué nos llevan a creer en su existencia?

Hay que reconocer que dentro del ámbito de lo inexplicable, sólo la casuística generada por el fenómeno OVNI es capaz de rivalizar, al menos en cantidad, con la relativa a la observación de fantasmas. Curiosamente en ambos casos subyacen presupuestos e inquietudes bastante similares: la existencia de vida más allá de nuestro planeta capaz de visitarnos, y la continuidad de la vida tras la muerte en un hipotético más allá desde el que también nos visitan. Sin embargo, mientras la ciencia se muestra más que receptiva con una parte del primer escenario dándole cobijo dentro de una disciplina científica propia como es la exobiología, no ocurre lo mismo con toda la casuística de apariciones y otros fenómenos relacionados con la supervivencia postmorten. En este caso la ciencia dominante mantiene un tácito rechazo a dicha posibilidad sofocando con ahínco los conatos de rebelión que, de cuanto en cuando, surgen dentro sus propias filas. Sólo las experiencias cercanas a la muerte son contempladas con un relativo interés, cosa que no ocurre ni de lejos con las diferentes formas de mediúmnidad, la reencarnación, las casas encantadas, la transcomunicación instrumental, las visiones de moribundos o las apariciones de personas fallecidas. Aunque es cierto que cada vez con mayor frecuencia se alzan voces favorables a un acercamiento científico menos despectivo y más conciliador, la realidad hoy por hoy es que estas manifestaciones del presunto Más Allá son, en el mejor de casos, ignoradas, cuando no etiquetadas como interpretaciones irracionales y supersticiosas de estímulos y fenómenos en gran medida convencionales. Dado que desde el punto de vista de la ciencia nada sobrevive a la muerte, quienes afirman contemplar el espectro de personas fallecidas deben estar sencillamente equivocadas. O en su defecto, mentir. Poco importa desde este planteamiento cientificista la existencia de una abrumadora y creciente casuística o la convicción y vehemencia con la que los testigos defienden la objetividad de lo observado. Simplemente para la ciencia los fantasmas no existen, aunque el fenómeno esté más vivo y más de moda que nunca tal y como demuestran las encuestas. Uno de los sondeos más recientes realizado en Estados Unidos por la consultoría Harris a finales del pasado año apuntaba a que un 42% de los estadounidenses creía en los fantasmas, un porcentaje que no parece haber variado desde 2005. Curiosamente por las mismas fechas una peculiar encuesta encargada por la empresa inmobiliaria Realtor.com, analizó la manera en la que podían influir las creencias en fantasmas, casas encantadas o la observación de fenómenos tipo Poltergeist a la hora de comprar una vivienda (ver recuadro) revelando entre otras cosas interesantes que uno de cada tres estadounidenses declaraba haber vivido nada menos que en una casa encantada en algún momento de sus vidas. Tal vez ello explique que desde el punto de vista mediático el tema esté pasando por su mejor momento conocido, con millones de referencias en Internet y un auténtico carrusel de programas de televisión que con desigual acierto abordan el aparicionismo desde los más variopintos enfoques, dando cobertura a casos y testimonios de seriedad y credibilidad tan amplia como variable.

Playmates cazafantasmas.

Es precisamente en este contexto televisivo donde emergen iniciativas tan desconcertantes como Pretty Paranormal, un nuevo reality en fase de producción que busca convertir en investigadoras de casas encantadas nada menos que a cinco chicas Playboy. Es comprensible que la imaginación de los lectores se dispare y elucubre tanto sobre la dinámica de las investigaciones, como en lo concerniente al atuendo y equipo que lucirá el quinteto en sus incursiones en el mundo de lo paranormal. A eso ayuda mucho el tease trailer con el que su productor Harlan Freedman buscó financiación durante meses a través de una exitosa campaña de crowdfunding, campaña que logró reunir sin demasiado esfuerzo los 200.000 dólares que se necesitaban para arrancar la grabación de los primeros capítulos. Irina Voronina, Pilar Lastra, Angel Boris, Tina Jordan y Heather Rene Smith, que aseguran “creer” en los fantasmas y tener “habilidades” para cazarlos, han sido las elegidas para lo que un portal especializado en televisión dudó en definir como “una de las mejores ideas de los últimos años o el más claro síntoma de que la televisión es un desierto de ideas” Seguramente no habrá que esperar a ver los programas para deducir que precisamente no estarán llamados a sumar credibilidad al tema, aunque previsiblemente sí que contarán con la bendición de la audiencia y lograrán que la popularidad y las portadas de las playmates implicadas repunten. Pretty Paranormal es la última y puede que más enrevesada vuelta de tuerca a un formato televisivo, el de los cazafantasmas, que va camino de convertirse en un género propio y que ha tenido y tiene en el canal SyFy a su principal aliado. De hecho lo que hacen estos equipos, añadiendo espectáculo y teatralidad al asunto, es lo mismo que ya hacían los parapsicólogos en Estados Unidos e Inglaterra en las primeras décadas del siglo XX, aunque sin llegar a instalarse en la vivienda durante meses como hacían aquellos pioneros o como lo llegó a hacer en los años setenta un parapsicólogo tan reputado como Scott Rogo. En su caso, por dos años vivió e investigó en una casa encantada ubicada en Canoga Park, California, narrando sus pesquisas en un clásico, An Experience of Phantoms. Volviendo a la televisión de espectros, en SyFy  uno de sus buques insignias es precisamente el veterano Ghost Hunters, en antena desde 2004 y con nueve temporadas visitando lugares potencialmente encantados bajo la guía de Jason Hawes y Grant Wilson, ex fontaneros cuyos registros para expresar asombro en sus visitas con cámaras nightshot no parecen conocer límites. En Travelchannel pusieron en marcha un formato muy similar que ahora se emite en veinte países, Ghost Adventures, emitido en España como Buscadores de Fantasmas y a cuya popularidad contribuyó de forma decidida, aunque sin necesariamente pretenderlo, los sketchs parodiados de un famoso humorista español. También aquí se combinan las poses intrépidas de su trío de conductores -Zak Bagans, Nick Groff y Aaron Goodwin- con testimonios, investigación histórica y diferentes pruebas y experimentos de detección tanto psíquica como tecnológica de presencias y fenómenos anómalos en los lugares visitados. Syfy también ha dado soporte a formatos de corte más convencional como Paranormal Witness, en el que los testimonios van acompañados de efectistas dramatizaciones; Deep South Paranormal, que centra su coto de caza exclusivamente en los espectros de los estados sureños de EE.UU; o los formatos con toque escéptico y distendidos comentarios Destination Truth, presentado por Josh Gates, y Fact or Faked: Paranormal File, serie en la que un ex agente del FBI, Ben Hansen, dirige las investigaciones. Aunque en ambos casos la temática no se centra exclusivamente en los espectros y casas encantadas, abarcando otros temas misteriosos como el de los OVNIs, los animales imposibles o todo tipo de material viral audiovisual, es habitual ver a sendos equipos investigando fantasmas con un despliegue tecnológico cuando menos envidiable.

Sin embargo en este género televisivo se han visto cosas francamente peculiares que hacen pensar que realmente los fantasmas no sólo interesan, sino que interesan mucho y son tan maleables televisivamente hablando como un ectoplasma. Es el caso de Haunted Collector, programa en el que el demonólogo John Zaffis y su familia viajan por el mundo detectando y exorcizando lugares y objetos poseídos o impregnados de energías maléficas. Frecuentemente los objetos terminan siendo custodiados en su museo-granero particular ubicado en Connecticut, mientras los fenómenos paranormales desaparecen de su lugar de origen. Haunted Highway ha sido otro interesante producto. En este caso dos equipos de investigadores viajan en coche por las carreteras de Estados Unidos para investigar principalmente apariciones de seres o criaturas imposibles, desde una parca en una reserva sioux pasando por perros infernales, damas de blanco o seres espectrales de forma mutante. Finalmente y para no aburrir al lector con una lista en la que encontramos programas con títulos tan explícitos como “Famosos y Fantasmas” o “Encuentros con Fantamas”, merece ser mencionado al menos por su especifidad el programa Ghost Mine, que centra sus investigaciones y reportajes en los espectros que aparecen en las minas, tras los cuales se especula que están los espíritus de los mineros que murieron en ellas durante la fiebre del oro o bien los Tommy-Knockers, que serían los fantasmas de mineros que ejercer una acción protectora sobre los mineros revelando la ubicación del mineral o avisando de derrumbes. El programa cuenta con un equipo de mineros profesionales que se presta a trabajar en las minas con el objetivo de exponerse a lo inexplicable…ahí es nada¡

¿Pero existe algo a lo que podamos llamar fantasma?

La respuesta a esta pregunta clave es sencilla, y al mismo tiempo, de gran complejidad. No sólo existe una única cosa a la que llamar “fantasma”, sino que existen muchas que como veremos reciben de forma unilateral esa etiqueta. El concepto del fantasma o espectro está perfectamente interiorizado en las creencias del ser humano con independencia de su cultura. En esencia un fantasma no vendría a ser cosa que el alma o espíritu de una persona fallecida, capaz de aparecer y ocasionalmente interactuar con el medio o con los observadores, y de mostrarse muchas veces, aunque no siempre, con el aspecto físico que tuvo en vida. Nuestros protagonistas son viables a partir de la creencia ancestral y trascendente en la vida después de la muerte, la percepción de que una parte de lo que somos sobrevive a la muerte en este plano físico, una creencia que en su origen en el hombre primitivo se debió de nutrir principalmente de vivencias surgidas de estados alterados de conciencia bien inducidos o espontáneos, experiencias oníricas, proyecciones extracorporales y/o experiencias cercanas a la muerte, así como visiones de miembros del grupo que habían muerto. Con el paso del tiempo esas percepciones y su consecuente creencia en la vida después de la muerte, evolucionaria de manera muy diversa. Es así que en función de quien clasifique o describa el mundo espiritual y la topografía del más allá, esos fantasmas podrán ser conceptualizados como meros cascarones residuales de energía desprovistos de conciencia y en proceso de desintegración, o bien espíritus con autonomía y conciencia más allá de la vida que han compartido en nuestro mundo que regresan al mismo desde otros planos de existencia con un determinado objetivo. Entre ambos extremos, un abanico inagotable de posibilidades, que va desde almas extraviadas, desorientadas o que se niegan a abandonar tras la muerte el entorno en el que vivieron; impregnaciones mentales y emocionales que mediante mecanismos que desconocemos han dejado una impronta espectral perceptible en determinados lugares; o incluso proyecciones de dobles espirituales de personas moribundas o en proceso de crisis vital, como sucedería en un combate, en un accidente o durante una intervención quirúrgica. Le ahorraremos al lector el largo y tedioso repaso a la abrumadora casuística clásica que da forma a este misterio, así como el fecundo reflejo que el fenómeno que nos ocupa ha tenido en la literatura y en los mitos de todos los tiempos, donde sobresalen por su popularidad espectros clásicos como el del Rey Hamlet de Shakespeare, el depresivo Simón de Canterville creado por Oscar Wilde o los fantasmas de las navidades a los que dio forma Dickens para reconducir el comportamiento del tacaño señor Scrooge.

El asunto tiende a complicarse cuando descubrimos que el fenómeno es extensible a los animales, es decir, que hay casos de observación del espectro de animales que han muerto como sucedía con desconcertante frecuencia en la Torre de Londres; de colectivos como ocurre con grupos de combatientes en antiguos campos de batalla (ver recuadro); o de objetos que han formado parte de lances bélicos, de maldiciones o de catástrofes. El Holandés Errante como arquetipo de ficción del buque fantasma, y los espectros del Vuelo 401 de Eastern Air Lines accidentado el 29 de diciembre de 1972 en Florida, pueden ser dos buenos ejemplos. Pero si queremos otro más extravagante, siempre podremos recordar las apariciones que durante años protagonizó nada menos que un autobús fantasma en Londres, concretamente en la calle Kensington Norte y en el cruce de las calles St. Mark´s Road y Cambridge Gardens, y que según diferentes autores llegó a provocar varios accidentes. No obstante y por si todo esto no fuese suficiente, no es extraño tampoco encontrarnos con confusiones o amalgamas fenomenológicas en las que el concepto fantasma, que alude a una aparición que necesariamente es eminentemente visual aunque puede haber comunicación oral,  gestual o incluso mental, –la etimología del término fantasma es griega y equivale a “aparecer” o “mostrarse”- se mezcla con episodios en los que se generan efectos telequinésicos, levitación, aportes, raps, variaciones en la temperatura, luminiscencias, osmogénesis, etc. En estas situaciones como algo asumido se tiende a pensar en los fantasmas como agentes causantes y las investigaciones muchas veces se ponen como objetivo “detectar” visualmente su presencia, algo que tal vez podría ser válido para la casuística haunting o de casas encantadas, pero no para las de tipo poltergeist, que al contrario que la primera no parecen estar relacionadas con el lugar ni con ningún acontecimiento luctuoso ni mensaje del ultratumba, sino más bien con las capacidades psíquicas y fuera de control de alguna persona viva.

Está claro que el “fenómeno fantasma” existe, es decir, no podemos negar la existencia a lo largo de la historia de un conjunto de estímulos y efectos que han dado lugar al concepto “fantasma”,  pero tenemos que reconocer que no están tan claras las causas que lo provocan, salvo que aceptemos de pleno la explicación trascendente y demos por hecho que, efectivamente, son manifestaciones que nos revelan la existencia postmorten. ¿Hay pruebas de ello? Sí entendemos por pruebas investigaciones realizadas bajo condiciones de laboratorio que indiquen que los espectros, más allá de toda duda, son exactamente lo que culturalmente creemos, la respuesta es no. Lo que sí tenemos son muchos casos, muchos testimonios aportados por personas creíbles de toda condición, que fortalecen esa interpretación. El prestigioso psicólogo e investigador psíquico Charles Tart aporta en su libro El fin del materialismo un caso muy interesante, protagonizado nada menos que por un profesor y catedrático emérito de psicología, el doctor Joseph Waldron, de la Universidad Estatal de Ohio. Waldron perdió a su esposa Rene en 1992 de un cáncer fulminante tras veintiséis años de feliz matrimonio, lo que le arrastró a un profundo estado depresivo. Una noche se levantó del sofá para atender a una llamada en la puerta de su casa y allí se encontró a su mujer “Mi estúpido comentario fue: <¿qué estás haciendo aquí en la puerta principal?>, pero lo que realmente pensaba era: <¿Cómo puedes estar aquí si estás muerta?> Era como tratase de ser diplomático. Ella me respondió diciendo, con una sonrisa llena de amor y bondad, aunque también de vacilación: <Sabes muy bien por qué. Yo ya no vivo aquí>. Luego dio media vuelta y se marchó, alejándose del porche. (…) El evento fue increíblemente real, “más real que la realidad”. Nuestro protagonista tuvo un segundo encuentro que incluyó una interacción y diálogo más largo, unas experiencias que tal y como reconoció habría etiquetado en otras personas como alucinaciones hipnagógicas de no haberlas experimentado en carne propia. ¿Fueron fruto de la sugestión, del estrés y el anhelo de la pérdida que estaba gestionando? Es posible, pero los casos no siempre siguen este patrón,  reuniendo características que resultan demoledoras para con las explicaciones convencionales. Este es el caso del episodio vivido por una pareja de la Guardia Civil en la isla de La Gomera, que nos fue narrando por quien entonces era su superior. Mientras los agentes permanecían dentro del vehículo en el exterior del aeropuerto de la isla, fueron abordados estrepitosamente por un individuó que prácticamente entrando por la ventanilla del coche, les increpaba vociferando para que se fueran. Los agentes inicialmente y por un instante reaccionaron de forma extraña, poniendo el vehículo en marcha para alejarse, pero inmediatamente rectificaron con el fin de identificar al individuo y aclarar la situación. Inesperadamente el sujeto había desaparecido, en un abrir y cerrar de ojos y sin margen para huir sin ser visto. “Unos días más tarde los agentes comentaron el episodio en un establecimiento de Playa Santiago –nos explica nuestro informante- y al describir físicamente al individuo así como su comportamiento, compartieron el asombro con los vecinos presentes, que lo identificaron de inmediato con un vecino fallecido tiempo atrás que tenía costumbre de ir a dormir dentro de su coche a ese lugar. Los guardias civiles no tenían manera de saber quién era ese sujeto” ¿Una alucinación?, ¿sugestión?…cuesta creerlo.

Sugestión, potencia psíquico, infrasonidos…

A pesar del tiempo transcurrido, la clasificación realizada en 1942 de los tipos de fantasmas que realizó el físico y matemático George.N.M. Tyrrell en su libro Apariciones sigue vigente. Él, que era partidario del origen psíquico de los fantasmas, apuntó a cuatro tipos tras estudiar miles de casos archivados en la mítica Sociedad para la Investigación Psíquica: espectros que frecuentan un mismo lugar, fantasmas que aparecen muy poco después de una persona morir, apariciones de  personas cuya supervivencia está en juego y fantasmas que son el producto de proyecciones conscientes de personas vivas. En cuanto al abordaje del fenómeno, sólo ha variado en el uso de más y mejor tecnología, que permite medir nuevos parámetros o ser más preciso en los clásicos, así como monitorizar visualmente a tiempo real los escenarios. De resto, los investigadores han de enfrentarse al fenómeno realizando exhaustivas encuestas y pesquisas, y apoyándose como antaño en las aportaciones de varios sensitivos e incluso en las reacciones de animales llevados exprofeso al lugar de las apariciones. Una vez descartado el fraude o engaño premeditado, ¿en qué escenario de explicaciones nos movemos?

Obviamente, y esto es algo que toman en consideración la inmensa mayoría de los investigadores del fenómeno por muy proclives que sean al escenario paranormal, los dos primeros factores interconectados que tenemos que barajar ante las observaciones de fantasmas son la confusión y la sugestión. Ambas van de la mano y nos juegan malas pasadas con más frecuencia de lo esperado. Simplemente todos nos podemos confundir, y sí encima estamos psicológicamente predispuestos por una pérdida o un exceso de credulidad, las posibilidades de multiplican. Un estímulo convencional y que en otro momento habría pasado inadvertido, como un soplo de aire, el crujido de la madera, el ruido de las cañerías, defectos eléctricos, insectos que se cuelan en la casa, una cortina al viento, manchas de humedad, etc…se pueden llegar a convertir con más frecuencia de lo esperado en “señales” o en manifestaciones de una presencia invisible. Y si encima el lugar en el que suceden tiene cierta fama o reputación al respecto, las posibilidades de “sentir lo invisible” alcanzan su cota máxima. Esta obviedad la han comprobado experimentalmente el psicólogo Richard Wiseman y algunos de sus colaboradores, como el estadounidense Jim Houran en un cine en 1997, exponiendo a grupos de personas a lugares convencionales y “encantados”, combinado información real con historiares maquillados. Indefectiblemente cuando los sujetos pensaban que visitaban un lugar encantado, las percepciones que se consideraban anómalas se multiplicaban sustancialmente. Con la democratización de la tecnología digital portátil este tipo de efecto se suele ver muy reforzado con una larga colección de fotografías en las que aparecen trazos o bolas de luz, cuando no sugerentes orbes, que son habitualmente interpretados como manifestaciones de esas presencias espectrales.

Aunque se han propuesto explicaciones adicionales como sería el caso de alucinaciones hipnagógicas o de aquellas más inquietantes relacionadas con la parálisis del sueño, el estudio de la casuística nos obliga a descartarlas salvo para casos extremadamente raros, esencialmente porque los sujetos que afirman ver fantasmas generalmente están bien despiertos o comparten la observación con otras personas.

La estimulación electromagnética de ciertas regiones del cerebro como el lóbulo temporal, de forma artificial o bien de forma natural en ciertos lugares que tienen esa capacidad, podría generar la percepción de una presencia y diversas experiencias místicas, como defiende el conocido neurólogo de la Universidad de Ontario y artífice del “casco de Dios” Michael Persinger. De acuerdo con esta posibilidad, los fantasmas tampoco existirían como tales, sino que sería la consecuencia de esa estimulación cerebral.

Tyrrell y otros parapsicólogos han apuntado a la telepatía, a las proyecciones extracorporales e incluso a la proyección y materialización de pensamientos, como explicaciones viables para las apariciones de fantasmas. Estas propuestas sitúan y reducen el origen y naturaleza del fenómeno exclusivamente al potencial de la mente humana, excluyendo la intervención de espíritus desencarnados por mucho que la apariencia de los espectros sea la de personas fallecidas conocidas. Los efectos físicos que acompañarían a la aparición también estarían provocados de forma telequinésica y no consciente por la mente humana, que alimentaria con energía psíquica a los fantasmas históricos o de largo recorrido.

A estas hipótesis se ha venido a sumar en los últimos años una interesante posibilidad relacionada con los efectos que provocan en los seres humanos los infrasonidos. Estas ondas acústicas están por debajo del umbral de audición humano, cosa que no sucede con muchos animales que sí pueden percibirlas e incluso son capaces de generarlas. Tal vez el ejemplo más conocido es el de los animales que reaccionan con anticipación a terremotos o volcanes, en los que se generan infrasonidos. La vinculación con el tema que nos ocupa radica no sólo en la posibilidad de que puedan hacer temblar e incluso mover ciertos objetos, sino en las sensaciones poco agradables que generan en nosotros los humanos sin que seamos conscientes de ello dado que no podemos escucharlos, como es el caso de mareos, náuseas, alteración de la respiración, tos, dolor de cabeza sensación de ser observado o impresiones de tristeza o de temor. El ingeniero eléctrico Vic Tandy fue más allá al descubrir en 1988 de forma accidental que los infrasonidos podían generar “apariciones”, cosa que él mismo vivió en carne propia. Las vibraciones de un ventilador motivaron que una noche viera en el laboratorio en el que trabajaba la aparición de una figura borrosa grisácea, lo que le llevó a proponer a través de las páginas del Journal of the Society for Psychical Research que ciertos edificios encantados podían ser el foco de infrasonidos de forma natural. La idea desde luego es muy sugerente si tenemos en cuenta que el viento, las olas del mar o cierta maquinaria pueden provocarlos y estos se pueden propagar largas distancias. Habría que indagar caso por caso, pero desde luego es evocador que ciertos castillos o edificios antiguos en los que reiteradamente se habla de fantasmas puedan estar bajo el influjo de los infrasonidos. Experimentalmente Wiseman puso a prueba el potencial espectral de los mismos en una sala de conciertos. Junto a varios alumnos y especialistas en acústica lograron reunir a cuatrocientas personas que fueron distribuidas en dos conciertos de piano de “música experimental” realizados en la misma sala de forma consecutiva y con el mismo repertorio e intérpretes. Sólo existía una diferencia, durante las piezas de los conciertos se emitirían infrasonidos con un dispositivo muy rudimentario pero efectivo, un trozo de cañería con un altavoz de baja frecuencia. El público, ajeno por completo al objetivo real del experimento, debía llenar un cuestionario por cada interpretación valorando las sensaciones que la música le provocaba. El resultado fue revelador y necesariamente a tener en cuenta por los investigadores cuando se enfrenten a estos casos, ya que las sensaciones o experiencias inusuales descritas fueron un 22% más abundantes durante los momentos en los que se emitían los infrasonidos.

Aunque aún no tengamos la respuesta definitiva al fenómeno de los fantasmas, sin duda hoy más que nunca gracias a la ciencia y a la tecnología estamos más cerca de acorralarlo y entenderlo

José Gregorio González

OTROS DATOS

¿Vivir o no vivir en una casa encantada?

Hace un año la empresa inmobiliaria Realtor.com encargó a la consultora Move el Informe de Vivienda Encantada, elaborado en Estados Unidos a partir de unas 1.400 entrevistas, una encuesta en la que se exploraba el efecto que podía tener la creencia en las casas encantadas sobre los umbrales de consumo en el mercado inmobiliario. Aunque el informe pueda resultarnos curioso y hasta original, lo cierto es que pivota sobre una relación ya conocida –presuntos fantasmas e intereses inmobiliarios por abaratar ventas o librarse de inquilinos- a cerca de la cual ha investigado en profundidad en nuestro país nuestro colaborar Sanchez-Oro.

En el caso concreto del informe de Realtor.com los resultados son una clarificadora radiografía de las creencias y del pragmatismo de los estadounidenses con respecto al tema que nos ocupa. Tal y como explica en el documento Alison Schwartz, vicepresidente de comunicaciones corporativas de Move.“Al comprar una casa, los compradores quieren saber en qué se están metiendo y eso incluye cualquier cosa potencialmente espeluznante. Our data reveals that while the majority of consumers are open to purchasing a haunted home, many buyers conduct research on a home’s history to be aware of any weird incidences,” said Alison Schwartz, VP of corporate communications for Move. Nuestros datos revelan que, si bien la mayoría de los consumidores están abiertos a la compra de una casa embrujada, muchos compradores llevan a cabo investigaciones sobre la historia de una casa para estar al tanto de las incidencias extrañas que pueda tener”.

En líneas generales un 62% de los encuestados se mostró receptivo a la hora de comprar una casa embrujada, mientras que un 51% conocía el caso de alguna persona que experimentaban estos fenómenos y un 35% declaró haber vivido ellos mismos en un hogar embrujado. Nada menos que uno de cada cuatro encuestados había realizado su propia investigación sobre el pasado de los inmuebles en los que vivía en busca de hechos misteriosos, quien sabe si influenciados por la cultura televisiva a la que nos hemos referido en este artículo. ¿Qué podía hacer sospechar a un potenciar comprador que la casa que le ofertan está habitada por fantasmas? No es necesario ver espectros. A un 61% le haría sospechar que hubiese un cementerio en la propiedad, a un 50% que la casa tuviese más de un siglo, a un 45% le daría mala espina que la venta fuese demasiado rápida o el precio demasiado bajo, mientras que para un 43% la cosa no pintaría bien si en las proximidades del futuro hogar existiese un campo de batalla. Más del 70% de los encuestados esperaba algún descuento en el precio sí la casa estaba embrujada, de los cuales el 19% esperaba adquirirla como mínimo a la mitad de su precio. Está claro que lo paranormal en una casa se lleva mejor sí uno se ahorra un dinerillo en la compra, pero a la hora de la verdad y enfrentados cara a cara a los inexplicable, ¿qué podía disuadir a los 1.400 encuestados de comprar una vivienda? El 75% desistiría si ve levitar objetos y un 63% cambiaría de opinión tanto si los objetos se mueven como si observa un fantasma. Tener “sensaciones sobrenaturales” o que las luces y electrodomésticos no funcionen correctamente sería suficiente para que un 61% no comprase una vivienda, mientras que los ruidos extraños acabarían con la transacción en un 60% de los casos. A un 34% de asustadizos le bastaría para cambiar de opinión con encontrar puntos o zonas calientes o frías en la vivienda. 

EL INCREIBLE ENCUENTRO DE KÜBLER-ROSS

Uno de los episodios más célebres en este sentido fue el vivido por la doctora Elizabeth Kübler-Ross, narrado años después de que le sucediera en su libro La Rueda de la Vida. No solo hubo una observación, sino diálogo y una evidencia física en su encuentro. Se topó de bruces en el hospital en el que estaba investigando con una antigua paciente fallecida diez meses antes, la señora Schwartz. “La mujer estaba flotando en el aire, casi transparente, y me sonreía como si nos conociéramos”

La desconcertante experiencia tuvo lugar en el transcurso de una investigación que conducía junto al reviento Gaines centrada en ese momento en las visiones protagonizadas por moribundos y durante experiencias cercanas a la muerte, una vivencia que por entonces no contaba con la proyección pública que ganaría a raíz de los trabajos del doctor Raymond Moody. Simultáneamente, la doctora impartía en la Universidad de Chicago junto a otro reverendo un seminario titulado “La muerte y el morir”, una actividad que en aquel momento estaba decidida a abandonar debido a la falta de química que había entre a ambos. El encuentro espectral sucedió justo el día y en el momento preciso en el que se lo iba a comunicar a su compañero. Kübler-Ross y el espectro de la “señora Schwartz” caminaron juntas desde el ascensor hasta su despacho, llegando a abrirle la puerta del mismo. Podemos imaginar la turbación de la doctora. El “espectro” había regresado para darle las gracias por sus atenciones, y para instarla a que no dudara de su trabajo y continuara con el mismo.De pronto –escribe la doctora- presentí que ella ya conocía mis pensamientos y todo lo que iba a decirle. Decidí pedirle una prueba de que estaba realmente allí; le pasé una hoja de papel y una pluma y le pedí que escribiera una breve nota para el reverendo Gaines. Ella escribió unas palabras de agradecimiento.

– ¿Está satisfecha ahora? —me preguntó.

Francamente, yo no sabía qué era lo que sentía. Pasado un momento la señora Schwartz desapareció. Salí a buscarla por todas partes; no encontré nada. Volví corriendo a mi despacho y estudié detenidamente la nota, tocando el papel, analizando la letra, etcétera. Pero entonces me detuve. ¿Por qué dudarlo? ¿Para qué continuar haciéndome preguntas?”

Al parecer la nota fue conservada por Gaines.

EL ESTIGMA DE VER UN FANTASMA

Uno de los más recientes estudios sobre este tema realizados desde el ámbito de la sociología y la antropología indagó en la manera en la que una aparición fantasmal puede afectar a la vida de los testigos. Fue publicado el pasado mes de septiembre por los sociólogos Michael Hirsch y Jammie Price en la revista Paranthropology, una publicación que hace una lectura antropológica de lo paranormal.

Trabajando sobre una muestra de 39 sujetos de entre 18 y 75 años que habían tenido encuentros con espectros entre 2003 y 2013, el equipo aportó datos sumamente reveladores, comenzando por la prevalencia de mujeres sobre hombres, que fue de 30 frente a 9. El 82% había tenido más de un encuentro, frente al resto que solo había tenido una experiencia. Las experiencias incluyeron movimiento de objetos en el 51% de los casos, apariciones en el 48% de ellos y ambas cosas en un 72% de la muestra. Los casos fueron valorados como positivos por la inmensa mayoría, de tal manera que en solo 3 casos la experiencia fue negativa, intimidatoria. También llama la atención que en el 64% de las ocasiones las observaciones de fantasmas tuvieron lugar en momentos y circunstancias normales y rutinarias de la vida de los testigos, lo que contrasta con el argumento recurrente de la sugestión como posible explicación. En este sentido también es significativo que en el 62% de los episodios el testigo estuvo acompañado de otras personas que también percibieron simultáneamente la presencia, lo que desgasta aún más la hipótesis de la sugestión.

En el 59% de los casos los testigos no conocían la identidad del fantasma, frente a un 26% que reconoció a algún familiar o amigo muy cercano. Ahondando en las interpretaciones personales los investigadores descubrieron que el 63% entendía que contactaron con fantasmas porque ellos mismos eran “sensitivos”, más receptivos. Mientras, un 23% lo interpretó en clave religiosa en base a su educación y un 18% aseguraba no haber creído en nada así de no haberlo visto ellos mismos. En cuanto al impacto vital, para el 51% no hubo influencia alguna en su vida, mientras que el resto pidió asesoramiento profesional, cambió ciertos hábitos para evitar que se repitiera o entendió que había sido una auténtica bendición. Al contar sus vivencias 27 sujetos, el 69%, padeció “estigmatización”, es decir, fueron cuestionados, señalados o etiquetados despectivamente por su entorno. Significativamente, de los 10 testigos que no padecieron estas secuelas sociales, 9 vivieron sus experiencias acompañados por otras personas que también fueron testigos.

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