COMPARTE:

HUMANCÉ OLIVER

El Simio más inteligente en el Planeta de los Humanos

 

Desde que entrara en escena en 1976 y hasta su muerte en 2012, este curioso chimpancé conmocionado al mundo entero y despertó el interés de expertos en evolución, medicina, biología animal y disciplinas tan diversas como la criptozoología. Precisamente fue desde este último ámbito desde donde alcanzaría mayor notoriedad gracias al trabajo del Dr. Karl Shuker.

La evolución por otro camino, la manera en la que podrían haber sido las cosas sí el tipo de inteligencia y habilidades que consideramos exclusivas de los humanos, también se desarrollaran hasta su máximo potencial entre los simios. Ese es hilo conductor de una de las grandes sagas del cine, que en estos días de julio de 2017 regresa a la gran pantalla. En sintonía con ello hoy recuperamos la historia de Oliver, un chimpancé que entró en escena a principios de los años 70 para desconcierto de propios y extraños.

Dos entrenadores de animales Frank y Janet Burger, adquirieron a Oliver junto con otros tres chimpancés, gracias a los tramites que realizó uno de los hermanos de Frank en una región cercana a La Republica del Congo (antigua Zaire). Oliver era apenas un recién nacido cuando llegó a manos de los adiestradores, y estos pronto se dieron cuenta de que no podían utilizarlo junto con los otros animales puesto que aquellos lo rechazaban cuando realizaban los ensayos para sus espectáculos en el Show de Ed Sullivan, y en el Radio City Music Hall, entre otros.

Los dueños del animal no sabían a ciencia cierta la razón por la que Oliver era rechazado por sus congéneres, pero se especulaba que podría ser por su apariencia física, más cerca de un humano que de un chimpancé. Su pelo negro y su piel de color rosáceo-castaño eran propios y comunes al de todos los chimpancés, pero no así algunas características extrañas de su morfología, como su cráneo pequeño, de forma ovoide y sin pelo. Su mandíbula menos prominente y orejas casi puntiagudas hacían que junto a las pecas que cubrían su cara Oliver tuviera un aspecto a medio camino entre un humano y un chimpancé.

Estas curiosidades provocaron que aquel extraño e indefenso animal se conviriera en noticia, apareciendo incluso en la prestigiosa “The Times”, donde además se generó una polémica que añadía más misterio al caso. Algunos periodistas que visitaron a Oliver se percataron de que aquel olía de una forma totalmente diferente al resto de los animales, de hecho, casi no tenía olor, era como si se lavara todos los días.

La celebridad de Oliver quedó patente en 1976 cuando el matrimonio Burger aceptó una cuantiosa suma, 8.000 dólares, de manos de un abogado de Nueva York, Michael Miller. Sin embargo dicha celebridad no se cimentaba en dicha suma, sino en las razones que aceleraron la venta aportadas por Janet Burger, así como los detalles que ofreció en torno a la vida y el comportamiento del chimpancé.

COMPORTAMIENTO CASI HUMANO

Janet comentó cómo actuaba el animal al ser rechazado por sus semejantes. Al parecer Oliver tenía un patente gusto por andar de forma bípeda, y ayudar en las labores de la casa. Janet comentaba como Oliver transportaba la carretilla repleta de heno para descargarla en el lugar que se le indicaba, incluso como traía y mezclaba el alimento para los perros en sus cuencos de comida. A medida que Oliver iba envejeciendo adquiría paralelamente comportamientos humanos. “Gustaba de sentarse en una silla frente al televisor con una bebida en la mano, incluso escogía lo que quería tomar, café o a veces whisky y de hecho el mismo se lo servia”, comentó la señora Burger.

Al parecer Oliver también desarrolló y visibilizó claramente emociones humanos, incluso en alguna ocasión llegó a derramar alguna lagrima cuando se producía una separación o se le dejaba apartado por un corto espacio de tiempo. Pero los veraderos problemas llegaron cuando alcanzó la edad adulta. Al alcanzar la madurez sexual Oliver comenzó a experimentar la inevitable necesidad de la reproducción animal, pero la atracción no la sentía por los de su misma especie. Al parecer el animal intentó en más de una ocasión seducir y practicar el sexo con Janet y otras mujeres que trabajaban en el centro. Se estimaba que Oliver era tan fuerte como siete hombres, y pronto comenzó a echar raíces en Janet una sensación de pánico permanente, lo que la motivó a darle un ultimátum a su marido para deshacerse del animal.

Cuando en el 1976 el matrimonio lo vendió a Miller se difundió una noticia que, de haberse confirmado, habría conmocionado al mundo de la medicina en general y al de la biología animal en particular. Al parecer Oliver tendría 47 cromosomas, uno más que los humanos y uno menos que el resto de los chimpancés. Si esto era cierto, ¿dónde encajaba este chimpancé?

¿CRIA DE BIGFOOT, MUTANTE, HIBRIDO O UN HUMANOIDE PRIMITIVO?

Durante la época en que Oliver estuvo en manos de Miller, el abogado manifestó en repetidas ocasiones que deseaba realizarle al animal una batería de pruebas científicas, pero si llegó a realizarlas nunca salieron a la luz. Sin embargo esto no impidió que Oliver estuviera en el punto de mira de toda clase de científicos, que anhelaban desentrañar la verdad sobre la auténtica procedencia del simio.

Oliver permaneció poco tiempo con Miller, puesto que este no obtuvo los beneficios que esperaba con su adquisición. Posteriormente pasó a manos de unos adiestradores de animales de la Costa Oriental de Estados Unidos, para luego acabar exhibido como un “monstruo” en una atracción propiedad de Ralph Helfer. A partir de aquí la vida de Oliver se convirtió en un ir y venir deambulando por parques de atracciones y barracas de feria. Durante ese tiempo Oliver estuvo a cargo de Ken DeCroo, quien confirmó el comportamiento humano de Oliver. DeCroo, antropólogo y entrenador de animales veía en Oliver un animal con un terrible problema, “no era posible saber que ocurría en su cerebro”. Comentaba que en ocasiones se solían sentar juntos a tomar café, bebida que Oliver servía sin ningún tipo de problema. “En ocasiones al servirlo lo derramaba, entonces se confundía, parecía no saber que hacer, era como si su cerebro le dijera como hacerlo correctamente y su cuerpo no le hiciera caso”.

Mientras Oliver intentaba sobrevivir de una forma digna, los especialistas en primates intentaban dilucidar el “problema” del desdichado chimpancé. Si la afirmación de Miller sobre la tenencia de 47 cromosomas era cierta, Oliver seria algo especial, casi único. Pero algo no encajaba. Si el chimpancé estuviera afectado de algo similar al Síndrome de Dawn, Oliver tendría 49 y no 47 cromosomas. Por lo tanto o se trataba de una nueva especie de chimpancé extremadamente extraña, o aquel animal era el fruto de un mezquino experimento que tendría como fin el cruce de un humano y algún tipo de homínido. Esta ultima teoría se nutría principalmente del aparente comportamiento humano de Oliver, que a todas éstas se mostraba ajeno al dilema que representaba.

La única manera de solucionar el misterio era realizar un concienzudo análisis de la sangre y examinar la secuencia de su DNA, cosa que se llevó a cabo en los años noventa del siglo pasado. En 1993 el Dr. Karl Shuker en un concienzudo estudio sobre los misterios criptozoologicos de África, afirmó con rotundidad que Oliver era meramente un chimpancé africano occidental con unas características muy especiales, y no se equivocaba. Pocos años después y tras los análisis realizados a Oliver, publicados en 1998 por la AJPA (American Journal of Physical Anthropology), se llegó a la conclusión de que Oliver poseía 48 y no 47 cromosomas, por lo que no había nada extraño  a ese nivel, salvo su comportamiento y morfología. Pertenecía a una subespecie de África Central conocida como “Pan troglodytes troglodytes”. Con estos resultados se diluía toda esperanza de ver a Oliver como un ejemplar joven de Bigfoot, un antepasado antiguo del hombre o una nueva especie. Nuestro protagonista pasó sus últimos días en un refugio de Texas, el Primarily Primates, donde sus cuidadores afirmaban que después de más de 20 años de experimentos y exhibicionismo de circense lograría vivir con tranquilidad hasta su muerte el 2 de junio de 2012.

 

David Heylen Campos

COMPARTE: