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Extrañas presencias en el Hospital del Tórax de Tenerife

 

Desde hace décadas, numerosas historias de corte paranormal se vienen contando en el Hospital del Tórax de Tenerife. Testimonios que hablan de una figura fantasmal tocada con un sombrero, experiencias cercanas a la muerte y la visión de seres fallecidos a los pies de la cama de los pacientes conforman una investigación periodística que se ha visto reflejada en la reciente publicación del libro “Los fantasmas de La Candelaria” (2.0 Books).

El extraño visitante de la habitación 29

Que en unas antiguas instalaciones, como las del Hospital del Tórax de Tenerife, surjan testimonios sobre presuntos fenómenos paranormales no nos coge muy desprevenidos. Se trata de un edificio que tiene más de 70 años de vida, y que se levantó con el objetivo primordial de luchar contra una terrible enfermedad, la tuberculosis, que entre la población isleña tuvo una especial incidencia. El temor que despertaba este mal ya hizo que en los primeros años 40, muchas personas evitaran ni siquiera acercarse al hospital puesto que se consideraba maldito.

Muchas de las leyendas que se contaban entonces siguen habitando entre las paredes del Tórax, reproduciéndose una y otra vez, mutando con el tiempo y adquiriendo, en muchas ocasiones, elementos modernos.

Una de estas historias habla de la presencia de una monja fantasmal que se pasea por los pasillos. También ha sido vista por en la ceremoniosa capilla del hospital. Según nos pudimos enterar, hará unos diez años, un ciudadano alemán hizo una fotografía en este lugar, y la sorpresa que se encontró fue mayúscula cuando, al descargar el archivo en su ordenador, pudo observar una “figura de fuego” cuya apariencia recordaba a la de una monja.

No es de extrañar. Este tipo de avistamientos son el recuerdo lejano del sacrificado trabajo de las monjas en los hospitales, cuando no había enfermeras. En el Tórax, concretamente, estuvieron desarrollando su labor las hermana de la orden mercedaria . Sin duda, se trata de un fenómeno que se ha dado en buena parte de los hospitales de nuestro país, sobre todo en aquellos que ya tienen más medio siglo de vida. Sin embargo, en el Tórax, las apariciones fantasmales tienen una naturaleza más singular.

Desde hace unos cinco años, en el Área de Cuidados Paliativos del Hospital del Tórax, se viene apareciendo a los pacientes una misteriosa figura que suele ser descrita como la de un “hombre con sombrero”. Y esto no sucede de cualquier forma o en cualquier lugar. Ocurre, concretamente en la habitación 29 de ese departamento. Según varios trabajadores del hospital a los que pudimos entrevistar, la entidad suele ser descrita como una sombra, sin rasgos faciales aparentes, tocada por lo que parece ser un sombrero. Hace acto de presencia por la noche, entrando por la puerta de la habitación y acercándose hasta los pies de la cama del enfermo. Según suelen contar al día siguiente, momento en que la experiencia es recogida por los enfermeros, esta sombra da la impresión de que les observa desde esa posición pero no transmite ningún mensaje. Acto seguido, o bien regresa por el mismo camino, o bien parece difuminarse, desapareciendo literalmente.

El fenómeno nos interesó mucho. Por un lado, porque la experiencia nos había sido trasmitida por varios trabajadores del hospital, Por otro, presentaba la ocasión excepcional de estudiar un suceso extraño del cual habían sido testigos una multitud de testigos independientes, fenómeno que, además, se localizaba en una ubicación concreta, y no otra, esta habitación 29. Con estas y otras intrigantes cuestiones decidimos intentar dar carta de veracidad a los testimonios de los pacientes y entrevistar a Miguel Ángel Benítez, jefe de la unidad de Paliativos:

 

Autor: ¿Los enfermos que están en sus últimas horas suelen experimentar apariciones de tipo sobrenatural?

M.A. Benítez: Ya no tanto, aunque sí hubo una época en que los pacientes, pienso que delirando, solían referirse a personas que estaban dentro de su habitación cuando presuntamente ahí no había nadie.

Autor: Pero estas personas, ¿tenían alguna apariencia en particular?

M.A. Benítez: Generalmente se referían a ella como una mujer con un sombrero. Se trataba de alguien que venía a visitarles, según decían luego.

Autor: ¿Y cuál era el comportamiento de esta mujer?

M.A. Benítez: Ninguno en particular. Simplemente entraba en la habitación por la noche. Los pacientes daban detalles de cómo la veían pasar por el marco de la puerta. Poco más te puedo decir.

Autor: ¿Esto podía ocurrir en cualquier momento del día?

M.A. Benítez: Sobre todo por la noche. No sé bien responderte por qué.

Autor: ¿Y esto lo veían todo tipo de pacientes?

M.A. Benítez: En general sí. No podría hacerte un perfil porque tampoco es un asunto sobre el que prestásemos especial atención. Sí podría asegurarte que hablaban sobre ello los pacientes que entraban en los últimos veinte días.

Autor: ¿Y por qué en los últimos veinte días?

M.A. Benítez: Pues yo pienso que era porque ya entraban con la cabeza un poco ida y referían este tipo de alucinaciones. Era bastante común en los enfermos que estaban en este periodo de tiempo.

Autor: ¿Ha habido muchos pacientes que hayan tenido esta visión?

M.A. Benítez: Pues yo le diría que unas 30 o 40 personas, por darle alguna cifra aproximada. No han sido pocos.

Autor: Desde luego. ¿Y durante cuánto tiempo han tenido ustedes constancia de estos testimonios por parte de los enfermos?

M.A. Benítez: Pues durante los últimos 6 o 7 años. Como le apuntaba antes, últimamente los pacientes apenas comentan este tipo de cosas, pero hasta hace un tiempo era relativamente frecuente.

Autor: ¿Y los enfermeros? ¿Ellos han visto algo inusual?

M.A. Benítez: No, los enfermeros nunca han visto nada de eso, por lo menos que yo sepa. Son los pacientes los que verbalizan sus delirios de esa manera. Como le digo, pensamos que son alucinaciones.

Autor: ¿Estas visiones, o alucinaciones como usted prefiere llamarlas, se localizan en alguna parte en concreto del Hospital? ¿O se producen igual en una habitación que en otra?

M.A. Benítez:  Pues esto es curioso. Se concentraban en la habitación 29 de Paliativos. No tengo conocimiento de que se haya visto en otras partes del hospital.

Autor: Para tratarse de una alucinación, resulta cuanto menos curioso que se dé siempre en el mismo sitio, que haya implicado a tanta gente y todos los pacientes describan algo tan concreto como una mujer con un sombrero, ¿no?

M.A. Benítez: Tenga en cuenta que los delirios son muy comunes en este tipo de enfermos, hacen que la cabeza se vuelva loca pero también, en cierta manera, se libera. Son personas que han debilitado su capacidad mental. Por otro lado, no hay que desechar, por supuesto, los factores externos.

Autor: ¿A qué factores se refiere?

M.A. Benítez: Pues que hay que tener en cuenta que el hospital es muy antiguo. Súmele el hecho de que las ventanas no cierran bien, las penumbras…Las noches en los hospitales son muy propensas a este tipo de historias.

Autor: De acuerdo, pero ¿cómo explicar la visión de esta mujer a la que tanto se refieren los pacientes, y precisamente en la habitación 29 y no en otra?

M.A. Benítez: Nosotros interpretamos que es la habitación mas dada a este tipo de visiones porque está cerca de la puerta y desde ahí se ve un árbol al lado.

Quedaba confirmado. El avistamiento de esta presencia extraña era una realidad, pero no imaginábamos que el fenómeno alcanzara estas dimensiones: ¡entre 30 y 40 personas en los últimos seis años! Una historia digna de ser estudiada en profundidad. Para el doctor todo tiene que ver con la percepción de los pacientes afectados por la medicación y la enfermedad. La causa será un árbol, quizás agitado por el viento, durante la noche, momento en que la luz desaparece y las formas se difuminan. Es posible, aunque para nosotros la naturaleza de esta figura obedece a una naturaleza más compleja, no porque tenga que ver necesariamente con el “más allá” o apariciones de ultratumba. Es probable que todo esté relacionado con la psique del testigo y ese delicado momento de la vida por el que está pasando. Si todo queda reducido a química y sombras, ¿por qué no describen al Bigfoot o al clásico “gris” extraterrestre? ¿Por qué tantas personas ven lo mismo y en el mismo lugar? Nos da la impresión de que detrás de estas experiencias se oculta un misterioso patrón.

Entidades anunciadoras de muerte

El hombre del sombrero es un arquetipo. Existen incontables testimonios relativos a esta misteriosa entidad, no solo en el ámbito de una habitación de hospital. En las clásicas apariciones de alcoba es una figura recurrente.

A finales de 2014, la localidad inglesa de Cannock Chase vivió un episodio insólito que rayó la histeria colectiva cuando sorprendentemente se produjo una oleada de apariciones de un ser descrito como sobrenatural. Una noche, cuando se encontraba en su cama, una vecina aseguró encontrarse con “un hombre que flotaba” frente a ella. Según descripción vestía de negro y llevaba un sombrero. En otra ocasión, un joven que paseaba a medianoche en Castle Ring, afirmó encontrarse “con una figura extraña elevada entre los árboles”. Según su descripción, “iba vestido como un caballero, con un largo abrigo y un sombrero clásico”.

En el caso que nos ocupa, no parece asustar ni crear temor en los testigos. Los pacientes del Tórax no indican ninguna sensación de inquietud o miedo. Nos inclinamos a pensar que, lejos de ser visto como una amenaza, pudiese tranquilizar de alguna forma a quien está en ese último periodo de la vida. Quizás sea un guía que calma la ansiedad del enfermo y le enseña el camino a seguir. Una forma de canalizar el momento de la muerte. Si es producto de la psique o una realidad trascendente, no importa demasiado.

Aún seguimos indagando en esta historia. Tenemos la impresión de que ese hombre con sombrero debe tener una identidad. Quizás se trata de una mujer, y no un hombre, tal y como nos ha aclarado Miguel Ángel Benítez. En ese caso, ¿se trataría de una monja? En vez de un sombrero, podría tratarse de uno de esos antiguos hábitos usados por ciertas órdenes religiosas que tenían un característico tocado de ala ancha.

Los pacientes no son los únicos que han tenido encuentros extraños en el Tórax. Los propios enfermeros han sido testigos de presencias sobrenaturales. Algunas de estas apariciones parecen haber sido la antesala de funestos sucesos. Juan Antonio Gómez, auxiliar de enfermería en el Paliativos vivió una experiencia difícil de olvidar. Sucedió en 2002. Esto fue lo que nos contó:

J.A. Gómez: Esto fue hace más de diez años, en 2002. Estaba yo sentado, en mi escritorio. Mi mesa daba por la izquierda a un ventanal grande, hacia el pasillo. Entonces estoy escribiendo y veo pasar de reojo, a una persona vestida de blanco. Le digo a la enfermera: “¿Tú acabas de pasar por aquí?. Y ella me dice que no. Y yo: “Sí has pasado por aquí, que te acabo de ver”. Y ella que no, que no.

Autor: ¿La enfermera dónde se encontraba en ese momento?

J.A. Gómez: Pues en el lado contrario de aquel al que se había desplazado esa persona de blanco.

Autor: ¿Pudiste verlo bien? ¿Podrías describirlo?

J.A. Gómez: Solo te puedo decir que iba vestido de blanco y que parecía un hombre. Apenas pude apreciarlo con la visión periférica, pero fue lo suficientemente claro como para poder afirmar que estaba allí.

Autor: ¿No podría ser alguien que andaba por el pasillo en ese momento?

J.A. Gómez: Imposible. Allí no había nadie más que nosotros. No estaba ni el médico de guardia. La puerta de entrada se cierra con llave, no puede entrar nadie. Y la puerta que hay por fuera, que da al aparcamiento también se cierra con llave. Si uno salía un momento para comer o lo que sea, se cerraba a cal y canto.

Autor: ¿Y pudiste escuchar algún ruido que hiciera ese individuo al pasar?

J.A. Gómez: Ninguno. Lo cual confirma mi extrañeza porque si hubiese sido la enfermera, o cualquier otro trabajador del hospital, lo hubiésemos oído. Los zapatos nuestros chirrían mucho.

Autor: ¿Y qué hiciste después de ver pasar a aquel ser de blanco?

J.A. Gómez: Obviamente me asusté. Llamé a la enfermera a gritos y los dos nos dirigimos hacia la habitación que hay al otro lado del pasillo, en la dirección a la que se movió y desapareció ese individuo. Era una habitación sin salida. No había ni rastro del tipo. ¿Cómo pudo desaparecer de esa manera? Aún me lo pregunto. Allí había varios pacientes pero estaban muy sedados, así que ni nos molestamos en preguntarles. Pero aquí no acaba la cosa. Lo que me dejó petrificado  fue lo que pasó poco después.

Autor: ¿Qué ocurrió?

J.A. Gómez: Al rato volvimos a pasar por la habitación y había fallecido uno de los pacientes. Nos quedamos…No sabíamos qué decir ni hacer. Claro, era inevitable pensar que todo tenía que ver con aquella aparición. ¿Pero qué sentido tenía?

Según nos confirmó el propio profesional, a los cinco días se produjo una situación muy similar a la vivida por él, en aquella misma planta. En esa ocasión, fue una compañera suya, a la que llamaremos Elena, la que se enfrentó a un extraña presencia. En ese momento, según nos relata Gómez, solo había un paciente en este departamento. Se encontraba en fase agónica. No había nadie más. Todo estaba cerrado. Todas las puertas en planta daban a hacia un balcón.

Elena y una auxiliar estaban haciendo una ronda de madrugada. En el momento de entrar en la habitación donde se encontraba el enfermo, ven salir a alguien que se dirige hacia el balcón. Lo describieron como un hombre joven que iba completamente vestido de blanco. Se quedaron sin reaccionar durante unos segundos. Sencillamente, allí no podía haber nadie. Entonces fueron a dar con aquel individuo. Al llegar al balcón no había rastro de él. No podía haberse colado por ninguna de las puertas porque estaban cerradas con llave. Y tampoco podía saltado hacia la calle o se habría matado, ya que por esa parte del edificio hay varias plantas. Por lo menos habrían visto la caída. Es como si se hubiese esfumado.

Se podría pensar en una alucinación, pero es que en este caso lo vieron dos personas.

Posteriormente, alertaron a otro médico que se encontraba de guardia e hicieron una ronda para encontrar al intruso, pero no hubo resultado. Lo que ocurrió tan solo dos horas después, según el relato de Gómez, dejó a sus compañeras en estado de shock. El único paciente de aquella habitación falleció.

¿Son estas apariciones manifestaciones anunciadoras de una muerte inminente? Hay autores que así lo consideran. Santiago Vázquez, periodista y experto en Parapsicología, nos sugiere que podría tratarse de presencias que advierten de la proximidad de un fallecimiento. Algo, en su opinión, muy frecuente en ambientes hospitalarios: “Conozco otros casos de hospitales en los que hay, al menos, una aparición. Concretamente, dos hospitales en la comunidad de Madrid, muy antiguos, uno de ellos en ruinas, en desuso. En los dos casos se aparecen niñas”.

Al interpelarle sobre la posibilidad de que pudiese tratarse de una alucinación, nos contesta: “Podría ser así, de no ser por un detalle. Las niñas están identificadas. Fueron reconocidas por su aspecto físico y posteriormente se supo que estaban muertas. Habían fallecido en esos hospitales.  Lo curioso es que se siguen apareciendo después de muchas décadas”.

Otro tipo de encuentros sobrenaturales previos a la muerte son las visitas de seres fallecidos a los pacientes. Un 80% de los avistamientos suelen corresponder a familiares muertos o figuras religiosas. En la mayoría de los casos, suelen venir con un mensaje para el enfermo, que ya se encuentra en fase agónica. Pero esto ya debe formar parte de otro ensayo.

OTROS DATOS

Un sanatorio en la montaña

El 16 de agosto de 1945, se inauguró de manera oficial el Hospital del Tórax, también conocido como Hospital de Ofra. Su construcción obedecía a la necesidad de combatir la tuberculosis, una enfermedad que, durante aquellos años, sufrió de forma especial la población de Tenerife. La idea era la de, siguiendo las antiguas corrientes higienistas alemanas de principios del siglo XX, abrir unas instalaciones a cierta altitud para que los vientos barrieran las miasmas que provocaban la enfermedad,  y el aire puro de la montaña curara a los internos.

Además, el edificio estaba orientado hacia la salida del sol. Esta disposición permitía que los enfermos pudiesen aprovechar en la terraza la mayor cantidad posible de horas de luz solar, y que ésta pudiese acabar con el mal (proceso conocido como helioterapia).

El historiador Francisco-Javier Castro-Molina habla en su trabajo “Peste blanca y montañas mágicas. La tuberculosis en Canarias” sobre el Hospital del Tórax:

El nuevo edificio se ubicó a 350 metros sobre el nivel del mar, a 7 kilómetros al sur de la capital, en una finca de seis fanegadas de extensión. Se articulaba a partir de tres plantas, en las que la enfermería con sus terrazas estaba orientada hacia el este-sureste, ya que la orientación directa hacia del sur hubiera provocado situaciones demasiado «calurosas» en los pacientes alojados en el Sanatorio. Al lado contrario, se alzan la fachada principal con su puerta principal, a la que se unían los servicios generales del establecimiento. Junto al gran edificio se construyeron garajes y un cuarto destinados a las lavadoras, a los que se le unieron las viviendas destinadas al director, administrador, enfermeras, conserje y empleados masculinos.

A todo ello, hay que agregar los diferentes proyectos que fueron surgiendo a medida que el Sanatorio comenzó su andanza: aumento del personal subalterno; incluir 60 camas más mediante pequeñas reformas sobre la estructura y distribución del edificio (mover algunos tabiques), creación de talleres de reeducación y readaptación como trabajos agrícolas efectuados por los enfermos; construcción de almacén que estará concluido a finales de 1949; ampliación de la vivienda para empleados masculinos y enfermeras; construcción de un alojamiento para animales de experimentación; y la instalación, con las consiguientes obras, del servicio de tuberculosis osteoarticular en la azotea del Sanatorio, con un total de 30 camas.

Una investigación de tres años

En “Los fantasmas de La Candelaria” (2.0 Books) se recogen tres años de investigación periodística en la que se han analizado algunas de las leyendas y testimonios de tipo paranormal que, desde hace décadas, han circulado en dos hospitales de Tenerife: El Hospital del Tórax y el Hospital de Nuestra Señora de Candelaria.

Los autores, Alfonso Ferrer y Alfredo Moreno, han recopilado relatos de primera mano sobre apariciones fantasmales y fenómenos paranormales. Médicos y enfermeros han contado ,sin prejuicios, vivencias extraordinarias que han conformado un particular folclore dentro de estas instalaciones. Historias que, de otra manera, según aseguran Ferrer y Moreno, se habrían perdido en el tiempo o habrían quedado condenadas a deambular perpetuamente entre las paredes de estos edificios.

En el Hospital de La Candelaria se han registrado diversas experiencias en las que el personal de guardia asegura haberse encontrado, a altas horas de la madrugada, con presencias que suelen ser consideradas como fantasmales.

En el Hospital del Tórax, merece la pena destacar los fenómenos previos a la muerte experimentados por los pacientes que están en el Departamento de Cuidados Paliativos. En este apartado, el personal que convive a diario con los enfermos terminales suele describir episodios insólitos como experiencias cercanas a la muerte, la autoconciencia del propio fallecimiento, la súbita mejoría previa al óbito o la visión de seres fallecidos.

No se pretende, apostillan los autores, demostrar la vida después de la muerte, la pervivencia del alma o la facultad extrasensorial de aquellos que viven sus últimos días. Son simplemente relatos que cuentan quienes trabajan con la enfermedad y la muerte. “Son ellos, los enfermeros y los médicos, los verdaderos protagonistas del libro”, ha resaltado Alfonso Ferrer. “A ellos, y a su heroica labor en la atención al prójimo va dedicada buena parte de esta obra. Como cualquier ser humano, también tienen sus creencias y, desde luego, también tienen necesidad de compartirlas”.

Alfonso Ferrer

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