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J.R.Navas acaba de publicar La Maldición de la Bruja Negra

Aunque J.R. Navas ha hecho la mayor parte de su vida en Gran Canaria, lleva afincado en Lanzarote un puñado de años, una tierra que literariamente hablando se ha revelado como aliada de su inventiva. Las últimas seis obras de su abultada bibliografía -31 libros hasta el momento y una decena larga más en estado embrionario- se han gestado como buenos malvasías sobre las volcánicas lavas conejeras. De hecho, su más reciente trabajo, La Maldición de la Bruja Negra, tiene a Lanzarote como uno de sus escenarios principales. Navas no podía ser más diáfano, más honesto con el lector eligiendo el título de su nueva creación. Se vio tentado a titularlo “Daniela” pero consciente de lo ambiguo que resultará para el lector optó por uno más explícito ajeno a interpretaciones. Hay maldiciones y hay brujas, pero la trama de su novela es mucho más que un relato de terror gótico con extraños conjuros, sobresaltos y desenlaces en apariencia irrevocables.

A buen ritmo el lector viajará por el tiempo y por diferentes localizaciones de la España peninsular y de Canarias, acompañando a un protagonista atormentado por sus deudas en su intento desesperado por tener un nuevo comienzo en Lanzarote. Navas convierta a la isla, y en concreto a la llamada Torrecilla de los Lajares, en un espacio tan válido como Londres o Paris para acoger un relato de crímenes, fantasmas y destinos malditos.

Entre los papeles de propiedad que permitirán al Conde Luis del Pardo instalarse y explotar las tierras que ha heredado en Haría se encuentra un viejo diario, un cuaderno que recoge las atormentadoras confidencias del antiguo propietario del enclave hacia el que se dirige. Sin pretenderlo, aquellas líneas manuscritas un siglo antes son una advertencia -al igual que otras que salen a su paso- de lo que puede esperar encontrar entre las gentes y paisajes de una ínsula que, según se va intuyendo, parece estar ligada al destino del aristócrata.

Tratándose de una novela, y habiendo suministrado ya algunas coordenadas orientativas, no conviene ahondar más en su trama dejando al lector tan entretenida y apasionante tarea. Su autor entrelaza la vida del conde con la historia real de Lucia de Cabrera, la primera víctima mortal -y puede que la única hasta donde sabemos- por el delito de “brujería”. Su historia emerge hacia el año 1577, cuando es señalada por otra acusada bajo tortura de ser cómplice de prácticas mágicas repudiadas. Nuestro admirado Francisco Fajardo Spínola, referente indiscutible de los estudios inquisitoriales en Canarias, escribe sobre la infortunada Lucía “negra, de quien una docena de testigos dijeron que era tenida públicamente por bruja; y de quien varias mujeres, cuyos hijos habían muerto recién nacidos, sospechaban”

El conde y señor de Lanzarote, Agustín de Herrera, impulsó un proceso de justicia señorial -y no la Santa Inquisición como erróneamente se piensa- en el que nuestra protagonista “recibió un durísimo tormento, en el que acabó confesando que el diablo se le aparecía en forma de camello garañón, y que ella le besaba el pie y lo adoraba; cabalgando sobre su lomo, por los aires…” Los duros y persuasivos interrogatorios la llevarían a admitir que había chupado la sangre de niños y provocado graves plagas en las cosechas, situándose como culpable de cualquier mal o contrariedad. De hecho, parecía ser el chivo expiatorio perfecto para una sociedad que vivía en la incertidumbre generada por los ataques piratas y las plagas. El caso es que poco después Lucía, sintiéndose seguramente más segura, se retractó alegando que lo confesado era producto de las torturas y del miedo, algo en lo que al parecer creyó el Santo Oficio cuando, una vez asumido el caso, la interrogó en Gran Canaria. Sin embargo, para ella ya era tarde, muriendo como consecuencia de los castigos recibidos en Lanzarote.

Lucía es la bruja negra que el veterano escritor canario incorpora como personaje a una novela que comenzó a germinar hace tres años, tras su libro de relatos cortos La Habitación Acolchada II. Por entonces la bruja conejera era un personaje más, pero la pandemia permitió situarla en un lugar más prominente en el imaginario naviense. “¿Qué hace un escritor encerrado en su casa, confinado?…pues escribir”, se pregunta y responde el propio autor. Para ello investigó en profundidad los usos y costumbres, así como a personajes y hechos relevantes de los siglos XVIII y XIX, aportando un valor adicional al conjunto.

Tras los primeros capítulos al lector le asaltará la duda sobre la existencia real o no del inmueble atalayado en lo alto del Volcán de la Corona, edificio en el que anida la desgracia. Pues bien, ese lugar existe, pero esa es otra historia que a cada uno le tocará seguir descubriendo a través de las páginas de La Maldición de la Bruja Negra. Ya disponible en Amazon.

José Gregorio González

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