Sin lugar a dudas, la figura y obra del doctor Juan Bethencourt Alfonso merecerían un reconocimiento más amplio en la literatura científica de nuestra época a uno de los intelectuales más destacados del siglo XIX en Canarias.
Nacido el 31 de enero de 1847 en el pueblo de San Miguel de Abona, al sur de Tenerife. De espíritu abierto y afectuoso, don Juan fue sin lugar a dudas una de las figuras más dignas y eminentes de su época. Después de su paso por el Instituto de Segunda Enseñanza de La ciudad de La Laguna donde obtuvo el bachillerato, partió hacia Madrid donde curso estudios de medicina obteniendo el título de Licenciado y Doctor en Medicina. En esta etapa en Madrid es donde obtiene en lo político su ideas liberales y donde se forja sólidamente la formación científica que hasta entonces eran inquietudes por los distintos ámbitos de la ciencia, siendo los estudios de Darwin quien más impulso en el joven Juan Bethencourt la búsqueda de respuestas en un período de múltiples teorías del saber que lo acompañarían el resto de sus días en los diferentes estudios científicos que emprendió en su vida.
De regreso a Tenerife, contrae matrimonio con la que fue su mujer, Carmen Herrera, avecindándose en Santa Cruz, donde adquirió una gran ascendencia como médico ingresando en el hospital Provincial Nuestra Señora de los Desamparados (actualmente sede del museo arqueológico) como médico segundo y que con el tiempo llego a dirigir.
Su celo en el ámbito sanitario fue causa de que se tomaran varias medidas higiénicas en la Santa Cruz de su época, investigando y proponiendo también remedios para atajar la mortalidad infantil.
ESTUDIOS DE LOS ANTIGUOS CANARIOS
Don Juan compartió su trabajo de medicina con otra de sus grande pasiones en el campo de una de las insipientes corrientes científicas de su tiempo; la antropología.
Sus estudios se centraron en la isla de Tenerife ahondando en el ámbito de la tradición oral que pervivía en nuestros campos, si bien tuvo corresponsales e informantes en el resto del archipiélago que le facilitaron material arqueológico y etnográfico para llevar a cabo su ingente cantidad de escritos sobre la cultura indígena de las islas.
Durante esta época decide establecer una organización que centre los estudios que estaba realizando. De aquella idea surge el “Gabinete Científico” que sería el germen del posterior museo arqueológico, y que fue instalado en un local de la plaza de la Constitución Nº 9 de la capital tinerfeña. Las distintas investigaciones que llevo a cabo el gabinete científico fueron publicadas por don Juan en el periódico “Revista de Canarias” donde despertó gran interés entre los intelectuales y no pocas críticas a su trabajo. En su labor investigadora no dejo de estudiar ninguna fuente o referencia con una tenacidad y espíritu científico admirable, junto a las abundantes epístolas que curso a las distintas autoridades científicas internacionales de la época. Esta ingente cantidad de trabajo tuvo varios frutos literarios en el que destaca por su monumentalidad la titulada “Historia del Pueblo Guanche” a la cuál don Juan Bethencourt renuncio a su publicación para no tener que lidiar con las criticas sin ningún fundamento científico que el mismo plasmo en su prologo de la obra (algo que en Canarias, por desgracias, son muy aficionados ciertos paupérrimos de espíritu científico y tupidos de mente), legando su publicación a sus descendientes y que se vio materializada en el año 1991 por la editorial Lemus.
Con la llegada del siglo XX don Juan disminuye su actividad investigadora, aunque siguió escribiendo con la información que habían indagado en años precedentes. En 1913 enferma de una afección del hígado, según se cree de cáncer, falleciendo el 29 de agosto de ese mismo año. Su funeral fue un reflejo de su labor como medico al servicio de la sociedad, pues la las autoridades locas e intelectuales, se sumo una gran concurrencia del pueblo de Santa Cruz para despedir a su vecino más querido y reputado hasta el cementerio de San Rafael, donde recibió sepultura. Su amigo el periodista Leoncio Rodríguez le dedico unas palabras el 30 de agosto en el periódico “La Prensa”: “Hemos perdido una gran figura de la intelectualidad isleña, nuestro mejor cronista de antigüedades. La copiosa labor del señor Bethencourt ha sido truncada por el fatal acontecimiento que lamentamos. Deja sin terminar una obra de lingüística, costumbres y psicología indígena, que según versiones de todos los que habiendo tenido la oportunidad de leerla, es un notabilísimo libro con tantos detalles, antecedentes e informes sobre la raza guanche, que constituye uno de los estudios etnográficos que se han hecho del inolvidable pueblo aborigen”
Actualmente la figura y obras del doctor Juan Bethencourt Alfonso tiene asegurada su divulgación gracias a los esfuerzos del municipio que lo vio nacer y del cual él nunca olvido. El Ayuntamiento de San Miguel realiza cada año unas jornadas tendentes a destacar su obra y vida, que junto al museo instalado en la casa de su abuelo materno conocida como “Casa del Capitán” llevan a cabo una labor encomiable para llevar a escolares y público en general la vida de uno de sus vecinos más ilustres y que invitamos a todo aquel que quiera descubrir el trabajo de este gran científico.
Fernando Hernández González. Antropólogo