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LA EXTRAÑA HISTORIA DEL BOUGIE.

            A mediados de los noventa del siglo pasado, que lejano suena ya, viví con mi amigo y maestro de muchas cosas Paco Padrón, uno de los episodios mas extraños por su naturaleza, desarrollo y final que tuve oportunidad de compartir con él.

Fue una de aquellas investigaciones que se cerraron en un primer momento por dar contra la pared de la falta de datos, quedando inconclusa por no saber “dónde mirar” o “qué hacer” y que cuando ya la hacíamos olvidada, datos, fechas y conclusiones a medias en folios de papel milimetrado (a Paco le gustaba escribir en esa clase de papel) y servilletas de bar, metidas en una funda plástica junto a una copia de una cinta de video, recibí una tarde de jueves, una visita en casa. Pero hagamos cronología de la historia.

Era normal que yo recibiera a lo largo de la semana, dos o tres llamadas de Paco, comentándome alguna novedad de alguno de los múltiples casos que tenía siempre entre manos, para preguntarme por mi padre, por los chicos, por la “señora rubia” (para él era “la taurito”), o simplemente para decirme que a ver si pasaba por el “cubil del brujo” y nos echábamos un café “donde Antonio”, y vuelvo a utilizar sus palabras…”oscuro brebaje que ayuda a la defecación”.

Pues recibí aquella llamada un sábado por la mañana.

– Ricaaaardo – siempre alargaba un poco el nombre al pronunciarlo de forma cantarina- ¿andas liadillo o puedes darte un salto ahora por la mañana?-. Tomamos café y te comento una llamada que acabo de recibir, y que me tiene algo “mosca”.

– Bajo- respondí. Y hacia la cueva del brujo salí, después de decirle a “la taurito” donde iba. No hacía falta decirnos nada; sábado por la mañana y llamada de Paco. Algo se cocía.

Aparqué pronto por la zona, solo tres vueltas y en un plis plas, la agradable voz de Gloria, avisaba a Paco de mi llegada. – ¡Paaaaco!, sube Ricardo-.

Encontré a Paco al final de la escalera y me detuvo con la mano. Con aquella vehemencia que caracterizaba su faceta de actor, haciendo gestos me dijo: – Antonio y su café nos esperan – .

Ya delante del cafelito, y ambos fumando…. Sí, fumando y dentro del bar, me comentó:

– He recibido a primera hora de la mañana una llamada de un tal Luis, así se identificó. Me dijo que si yo era Francisco Padrón, el periodista, y cuando le dije que hablaba con él, me comenta con un tono de voz misterioso que un amigo y él tienen en sus manos una grabación de lo que podría ser un incidente OVNI, a bordo de un velero y que su amigo y él mismo, estarían interesados en escuchar su opinión sobre la misma.

– ¿ Y ya está? Pregunté. – ¿Sin más?

– Nooo, me dijo.- Parece que la encontraron dentro de una cámara de video submarina, en unos acantilados de Anaga.

– Ños- ¿Qué vas a hacer?- pregunté.

-Qué vamos a hacer- respondió, porque no te vas a quedar fuera de esto, ¿verdad?.

– He quedado con él, el próximo martes, que sé que no tienes nada por la tarde. Nos recogerá en la esquina del Hospital Militar, a las siete y media de la tarde.

-¿Otro café? Y déjame un cigarrito de esos rubios, de los tuyos… de esos de señorita. Te lo cambio por uno de hombres. Y sonreímos. Seguimos hablando de otros temas.

La tarde del martes.-  Eran las siete y diez, cuando “casualmente” encontré sitio donde aparcar a la primera. Llegué al comercio de Gloria y pregunté por Paco. -Está donde Antonio- me dijo. Que fueras para allá-.

Después del café, salimos a la calle y bajamos fumando hasta la esquina.

– Espero que no sea una broma, o algún cabroncete que quiera darme una tollina, por meter las narices donde nadie me llama- dijo, y me guiñó un ojo.

-No estoy pa bromas; si vienen a por tí, tengo por seguro que tendrán claro que eres el cojo- Y de risas, llegamos a la esquina.

Pasaban unos minutos de las y media, cuando un Toyota 4×4 de chasis corto rojo, se arrimaba en la acera junto al semáforo.

– ¿Sr. Padrón?- dijo un hombre cuarentón, rubio que se asomó por la ventanilla.

– Buenas tardes, soy Luis; hablamos el sábado.

Paco me presentó como un compañero de investigaciones y programas de radio y comentó que también asistiría a la reunión.

– Por supuesto, sin problemas-. Subimos al coche y allá que nos fuimos.

Durante el trayecto, el conductor se presentó como Antonio, y nos dijo que íbamos a su casa en Tabaiba, donde tenían la grabación para que pudiéramos verla y comentarla.

Llegamos a un chalet en la zona alta de Tabaiba. Aparcamos fuera, y nos invitaron a pasar. En un amplio salón, con un aparato de televisión de ultima generación (de la época, claro está), cómodos sofás y una barra de bar. Amplios ventanales a la costa desde donde se veía difuminada Gran Canaria. Aceptamos un café, y mientras uno fue a buscarlo, el otro sacó de la gaveta bajo el televisor una cinta VHS y nos dijo:

– Es una copia. El original está en formato de Sony y lo tenemos guardado en la caja fuerte-. (sic)

Con el café delante servido desde la cafetera a las tazas, Luis que parecía ser el más decidido de los dos, nos contó.

La historia de Luis.-

Esta pareja de amigos, aficionados al senderismo y las excursiones a lugares difíciles, al montañismo y la escalada, hacía más de un año que en una de sus salidas por los barrancos y acantilados de Anaga, habían divisado un bulto amarillo en unas rocas, donde pegaban las olas a la salida de una barranquera a mar abierto. Les llamó la atención y ya, con unos prismáticos, alcanzaron a ver que se trataba de una cámara de video subacuática de esas que se utilizan en los “reportajes de Cousteau” (sic).

Lograron bajar y alcanzarla. La describen efectivamente como un modelo de Sony, de las que cargaban el formato 8 mm. Aparecía golpeada en buena parte de la estructura, y llena de algas y “conchitas” pegadas. Funcionaba el cierre, y al abrirla pudieron comprobar que dentro había una cinta la cual parecía en perfecto estado. Decidieron en un primer momento cargar con el aparato, pero luego desecharon la idea, lo arrimaron a la pared del acantilado y la cinta pasó al interior de la mochila de uno de ellos.

Ya de regreso y depués de una ducha y cena, le dieron vueltas a la cinta y pensaron si sabían de alguien que tuviera forma o manera de ver qué contenía. Como no les vino nadie a la cabeza, la cinta pasó a dormitar en una gaveta de uno de los muebles del salón, durante semanas, meses…

Pasado el tiempo, asistieron a una fiesta donde uno de los invitados grababa todo lo que acontecía en la misma…en ¡una SONY que cargaba cintas de 8mm!

Alguien comentó en la fiesta que se sacaran copias de lo grabado para los asistentes y Luis y su amigo se ofrecieron si no había impedimento por parte del dueño de la Sony a realizarlas. Y así se hicieron con la Sony y la fórmula para ver lo que había grabado en la cinta misteriosa.

Llegados a ese punto de la narración Paco preguntó que si en todo ese tiempo no habían tenido curiosidad por ver su contenido, llegando ambos amigos a decir que incluso se habían olvidado de la misma, de no ser por venirles a la mente al observar al videoaficionado que grababa en la fiesta.

Cuando llegaron aquella noche a su casa, a  Luis y Antonio les faltó tiempo para cargar la cinta en la máquina, conectar los cables de audio y vídeo al televisor, y darle al play.

El contenido de la cinta.-

Así nos comentó Antonio lo que contenía.

– Parece una grabación que alguien le hace a otra persona en un velero. Son escenas cotidianas de la vida en el mar durante la singladura. Escenas de delfines, uno de los tripulantes haciendo la comida, hablando por radio… hasta que ocurre.-

– ¿Lo vemos, mejor?- dijo Luis.

– Claro- exclamamos a la vez Paco y yo. -Coloca la cinta-.

Efectivamente, la grabación mostraba escenas cotidianas de la vida a bordo en un velero. Siempre era uno de los tripulantes quien grababa al otro, por lo que siempre vimos al mismo, pero oímos hablar al otro en algunas ocasiones. Eran franceses , no había duda, aunque según Paco, con acentos muy cerrados, que él no lograba traducir. Se le veía haciendo la comida, en labores propias de la navegación, hablando por radio con quien en principio, por lo que pude pillar yo, era un radioaficionado francés, según pasó sus siglas identificativas. Escenas del casco rielando sobre el agua, etc. Así durante veintitantos minutos; incluso Luis dice que si la adelanta, pero nos negamos, para verla al completo. Pasan los minutos… y de repente ocurre.

La cámara hace “unos extraños” suponemos que porque el tripulante que graba pierde o casi, el equilibrio; hay unos segundos, pocos, en negro , luego “como unas siluetas de lo que parecen cabezas con snorkels de submarinismo a poca profundidad, más meneo de cámara, apuntando esta vez hacia el cielo… Se oye un golpe sordo, luego otro…la cámara que parece que rueda y cae… Y el resto sin grabar.

Todo esto acompañado de voces, gritos que parecían hechos en tonos asustados, algo parecido a siseos…. Y nada más.

Tardamos un minuto o más en decir algo. Paco fue el que se expresó primero.

-Veamos-dijo.- Tenemos una grabación donde lo extraño es una especie de pelea, unas imágenes de un par de segundos de “algo no identificable”, gritos… y poco más.

Esas “sombras” que aparecen pueden ser cualquier cosa. Entonces tomó la palabra Antonio.

– Alguien más de total confianza para nosotros también ha visto la grabación; sabe francés y nos ha dicho que los gritos que se oyen dicen algo así como: – ¡ Allí…allí !  Míralos, aparecen de nuevo. Ahí están de nuevo… Luego las voces, los gritos, los giros de la cámara…

Paco fue directo al grano. -¿Podemos tener una copia de la grabación para verla con calma y estudiarla?.

Y ante nuestro asombro, Luis se levantó, sacó la cinta del video y se la entregó a Paco diciendo: – Aquí la tienen; pero no pueden hacerla pública , ni nada de su contenido sin nuestro permiso. Ahora somos sus dueños.

Antonio se levantó y sin más se ofreció a llevarnos de nuevo a Santa Cruz. La reunión había terminado. Un apretón de manos, el recordatorio de “sólo para tus ojos y oídos” y nos vimos de vuelta a Santa Cruz, con un Antonio callado durante el viaje de retorno.

Al dejarnos nuevamente en la Plaza Militar, su despedida fue: Nos pondremos en contacto con ustedes. Gracias por su discreción.

Encendimos sendos cigarrillos; fuimos caminando en silencio hasta mi coche y llevé a Paco a su casa. Sólo intercambiamos un par de frases sobre “la pareja”, y si como nos pareció a los dos, eran “pareja”.

Llegamos a casa de Paco. Me tendió la cinta y me dijo: – Haz una copia. Mírala con calma y hablamos el lunes.

Primeros visionados de la cinta y primeras conclusiones.-

Aún contra lo que me nacía dejé pasar esa noche. Dejé la cinta sobre el mueble del comedor, y me fui a acostar. “La taurito” ya dormía. Y cogí el sueño sin problemas.

El miércoles por la tarde nos vimos en la “cueva del brujo”. Yo ya llevaba la copia para Paco; no había hecho una, sino dos. Llevaba la cinta que nos habían facilitado y la copia para Paco.

– Sí; la he visto tres o cuatro veces, le comenté. “la jefa” también y coincide en que se habla en un francés muy dialectal, y que ella al menos no puede traducir, pero coincide en que los gritos y lo que se dice tienen al menos un componente de nerviosismo o miedo. En cuanto a las imágenes raras ya sabes como es ella en sus comentarios…”curiosas” dijo. Efectivamente- continué- el tipo que sale todo el rato como protagonista mantiene un QSO (una conversación entre radioaficionados) con un “Francia cinco”, principio del indicativo de radio del corresponsal, y creo que puedo averiguar quién es en el directorio mundial de radioaficionados.

– Perfecto- ¿Qué más?. -preguntó Paco-. Tengo un dato importante que se nos pasó al ver la cinta en Tabaiba; el nombre del barco: “BOUJIE”. Se ve por un instante grabado en lo que parece el tambucho de popa ( https://es.wikipedia.org/wiki/Tambucho)

– Vamos a por café- Tenemos que buscar a alguien que nos diga qué dicen los franchutes en todo el rato de grabación y, lo que es más importante, cuando “ocurre lo extraño”.

Quedé encargado de averiguar sobre el Boujie, y sobre el radioaficionado que mantuvo la charla con nuestro protagonista. Coincidíamos Paco y yo en que el Boujie, tuvo que pasar cerca de Canarias, o haber tocado puerto canario, o la cámara Sony había hecho un largo viaje, pero por algo había que empezar.

Cuando llegué a casa, la jefa ya también había hecho gestiones y una antigua compañera suya de carrera, ahora profesora de la Alianza Francesa, no tenía problemas en intentar hacer la traducción de los audios.

Pero…

Poderoso caballero es Don Dinero.-

Los acontecimientos nos desbordaban; a la mañana siguiente Paco me llama a mi trabajo, cosa inusual en él, y me dice que a lo largo de la mañana de ese día pasarían a recoger “nuestros amigos” la cinta. De maneras altaneras y algo extrañas habían llamado a Paco y le habían dicho que querían la cinta, sin más, y que pasarían a recogerla esa misma tarde.

Mi trabajo me impide contactar con calma con Paco, hasta la noche, y ahora soy yo el que inusualmente lo llama a su casa; se acostaba como las gallinas, porque se despertaba “como los gallos”.

– Iba a llamarte- me dijo. – Vinieron a buscar la cinta; les pedí algo más de tiempo para investigar un poco más y me dijeron que ya no necesitaban nada de nosotros, que muchas gracias y que tenían la grabación vendida a una cadena de televisión. Punto y pelota. Se acabó.

-¿ Qué hacemos ahora?- pregunté.

– Dejar dormir el tema unos días; “sé” que no van a sacar ni un duro de esto. Y seguir nuestra investigación como podamos y de forma más que discreta.

Le dije sobre la posibilidad que teníamos de que nos tradujeran los diálogos.

– De momento, déjalo estar- Y así fue.

Seguimos investigando…pero “ despacito” .-

Pasaron los días, semanas y nunca tuvimos noticias por televisión del “hallazgo misterioso”; seguíamos a lo nuestro, y creo que en todo ese tiempo, visioné la cinta dos veces más. Yo extraje de la copia de video que yo tenía, la otra la tenía Paco, los audios para poder trabajar, llegado el caso con ellos, e hice una copia también para Paco.

Visité todas las “marinas” y puntos de atraque de veleros en Tenerife, un amigo me hizo el favor de hacer lo mismo en Gran Canaria, y un amigo de mi amigo bastante relacionado con la navegación y el paso de veleros de un lado al otro del Atlántico, indagó en Fuerteventura, Lanzarote y Casablanca. La pregunta “como quien no quiere la cosa” era siempre la misma…¿Recuerdas un velero de un palo llamado Boujie y posiblemente matriculado en Francia? Y esperábamos noticias.

Una mañana me llama Paco; había dado con alguien que de forma discreta había escuchado los diálogos de la grabación y efectivamente, en el “pedazo que nos tenía en vilo”, se oían voces de angustia y claramente la frase repetida, de “Ahí están de nuevo”.

– Es hora de que tu contacto de la Alianza Francesa, nos corrobore o amplíe lo que ya sabemos.

Y así fue. Clara, vamos a llamarla así, a nuestra amiga de la Alianza, corrobora los diálogos, y me da más pistas sobre las conversaciones por radio con el radioaficionado francés,y nos da un dato, que vuelve a ponernos las “orejas tiesas”.

En un momento de esa conversación el tripulante comenta a su interlocutor después de preguntar por la familia y cuestiones intrascendentes, que les ha ocurrido algo que ya le comentará al tocar puerto o a la vuelta, porque no quiere hacerlo a expensas de oídos indiscretos ( las conversaciones por radio son públicas, cualquiera con los medios necesarios puede oírlas), pero que pasaron momentos de angustia, que están bien su compañero (da su nombre) y él, y que esperan que no se repita lo sucedido.

(Esta conversación es grabada y ocurre antes de lo “misterioso”)

Al cabo de un par de meses y sin noticias del Boujie, llegamos a la conclusión de que el velero no había tocado puerto canario, o no sabíamos dar con él, lo cual era más probable.

Indagué sobre el radioaficionado francés; di con alguien que podía ser y le escribí, dándole datos sobre si conocía el velero, sus tripulantes, sus situaciones, etc, pero siendo discreto por si no era la persona indicada y cuando ya ni me acordaba, me llegó una carta de Francia.

La carta de Francia y las conversaciones con “Francia cinco”.-

En esa carta Jean Paul (llamémosle así), se identifica como el radioaficionado que aparece en el QSO de la grabación y me dice que efectivamente conocía a ambos tripulante, uno de ellos, con el que mantiene la conversación es hijo de un gran amigo suyo, pero que no recuerda nada anormal en sus conversaciones, pero dice textualmente:

“ No sabía que hubiera una grabación de ese viaje que ellos hacen desde Marsella hasta Puerto Rico hace tres años, paralelos a una regata Mundial, sin participar en la misma.

(Y ahora viene lo bueno) “Si pudieras tener un intérprete porque yo no hablo castellano, te envío mi número de teléfono y estaría encantado de charlar contigo sobre el tema.”

Y llamé a Paco.

En aquellos días teníamos la manía, más él que yo, de descolgar el teléfono y decir “y saludamos a quien esté escuchando”, por lo que despues del “saludo” le dije, recibí carta de Francia; si no estás haciendo nada, bajo y la leemos.

– Estás tardando.

Leímos una y otra vez la carta. Y decidimos qué hacer. De nuestra “pareja de amigos” hacía meses que no sabíamos nada; no había trascendido nada a los medios y ante la posibilidad de no haber sacado pasta, Paco concluía que la cinta o cintas, habían acabado en un contenedor o vete tú a saber.

En aquel entonces Paco dirigía una emisora municipal del norte de Tenerife, y concluyó en que llamaríamos a “Jean Paul” desde allí para utilizar los medios técnicos disponibles y grabar la conversación.

Recapitulamos, pasamos apuntes y fechas y nombres a limpio, y quedamos para ese viernes por la tarde en la emisora. Haría Clara de intérprete, pero al final por un compromiso le fue imposible pero nos envió a un amigo de su confianza y de total discreción.

La conversación con Jean Paul.-

Aquella tarde de viernes recogí a Pablo, nuestro intérprete (otro nombre figurado) y a Paco y nos fuimos a la emisora. La programación en ese momento estaba “enlatada”. Sonaba “música de mis islas” y mientras el programa se escuchaba llamamos a Rixheim, casi en la frontera con Suiza, al “amigo Jean Paul”.

– ¿Aló… Monsieur Jean Paul?… Ici Tenerife….

Después de las presentaciones Jean Paul que en un principio se mostró agradable y dicharachero, incluso no puso reparo en que se le grabara, según fuimos preguntando, y Pablo traduciendo a ambas partes, se volvió hosco y huidizo. Decía primero que conocía a los tripulantes, luego que no…. Que si había hablado por radio…luego que no habían tenido condiciones para hacerlo. Que era amigo del padre de nuestro tripulante, luego que conocidos… en fin….

Solo cuando le dijimos que era tontería no admitir lo que decíamos porque había una grabación nos dice que efectivamente habían hablado en un par de ocasiones, que no sabía lo que había sucedido, pero que en otra conversación, nuestro tripulante le había dicho que habían observado una luces en el cielo que cambiaban de trayectoria y de tamaño y se les habían acercado bastante en una ocasión.

Tambien para concluir y con prisas nos dijo que no tenía noticias del hijo de su amigo, y sí sabía que el otro tripulante había tenido un naufragio en  las costas de las Antillas y que creía había fallecido en ese accidente.

Sí se interesó en si era cierto que teníamos una grabación. Y ante las preguntas de Paco si podríamos localizar al tripulante vivo, al hijo de su amigo que aparecía en el video, nos dijo que no sabía nada de él desde hacía mucho.

Casi de malas maneras y con un Paco super cabreado por no tener nada claro y en el convencimiento de que Jean Paul nos mentía, nos despedimos y cortamos la comunicación.

Nos fuimos a cenar allí cerca, una carnita fiesta y unos huevos a la inglesa y nos volvimos a Santa Cruz.

Archivamos y caso…¿cerrado?.-

Al siguiente sábado en el cubil del brujo nos reunimos Paco y yo. ¿Qué teníamos? Una cinta de video de un viaje en velero, unas conversaciones entre los tripulantes y por radio con un radioaficionado, unos gritos en francés que podíamos interpretar de mil maneras, unos segundos, dos o tres, de imágenes “no comprensibles” y una conversacion con el radioaficionado de marras, con incongruencias y contradicciones, pero donde nos decía claramente que los tripulantes de aquel velero habían tenido un encuentro, o varios, con luces “extrañas”  en el cielo.

-Vamos a por un café – dijo Paco. Bajamos la escalera de madera y cuadradillo de metal desde el “cubil del brujo” hasta el negocio de Gloria.

– Gloria, vamos a tomar un cafelito donde Antonio- dijo Paco.

– O dos- dije yo.

Delante del café Paco me pidió opinión, pero por su parte, el “caso del Boujie” estaba en punto muerto. A dormir al cajón. Y así fue.

Al cabo de unas semanas, me llamó Paco. Con uno de aquellos “megacabreos” sordos típicos a veces en él, me dijo que había tenido “necesidad” de volver a ver la cinta y que su aparato de video estuvo en un tris de salir por la ventana cuando… – ¡había enrrollado la cinta, dejándola inservible!- ….Joder!!

– Tranquilo, yo tengo mi copia y va perfectamente; haré otra copia y aunque sean “copias de copias” al menos tendremos el recuerdo del documento.

(Y…¡mierda! Tenía que haberlo hecho en ese momento y nunca lo hice)

Epílogo o el porqué de que me gusten estos temas.-

No sé el tiempo que había pasado; varios meses y el Boujie, ya no estaba ni en el recuerdo. Era un día de mitad de semana, después de comer y la jefa me dijo que iba a ver “unas cositas” a cierto centro comercial.- ¿Vienes?- Vamos para allá.

Entonces sonó en timbre del portero eléctrico.

Me asomé a la ventana; en aquellos días aún vivíamos en un popular barrio de Santa Cruz y pregunté a la pareja que estaba en el portal que quería.

-¿Sr. Martín?- preguntó. -¿Podemos hablar?

En el rellano de la escalera, en la puerta de mi casa me dijo:

-¿ Es usted Ricardo Martín, el radioaficionado con indicativo EA8BF?

– Sí, respondí. – ¿ En qué puedo ayudarles? . Pasen.

Cuando hice pasar a aquella pareja de treinta y pocos años al salón de mi casa, ante las caras de extrañeza de “la taurito” que se unía al grupo y la mía, la muchacha de ojos claros me dice:

– Me llamo Natalie y el es Bertrand. Sabemos que usted tiene una cinta de un viaje, de una travesía en velero que él realizó y que le gustaría recuperar.

La cabeza me giró a mil. ¡Coño!, tenía delante al tripulante vivo del Boujie; ahora mirándolo bien le reconocía.

– Siéntense, por favor. Hablemos, les dije.

La situación era muy incómoda y el silencio espeso. Natalie lo rompió.

– Señor Ricardo ( su español, era bueno aunque con acento francés, sin duda). Hemos tenido conocimiento por un amigo que usted tiene una cinta del viaje de mi esposo hace tres años a Puerto Rico, nos gustaría recuperar esa cinta, y suponemos que damos por “olvidada” la cámara.

– Miren- les dije. Hablé despacio para que ella tradujera. Les conté la historia..lo que podía contar,,, Que la cinta no la habíamos encontrado nosotros, que el original estaba en manos de personas que hacia meses y meses que no sabíamos de ellas, que por no saber no sabíamos ni sus nombres completos ni como localizarlos y que mi amigo Paco y yo, ( y se me encendió una lucecita) teníamos una copia que nos habían dado porque se veían y se oían cosas raras en ella y que nosotros nos sentíamos atraídos por la fenomenología OVNI y paranormal (miradas entre ellos mientras ella traducía), que necesitábamos saber a ser posible, qué había pasado en ese viaje, y encontrar una explicación a lo que no entendíamos, pero… que la copia no la tenía yo sino Paco; que podía llamarle y reunirnos con él y con la copia.

Bertrand se removía en el sillón, pero aceptó.

Y yo me fui a llamar por teléfono a la habitación explicando que el teléfono del salón se oía mal.

Y desde mi cuarto de radio marqué el número de Paco. 9… 2… 2…6…

-¿Dígame?

– Soy yo Paco; ni por asomo adivinarías a quién tengo sentado en mi salón.

– Si me pongo, seguro que sí.

– Ni de coña…no estoy pa’  adivinanzas. Es el tripulante del Boujie, con su pareja.

– ¡Coño, Gloria salió y se llevó el coche!

– Tranquilo, voy a buscarte.

La copia de la cinta estaba en el cuarto de radio, por si los crios buscaban alguna “virgen para grabar… la cogí, me la metí dentro de la camisa y salí al salón.

– Mi amigo dice que si puedo ir a buscarlo traerá la cinta. Serán 15 minutos. Ahora Bertrand, me había entendido o había querido entenderme y asintió con la cabeza. Le guiñé un ojo a “la seño” y diciendo que iba a por Paco me marché.

De camino a casa, Paco me acribillaba a preguntas y una y otra vez le respondía que todo había sucedido como ya he narrado. Llegamos a casa. Y en el recibidor, una vez hechas las presentaciones, Paco sacó la cinta de su incombustible bolso de Mary Poppins, quien lo conoció y conoció el bolso sabe a lo que me refiero, yo se la había dado en el coche, y con ella en alto dijo: – ¿La vemos todos? Y sin aceptar ninguna palabra mas, me la dio y me indicó que la pusiera en el reproductor, allí mismo, en el salón.

Durante minutos el silencio fue sepulcral; todos mirábamos la pantalla. Tal vez la única persona que no supiera lo allí grabado era Natalie…¿o sí?

Incluso al salir las imágenes “comprometidas” Bertrand ni nadie, dijo nada…. Sólo al acabar la grabación Paco dijo:

– Por favor..¿Hay una explicación para esto?.¿Natalie, Bertrand.. qué ocurrió durante la travesía?-

Bertrand se deshacía en comentarios de que no había ocurrido nada y que aquellas imágenes “raras” eran un fallo de la grabación; nosotros insistíamos en la información que nos había dado el “Francia cinco” y Natalie traducía como podía del castellano al francés y viceversa.

En un momento de la conversación Bertrand dijo si podía ver la cinta. La saqué del reproductor y se la pasé. Le dije que como podía comprobar y ya le habíamos dicho no era la grabación original. Nos preguntó ¡en castellano! si era la única copia y le dijimos que suponíamos que si.

Se puso en pie; de dos zancadas estaba en la puerta. Natalie se levantó. Nos dio las gracias por devolverle lo que era suyo. Me puse de pie pero Paco no se inmutó. Ya tenían la puerta abierta y salían al descansillo de la escalera.

Me quedé de piedra. No supe qué hacer. La “seño” me miraba y Paco hizo un ademán suyo característico de despedida. Los franceses ya bajaban la escalera, yo sostenía la puerta y Paco como siempre, con su sempiterna sonrisa “de vuelta” exclamó:

– Bon voyage copains!.

Cerré la puerta; los miré y Paco volvió a hablar:

-Taurito, ¿ un cafelito de esos tan ricos y cremositos que tomo siempre en esta santa casa?, por favor.

Y me miró y dijo:

Boujie. Cas fermé, mon ami.

Nota.- Como es obvio y ya lo he aclarado en varios puntos de la narración, algunos nombres y lugares han sido cambiados por razones obvias, menos los conocidos “de casa”, lo cual no influye para nada, ni tampoco su tono ni su forma narrativa en los hechos que conforman “El extraño caso del Boujie”.

                                                                                                                                                         Ricardo Martín Díaz

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