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La increíble vida de Charles Fort

Se cumplen 98 años de la publicación de El Libro de los Condenados

Charles Hoy Fort, tantas veces citado como el padre de los fenómenos forteanos, es uno de esos personajes que casi todo el mundo menciona pero que pocos han leído. Tal vez las cosas comiencen a cambiar sí prospera el proyecto de llevar su vida a la gran pantalla, un rodaje que podría arrancar en breve bajo el padrinazgo del aclamado Robert Zemeckis. Fort, inquieto explorador del misterio y coleccionista de hechos imposibles, fue el artífice de abultados inventarios en los que recopiló miles de sucesos potencialmente imposibles.

El Libro de los Condenados, su obra más conocida, es hasta la fecha uno de los catálogos más variados, interesantes y completos de noticias relativas a hechos aparentemente inexplicables, un libro capaz de prestigiar a otros autores cuando lo incluyen como referencia en sus propios trabajos, pero que paradójicamente continúa siendo un gran desconocido para la mayoría del público sensible a estas temáticas. Aquel libro, al igual que otros, salieron de los recortes de prensa acumulados durante años por Fort en las cajas de zapatos que le hicieron las veces de archivador, motivando que se acuñase el término “forteano” para referirse a episodios tan diversos como la observación de un OVNI, una lluvia de peces o ranas, la aparición de centellas, una imagen sangrante, el hallazgo de un OOPArts o casos de combustiones espontáneas o encuentros con criaturas imposibles. A esos y infinidad de otros fenómenos era a los que se refería como “los condenados” Sorprende comprobar que aunque ha pasado casi un siglo desde su publicación y no han faltado meritorios continuadores de su trabajo, su monumental obra no ha podido ser igualada hasta la fecha, deslizándose profusamente su influencia dentro del periodismo de misterios, donde es considerado tal vez de forma inapropiada como uno de sus precursores. En países como Estados Unidos o Inglaterra su “escuela” es un terreno de conciliación o al menos de convivencia pacífica entre defensores y detractores de las anomalías que centran su interés. De esta forma en su entorno más cercano, en las sociedades que se crearon a su vera o en las publicaciones dedicadas al “forteanismo” es posible encontrar a individuos muy críticos con el fenómeno OVNI junto a otros que plantean la visita de civilizaciones extraterrestres a la Tierra como una explicación al fenómeno y un hecho indiscutible. Que duda cabe que en España, como en tantas otras materias, tales situaciones resultan inimaginables.

La compleja y arrolladora personalidad de Fort, con sus aparentes contradicciones y la determinante influencia que ejerció sobre prestigiosos autores e intelectuales de su tiempo, justifica que su fama lejos de diluirse transite por el camino que conduce indefectiblemente a la consolidación de un mito. Y es que este neoyorquino, que aunque nacido en Albany en 1874 maduró en el Bronx, destacó por su voraz curiosidad y su rechazo a los dogmas, cautivando entre otros motivos por el toque por momentos hilarante con el que gestionaba la información que le catapultaría a una fama que sigue creciendo 80 años después de su muerte. Un síntoma muy gráfico de ello es que desde hace unos años en los mentideros hollywoodienses se viene hablando del interés mostrado por el productor y director Robert Zemeckis por llevar al cine la vida y el trabajo de nuestro protagonista, basándose para ello en ‘Fort: Prophet of the Unexplained’, una efímera serie de cómics creada por Peter M. Lenkov y Frazer Irving en 2002 que fue comercializada por el sello Dark Horse y que hoy por hoy en considerada un clásico. La trama del cómic se sitúa en Nueva York en el año 1899 y como compañero de aventuras del “profeta de lo inexplicable” colocan nada menos que a un joven Howard Phillips Lovecraft, que en la vida real fue contemporáneo y admirador del trabajo de Fort. Es previsible que de prosperar el proyecto cinematográfico, la figura del tenaz neoyorquino alcance un reconocimiento y popularidad que trascienda las fronteras de las temáticas que tanto le fascinaron.

Libros quemados, hechos malditos…

Con bastante frecuencia el padre de los hechos forteanos se declaró en rebeldía, revelándose abiertamente contra la autoridad y contra los dogmas, vinieran éstos de donde vinieran. Otro célebre investigador y autor, Colin Wilson, comentaba con respecto a las motivaciones que movían a Fort como aquel “comentaba cínicamente las explicaciones científicas y observaba que los científicos argumentaban a favor y en contra de las diversas teorías, hechos  y fenómenos, según sus propias creencias más que siguiendo las reglas de la evidencia. Deploraba en particular el hecho de que cualquier dato que no coincidiera con la opinión de un científico, o con la opinión colectiva, fuese ignorado, suprimido, desacreditado o marginado. Fort denominaba <los condenados> a esos datos repudiados, porque habrían sido <excomulgados> por la ciencia, que actuaba en este sentido como si fuera una religión”

Quienes le conocieron íntimamente no dudaron en poner en relación su insurrección intelectual con el duro entorno familiar que le tocó vivir durante la infancia, del que se hace un eco parcial en Many Parts, una autobiografía que inexplicablemente continúa sin ser publicada. Su padre era tendero y él era el mayor de tres hermanos, sobresaliendo más por su curiosidad y afán de conocimiento que por su expediente académico. Tanto su detractores como sus más acérrimos seguidores le reconocen su tenacidad a la hora de acudir a partir de 1897 con disciplinada rutina, día tras día, a la biblioteca pública de Nueva York y años más tarde y durante un tiempo también a la del Museo Británico en Londres, con el objetivo de bucear en periódicos y revistas de todo el mundo a la caza de la noticia desestabilizadora, aquella que evidenciaba que el mundo se resistía a ser encajonado en los parámetros de una ciencia que por entonces se comportaba de forma tan dogmática como la religión. Y lo hacía con la complicidad de Anna, su esposa, quien fue testigo directo de los momentos de frustración personal y profesional que llevaron a Fort a destruir varios de sus manuscritos. Aunque para 1909 ya había publicado su novela The Outcast Manufacturers, la única que vio la luz de la decena que culminó, el fracaso comercial de la misma terminó con varios manuscritos en el fuego. Fue el caso hacia 1915 de dos novelas que conocemos como X e Y, y cuyos argumentos respectivamente tratarían de un control del devenir de la Tierra ejercido desde Marte por una civilización superior, y la existencia en el Polo Sur de una misteriosa y oculta civilización. Al parecer también se deshizo de al menos un catálogo de hechos forteanos, aunque por fortuna a partir de la publicación en 1919 de El Libro de los Condenados corrieron mejor suerte sus obras posteriores, publicando en 1923 New Lands, Lo! en 1931, y finalmente Wild Talents en 1932, cuyas primeras copias su editor le mostró en el propio hospital pocas horas de morir de leucemia. Miles de notas inéditas acumuladas en una treintena de cajas acabaron en la Biblioteca de Nueva York, muchas de las cuales verían la luz de forma escalonada hasta bien entrados los años cincuenta a través de las páginas de “Doubt“, la revista de la Fortean Society. Precisamente esta asociación fue fundada en 1931 por sus amigos y admiradores para reconocer, promocionar y poner en valor el trabajo de Fort, pero él siempre renegó de la misma y nunca acudió a ninguna reunión oficial, según parece para evitar apadrinar un movimiento que podía terminar dando cobijo a ideas y personajes con los que jamás habría comulgado. En la obra de Fort encontramos a un personaje peculiar, por momentos contradictorio, mostrándose marcadamente escéptico en muchos casos ante las explicaciones que brinda la ciencia a ciertos hechos, y sorprendentemente crédulo ante algunas de sus propias hipótesis explicativas. No perdamos de vista, por ejemplo, que anticipándose a propuestas que tardarían algunos años en ser reivindicadas por la ufología, se mostraba partidario de la visita de civilizaciones extraterrestres a la Tierra, que relacionaba tanto con el fenómeno OVNI como con objetos arqueológicos y manifestaciones culturales antiguas que mostraban o sugerían hechos extraños avances tecnológicos. De igual manera proponía la existencia de un “Super Mar de los Sargazos” ubicado en algún punto de la atmósfera terrestre o fuera de ella, al que iban a parar todo tipo de animales, materiales y objetos gracias a la “teleportación”. Gracias a ese fenómeno, se distribuían por todo el mundo y el Universo, haciendo factible las lluvias coloreadas, de ranas, de carne, etc…

Por lo general su modus operandi era contar la noticia tal cual apareció en la revista, periódico o libro, comentar las explicaciones que se aportaban en dichas fuentes y otras que la ciencia podía esgrimir, y añadir sus propias hipótesis en muchas ocasiones con igual tono ocurrente que el resto, dejando al lector la tarea de posicionarse. Obviamente no debemos caer en el error de descontextualizar su trabajo y su relación con el mundo. Es evidente que tenía sólida cultura científica, por lo que no deben infravalorarse sus opiniones. Su discurso en abiertamente combativo con el positivismo científico que gobernaba intelectualmente la ciencia de su época, aquel que pretendía explicarlo todo a toda costa aunque ello supusiese ir contra los propios hechos y las evidencias que ellos mostraban. Aquella ciencia, o mejor dicho quienes le daban forma y velaban por ella cual guardia pretoriana, era capaz de ignorar por completo ciertos hechos o datos relativos a los mismos si su condición era especialmente comprometedora. Es curioso que precisamente la fuente de documentación de muchos de los hechos forteanos de los que se ocupó fuesen precisamente las revistas y los libros científicos, los mismos que a partir de la publicación y éxito de las obras de Fort dejaron sistemáticamente de dar cuenta de tales noticias. Para algunos analistas, se comenzaron a suprimir e ignorar intencionadamente éstas informaciones precisamente para no dar combustible a la incómoda maquinaria combativa que suponían los libros de este coleccionista de hechos extraños. Y todo ello a pesar de que Fort, siendo alguien con tendencia a la depresión, desplegaba un permanente sentido del humor, acusando a la ciencia de adolecer precisamente del mismo.

Como apunta Fernando Aguinaga en el análisis que realiza de la obra de nuestro protagonista, “Para entender a Fort, inmerso en un contexto en el que todo estaba claro y la veracidad de un fenómeno sólo se explicaba en congresos científicos mundiales cuyas conclusiones eran la verdad irrefutable, es imprescindible dar por hecho, sin temor a equivocarse, que El Libro de los Condenados no pertenece en absoluto a su tiempo, sino que se le adelanta, con un descaro tan subversivo como el de Copérnico en su época” Tal vez lleve razón y eso explique que en la necrológica que le dedicó el New York Times se le etiquetase como “el enemigo de la ciencia”

Fortean Society e INFO

En 1931 el escritor y amigo de Fort, Theodore Dreiser, el mismo que había luchado y presionado a su propio editor para que publicara El Libro de los Condenados, creó la Fortean Society. En el equipo fundador se encontraban importantes personajes del mundo de las letras del momento como Ben Hecht, Booth Tarkington, Alexander Woollcott, Harry Leon Wilson, John Cowper Powys o Tiffany Thayer, contando entre sus miembros con diversos autores que destacarían en el género de la ciencia ficción como Eric Frank Russell y Damon Knight. La Sociedad Forteana sobrevivió a su inspirador y hasta el año 1959 publicaron el boletín “Doubt”, hoy auténticos incunables por los que se llegan a pagar verdaderas fortunas. Es a partir del año 1965 cuando comienza a funcionar, como heredera natural de la Fortean Society, la The International Fortean Organization INFO, impulsada por los hermanos Ron y Paul Willis, escritores que unos años antes habían adquirido buena parte de los fondos de la sociedad original. Aunque ha pasado por altibajos la INFO continúa en activo organizando eventos anuales como el FortFest, Fortnite y el FortScape. Es llamativo que en España no hayan cuajado los intentos de exportar el forteanismo, a pesar de existir un nutrido material periodístico para darle cuerpo y de ponerse en marcha algunas asociaciones con ese espíritu cuya existencia, al igual que la de los propios fenómenos forteanos, fue bastante efímera.

Mientras llega la película, y con una ciencia que hoy nos permiten entender muchísimo mejor muchas de aquellas anomalías, seguimos atentos al goteo de extrañas lluvias de peces, de aerolitos de colores, de oquedades circulares que se abren en la tierra, de efigies religiosas sangrantes, de encuentros con animalescas criaturas o de centelleantes bolas de luz que merodean con aparente inteligencia en la cercanía de nuestros hogares…son los “hechos condenados” que nos hacen un guiño cuando desfilan ante nosotros.

 

José Gregorio González.

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