COMPARTE:

LA PIEDRA GRANDE DE ARAFO

El “cráneo” del barranco de Añavingo

Todos los municipios de Canarias tienen su misterio, sus efemérides insólitas, calles y enclaves que fueron testigos en diferentes épocas de acontecimientos tocados o interpretados desde lo inexplicable. Arafo no es, obviamente una excepción y entre sus hitos cuenta con uno ciertamente singular, la conocida como Piedra del Barranco. Es evidente que no estamos frente a algo sobrenatural y puede que el misterio, puro y duro, sea más bien escaso, pero lo cierto y seguro es que durante el siglo XX ésta gigantesca y caprichosa mole de piedra desató la imaginación de propios y extraños, alimentando leyendas e historias que apuntalaban su singularidad.

Esta ubicada en el Barranco de Añavingo, lugar especial en el mundo de las creencias y la religiosidad vecinal, dado que en el mismo y del mismo se ubica y parte un culto rupestre con rogativas focalizado en la figura de San Agustín. Pues bien, barranco abajo donde el mismo cambia su nombre por el de Barranco de la Piedra, a pocos metros de la carretera y con acceso directo peatonal desde el pueblo, se localiza una mole de piedra de cerca de cinco metros de altura y otros tantos de circunferencia, que vista desde determinado ángulo recuerda a un cráneo humano. Geológicamente la piedra parece ajena al entorno, y aunque parece claro que se trata de una bomba volcánica expulsada en una violentísima explosión, las cosas no están tan claras al respecto como veremos mas adelante. Parece razonable pensar que, surgiera de donde surgiera, el paso del tiempo ha ido desplazando a la gigantesca piedra barranco abajo. Eso es al menos lo que la lógica nos indica, aunque nadie puede descartar que fuese empujada barranco debajo de manera intencionada y por motivos sobre los que tan sólo cabe especular.

¿No es una bomba volcánica? La verdad es que no somos expertos ni estamos cualificados para emitir una opinión al respecto. Por ello recurrimos a lo que, en un ya lejano agosto del año 1993 escribía en las páginas del periódico El Día Víctor Manuel Pérez, vecino e inquieto investigador de las cuestiones locales. Por entonces escribía lo siguiente:

Mediante los oportunos análisis realizados a unas muestras, gracias a la inestimable colaboración de un buen amigo, podemos aportar una primicia de su composición geológica (las indagaciones continúan en este sentido), que está formada por rocas fonolíticas, mineral compuesto por feldespatos y silicato de alúmina, de color gris azulado y textura compacta, que por percusión se fragmenta en placas sonoras, de ahí su denominación: fonos = sonido; litos = piedra (piedra que suena); así como por rocas traquíticas, compuestas de feldespatos y de cristales de mica u hornablenda, siendo estas rocas muy ligeras, duras, porosas y de color gris claro; todo ello, englobado en una estructura porfídica, que es aquella roca eruptiva en la que aparecen cristales más o menos aparentes (fenocristales) y una pasta de apariencia homogénea; dicha pasta está formada por cristales microscópicos (microlitos) o por una masa amorfa, o, por ambas cosas a la vez. Se descarta el que pueda tratarse de una bomba volcánica o tapón de cráter, que fue nuestra primera impresión, por haberse detectado cristales que no se corresponden con la morfología de estas formaciones pétreas; siendo por otro lado, su formación muy antigua. (El Día, 1 de agosto de 1993)

Algunos investigadores estimaron tiempo atrás como probable que la piedra fuera conocida por los guanches, y que también ellos se percataran de su semejanza con una cabeza humana incorporándola a algún tipo de práctica ritual. Ningún indicio arqueológico refuerza esa tesis al menos de momento, y aunque faltan estudios concluyentes en esta dirección no deja de ser un problema para encontrarlos, el hecho evidente de que al estar ubicada en medio de un barranco, de haber existido restos materiales de rituales o ceremonias al lado de la roca estos habrían sido arrastrados por el agua hace mucho tiempo.

En cualquier caso lo cierto es que su aspecto sorprende por volumen, ubicación en el paisaje y forma, de tal manera que en un hipotético contexto de cultos megalíticos hasta el momento no suficientemente documentado en las islas, aunque reiteradamente sugerido y compatible con la deidificación documentada en Canarias de montañas, roques, etc…, su uso como objeto o espacio de adoración en el que cristaliza terrenal alguna deidad, parece plausible.

Víctor Manuel Pérez dedicó tiempo a reflexionar sobre aquella extrañeza cuyo conocimiento está al alcance de cualquier lector, y cuya relevancia en el paisaje y en la cultura popular llevó al Ayuntamiento años atrás a adecentar la zona y crear una especie de parque que hiciera la visita más apetecible. Con sus palabras, destacando alguna otra singularidad y esbozando su hipótesis concluimos ésta breve crónica, invitando al lector a visitarla.

“Poderosamente llama la atención el calzo de la base de esta mole colosal, sujeta por una sola piedra basáltica en forma trapezoidal que, a manera de cuña, soporta increíblemente casi las tres cuartas partes de su masa total, inteligentemente dispuesta en el lugar idóneo, ha soportado torrenteras, vientos huracanados y movimientos telúricos de diversa intensidad a todo lo largo del tiempo, sin que haya sufrido ningún desplazamiento, lo que hubiese ocasionado inevitablemente el volteo del peso que soporta.
Su orientación en el espacio guarda cierta relación con los grandes megalitos conocidos, estando su “cara” mirando al norte; su “nuca” al sur; su “mejilla” derecha a la salida del sol; y su “mejilla” izquierda al ocaso; imprimiéndole un carácter ritual al astro rey. Por todo ello, soy de la opinión de que no se trata de ningún capricho de la Naturaleza, como es la creencia popularmente arraigada, sino más bien -aventuro la hipótesis- tanto en su aspecto, traslado hasta el lugar y estratégico asentamiento, intervinieron la sabiduría y la mano del hombre”
(El Día, 1 de agosto de 1993)

José Gregorio González

COMPARTE: