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LA ZONA GRIS

Nuevas revelaciones en la frontera de la muerte

 

Los avances de la medicina han conseguido desdibujar la frontera entre la vida y la muerte, dinamitando las desalentadoras certezas que durante milenios han gobernado con solidez en este temido territorio. Hoy los médicos son capaces de rescatar de la muerte y sin secuelas a individuos que llevan horas con el corazón inerte y sin actividad cerebral, brindándoles una nueva oportunidad personal a costa de un trascendental desafió colectivo, el de saber qué ocurrió durante ese tiempo “de muerte” con su conciencia.

A comienzos de octubre de 2014 las páginas de la revista científica Resuscitation ofrecían por fin, tras años de inevitable espera, los primeros resultados de la investigación que mayor expectación ha logrado despertar en las últimas décadas en el terreno siempre controvertido de las Experiencias Cercanas a la Muerte, los resultados del Proyecto Aware (Awareness During Resuscitation – Conciencia durante la resucitación). Hay que recordar que las ECM son aquellas vivencias en las que, en situaciones críticas para la vida, un sujeto asegurar tener conciencia de ciertos hechos y experimentar fenómenos como la salida de su cuerpo, el encuentro con familiares fallecidos o la entrada y desplazamiento por un túnel o zona oscura. El proyecto está dirigido en la Universidad de Southampton por el médico y docente británico Sam Parnia, experto en cuidados intensivos y técnicas de reanimación en la Universidad Estatal de Nueva York, el estudio culminó su primera fase tras escudriñar las vivencias de dos millares de pacientes que habían sufrido paradas cardiacas, arrojando unos resultados que en virtud de las expectativas alimentadas en este tiempo han sido acogidos con desigual entusiasmo por los expertos. La investigación se llevó a cabo entre julio de 2008 y diciembre de 2012 involucrando, de un grupo inicial de 25 centros colaboradores, a 15 hospitales de Estados Unidos, Inglaterra y Austria. La mecánica del experimento era bastante sencilla en cuanto a su ejecución, aunque sujeto a factores en gran medida impredecibles que dejaban prácticamente en manos del azar la obtención de resultados, como así parece haber sido. Dado que una de las vivencias descritas por quienes tienen una experiencia cercana a la muerte es la de verse fuera de su cuerpo, Parnia y sus colaboradores pensaron que tal vez sería posible recoger evidencias objetivas de esa vivencia extracorporal mediante un sencillo procedimiento. Los sujetos, en este tipo de casos, dicen flotar por encima de sus cuerpos y contemplarse desde arriba con plena conciencia del entorno en el que se encuentran. Son capaces de mirar, de escuchar y de percibir con extrema lucidez lo que sucede a su alrededor mientras su cuerpo físico yace inerte, guardando recuerdo de todo ello al regresar de ese estado y recuperar la conciencia ordinaria. En palabras del propio Parnia, en las ECM “el único componente que podía comprobarse eran las experiencias extracorpóreas, porque era sólo durante esa etapa cuando la gente recordaba cosas potencialmente verificables de los sucesos que tenían lugar durante su parada cardiaca” La bibliografía especializada cuenta con un puñado de casos en los que algunos individuos que vivieron una ECM dentro de una sala de operaciones o mientras eran atendidos por equipos de emergencia, lograron recordar al despertar precisos detalles de lo que sucedía a su alrededor a pesar de no tener actividad cardiaca ni cerebral. En esos casos excepcionales los sujetos aportaron información a la que sólo podían haber tenido acceso sí realmente, como aseguraban en sus confesiones, hubieran estado flotando sobre su cuerpo y la escena médica que protagonizaban.

Con bastante lógica los responsables del Proyecto Aware asumieron que era factible objetivar ese tipo de vivencias sí los sujetos eran capaces de describir elementos muy específicos del entorno que habían sido previamente definidos para tal fin por los investigadores. De alguna forma propusieron algo así como ir de pesca a los hospitales dejando cebos y anzuelos específicos en ellos mientras durase el experimento. Si alguna presa pasaba por allí, en este caso un sujeto viviendo una ECM con proyección extracorporal, tal vez mordiese el anzuelo. Dichos cebos y anzuelos consistieron en estantes ubicados a tal fin a cierta altura en los que se habían colocado imágenes que sólo podían contemplarse desde lo alto. “Decidimos colocarlas sobre la cabecera de la cama, justo por debajo del techo, para que estuviera en la línea de visión de los pacientes que miraban su cuerpo desde arriba, colocando imágenes que resultasen interesantes y llamasen la atención”, explica Parnia. La distribución de los 1000 estantes disponibles no fue ni de lejos aleatoria. En los 15 hospitales a los que se asignaron entre 50 y 100 unidades por centro se eligieron aquellas zonas en las que estadísticamente era más probable que se dieran paros cardiacos y reanimación, como salas de urgencias, unidades de cuidados intensivos, etc., auténticos bancos de peces en los que tirar la caña fuese potencialmente más productivo. A pesar de todo ello la ubicación de las imágenes objetivo no era infalible tal y como demostró el estudio, dado que sólo el 22% de los paros cardiacos se produjo en habitaciones en las que se habían colocado estantes para la investigación. Es decir, que de los 2060 episodios PC registrados en los hospitales durante estos cuatro años apenas 440 ocurrieron en zonas equipadas con estantes. Como vemos, aunque sencillo en su planteamiento el estudio no estuvo exento de dificultades. El Proyecto Aware también tenía en contra factores como la baja tasa de supervivencia de quienes han padecido un paro cardiaco, así como el escaso número de pacientes que se recuperan sin secuelas incapacitantes y por lo tanto, que son susceptibles de ser entrevistados. A esos factores logísticos y médicos había que añadir que como punto de partida el porcentaje de personas que vive una ECM en situación de muerte clínica ronda el 10%, -el 9% en el caso del Proyecto Aware- y de ese porcentaje sólo un 2% describe una experiencia extracorpórea o viaje astral como parte de su vivencia. Como vemos, las probabilidades de dar con la presa idónea se diluyen sustancialmente a pesar de tener potencialmente a muchos individuos en el punto de mira. Y por si fuera poco, el Proyecto Aware se enfrentaba a otro gran problema, en este caso impredecible como adelantábamos líneas más arriba y sujeto prácticamente al azar, el interés que puede tener alguien que vive una ECM y se encuentra fuera de su cuerpo en mirar una imagen colocada en un estante de una habitación en la que un equipo de personas luchan por salvarle la vida. Reflexionemos: ¿se fijaría el lector  en esa imagen o estaría desconcertado por verse fuera del cuerpo y merodeando alrededor de los médicos para ver que demonios nos están haciendo? Bruce Greyson, doctor y profesor de psiquiatría, así como uno de los más reputados expertos del mundo en ECM, visibiliza este factor crucial con un ejemplo muy gráfico y cotidiano “Si se le preguntara a los viajeros el nombre que aparece en la tarjeta de identificación del agente de la TSA que le hizo señas a través del detector de metales en su último vuelo, es muy poco probable que alguien pudiera identificar el “objetivo”. El objetivo designado –la placa TSA ID- estaba justo en frente de ellos para ser vista, pero no tenían ninguna razón para prestarle atención, y no hay razón para recordarla aunque la hayan visto”

¿Un caso a prueba de bombas?

Con todo los datos obtenidos por Sam Parnia y su equipo son muy interesantes de cara a mejorar en el futuro nuevas fases de este proyecto, aportando información reveladora y al menos un caso que parece demostrar que la conciencia puede seguir funcionando durante al menos tres minutos en ausencia de respiración, latido y actividad cerebral. Recapitulando los datos del Proyecto Aware, en los 15 hospitales del estudio se consideraron 2060 episodios de paro cardiaco y reanimación, de los que sólo 330 sobrevivieron encontrándose aptos para ser entrevistados apenas 140 enfermos. De estos, 85 no tuvieron ningún recuerdo ni percepción durante su paro cardiaco, frente a 55 pacientes que sí reconocieron tener algún grado de conciencia. De estos 55, las vivencias de 46 individuos no se correspondían con aspectos propios de una ECM aunque ayudan a describir la concurrencia de otras percepciones durante este tipo de situaciones. Al respecto Parnia apunta que estos 46 casos sugieren “que más personas pueden tener actividad mental al principio, pero pierden sus recuerdos después de la recuperación, a sea debido a los efectos de la lesión cerebral o por la repercusión sobre la memoria de fármacos sedantes” Volviendo a los datos, sólo 9 pacientes tuvieron lo que por consenso se denomina experiencia cercana a la muerte, y de estos sólo 2 enfermos tuvieron percepción auditiva y visual. Uno de ellos fue una mujer de 51 años que sufrió una breve parada cardiaca. Se vio flotando sobre la habitación y contempló como una enfermera y un médico trabajaban sobre su cuerpo, tomándole la presión sanguínea, los niveles de saturación en sangre, glucosa, etc., observando también como la intubaban y la manera en la que la enfermera le hacía compresiones toráxicos mientras la llamaba por su nombre. La paciente declaró que con anterioridad no habían visto a la enfermera y que pudo conocerla después del suceso. No había estante del Proyecto Aware en su habitación y por su estado de salud siguiendo indicaciones médicas no fue posible continuar indagando en su experiencia.

Todo el peso específico del estudio, por tanto, parece pivotar alrededor de un único caso, un episodio que para colmo y confirmando uno de los temores de los investigadores, también tuvo lugar en una habitación sin estante. Pero, ¿qué convierte este caso en especial? ¿Realmente merece los titulares que grandes rotativos internacionales como The Telegraph, La Stampa y Bild le dedicaron? Parece ser que sí, tanto por la precisión de lo descrito –“los recuerdos se corresponden con eventos reales verificados”, asegura el estudio- como por el hecho de que dicha precisión permite situar la percepción extracorporal mucho más allá de los 20 ó 30 segundos de cortesía en los que se considera que puede haber algún tipo de actividad eléctrica residual tras pararse el corazón y cesar la respiración. El sujeto clave fue un paciente de 57 años que había sufrido una parada cardiaca en 2011 en el laboratorio de cateterización cardiaca del hospital Southampton General del Reino Unido. Tal y como explica el propio Parnia, “El paciente recordaba específicamente la sensación de estar sobre su propio cuerpo y haber visto las cosas desde arriba. Dijo que había visto a varias personas a su alrededor y que le habían dado descargas eléctricas en el corazón (desfibrilación) dos veces. Dijo que había visto desde lo alto todo lo que ocurría más abajo. Sin embargo, la parada cardiaca no tuvo lugar en una de las estancias con estante del hospital, de modo que el personal no pudo comprobar la veracidad de los pacientes que el paciente recordaba; en especial, no pudieron preguntarle si había <visto> una imagen independiente objetiva”. El sujeto entró en parada cardiaca a consecuencia de una fibrilación ventricular, que es incompatible con el latido. En estos casos “la actividad eléctrica cerebral se apaga y el cerebro muestra una línea plana”. Al sujeto se le había colocado sobre el pecho un aparato denominado desfibrilador externo automatizado (DEA), que administra descargas eléctricas de forma inteligente al detectar la fibrilación ventricular, con mensajes verbales específicos. Estos detalles son cruciales para entender lo descrito por el sujeto. “Debí de desmayarme, sí. En aquel momento no me di cuenta, pero luego escuché una voz robótica que me decía con claridad: <Descarga al paciente, descarga al paciente>, y después vi en un rincón del techo de la habitación a una persona que me llamaba. Puedo verla ahora mismo, y recuerdo que pensé para mis adentros (sin decirlo en voz alta): <No puedo subir hasta allí> Al momento siguiente estaba allí arriba y me observaba desde lo alto. También veía a la enfermera Sarah, y a otro hombre calvo. Recuerdo que los vi mientras estaba en lo alto”

El paciente aseguro que aquella persona que le llamó presentaba unos rasgos muy bellos y un pelo rizado precioso de color impreciso. Sintió que ella le conocía y que debía tenerle confianza. “Yo diría que era un ángel, o lo que yo entiendo por un ángel”, le explicaría a Parnia. Desde la esquina de la habitación y sumido en una gran euforia contempló a la enfermera y al médico de espaldas interactuando. En relación al médico añadiría que “era un tipo bastante rechoncho, la verdad. Llevaba un uniforme azul, y también un gorro azul, pero sabía que no tenia pelo por cómo estaba colocado el gorro” Al día siguiente reconocería al médico cuando pasó por la habitación a visitarle, aunque nunca antes lo había visto. Es bastante revelador de cara a la evaluación global del experimento y de su posible mejora en el futuro el hecho de que en la habitación no sólo no había estante, sino que además de haberlo habido, desde la posición en la que se encontraba el sujeto flotando, de haberse percatado de la presencia de un estante, posiblemente no habría podido ver la imagen depositada sobre el mismo. Sam Parnia, que ya había adelantado los detalles de este notable caso en su libro “Resurrecciones”, pone en valor este incidente en la medida en la que el paciente “mantuvo la conciencia de lo que lo rodeaba y fue capaz de describir con precisión cosas que no había visto antes de su experiencia, como el cardiólogo calvo con uniforme azul que estaba a los pies de su cama. Además, también acertó al decir que había <oído> al aparato DEA dar dos órdenes de tratamiento de descarga (separadas por un intervalo de al menos dos o tres minutos) Esto ofrece un indicio sobre cuánto tiempo fue capaz de mantener la consciencia tras la parada cardiaca, mientras percibía que su verdadero yo estaba cerca del techo”

Rescates desde la Zona Gris

Aunque el estudio seleccionó 2060 casos realmente se acercaron a 4000 los episodios de paros cardiacos registrados, con sólo dos casos de experiencia extracorporal y ninguno de ellos en habitaciones con estantes. La incidencia de la proyección de la conciencia durante las paradas cardiacas no es en absoluto alta, apenas un 0,1% del total, y la limitación de presupuesto a la hora de colocar estantes y de contar con personal disponible y cualificado para hacer el seguimiento del proyecto, hizo que el 78% de los paros cardiacos –incluyendo los dos más destacados- sucedieran en zonas sin estantes. Antes de arrancar el Proyecto Aware Parnia había anticipado que podría darse ese problema, puesto que para abarcar todas las “zonas calientes” de los hospitales se necesitaban alrededor de 12.500 dispositivos, colocándose apenas 1.000 unidades. En cualquier caso en los dos episodios de proyección extracorporal se dio una circunstancia similar que puede arrojar luz sobre la naturaleza de las ECM y la capacidad de sus protagonistas de reconstruir sus vivencias: en ambos casos los paros cardiacos fueron de corta duración, de menos de 10 minutos. Esto lleva a Parnia a pensar que la inflamación y daños que afectan al cerebro tras un paro son sensiblemente menores en estos episodios cortos que en otros paros más prolongados, viéndose el cerebro y la memoria bastante menos alterados. ¿Es posible que existan más ECM, y al miso tiempo más proyecciones extracorporales, que se pierden por los daños cerebrales generados por el paro cardiaco? La duda no sólo es razonable, sino que podría ser clarificada en el futuro sí prosperan ciertos protocolos que el propio Sam Parnia y otros especialistas en resucitación están luchando por implantar en los hospitales de todo el mundo. Estos expertos reivindican más medios, conciencia y formación para rescatar a más pacientes de lo que denominan “la zona gris”, un limbo biológico en el que lo que lo llamamos muerte ha comenzado pero no es irreversible. La gente es recuperable sin secuelas limitadoras de esa zona gris sí se actúa con los medios adecuados y dentro de un marco temporal razonable, al abordarse la muerte no como un instante irreversible sino como un proceso que se prolonga en el tiempo y del que es posible sacar a las personas aplicando los protocolos adecuados. El equipo de salvamento para sumergirse en esa zona gris y traer de vuelta a los pacientes incluye técnicas de enfriamiento que ralentizan el deterioro celular, fármacos que bloquean reacciones químicas que conducen a la muerte de las células y mecanismos de oxigenación adaptados a cada situación, todo ello unido a las modernas técnicas de reanimación cardiopulmonar (ver recuadro). En el futuro, tal y como asegura Sam Parnia, con poco esfuerzo se podrían salvar las vidas de muchas personas que han sufrido paros cardiacos y hacerlo sin secuelas. Indirectamente, rescatarles de la Zona Gris, nos brindaría la oportunidad de explorar con mayores datos y nitidez lo que ha sucedido con su conciencia durante ese periodo en el que transitaron por la muerte. Cuéntanos tu caso en info@cronicasdesanborondon.es

                                                                                  José Gregorio González

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