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Texto para CSB de Fernando Hernández.

La conocida como “Rebelión de los Gomeros” es un suceso histórico acontecido en la isla de La Gomera en 1488, que ha llegado hasta nosotros a través de la tradición oral, que no relata cómo los indígenas de la isla se sublevan y dan muerte al conquistador Hernán Peraza “el Joven” asentado en tierras de la gomera mediante pactos con los distintos clanes que mandaban en las islas. La represión castellana que desato la muerte Hernán Peraza es calificada por los historiadores como la conquista efectiva y definitiva de la isla[1].

Fue uno de los  acontecimientos más importantes de todas las efemérides de la isla, no solo por la enorme trascendencia represiva que tuvo para sus habitantes, sino porque además ha conseguido sobrevivir en la memoria colectiva del pueblo y significó para los gomeros el fin definitivo de su condición de hombres libres.

A la llegada de los europeos a La Gomera, esta isla se hallaba fraccionada en cuatro bandos: Ipalan, Mulagua, Orone y Agana.

La etapa en el que los gomeros principian a tener los primeros contactos con los europeos -fundamentalmente portugueses y castellanos- se define por las sucesivas rapiñas para la aprehensión de esclavos, y más tarde por los pactos de esos europeos con alguno de los cuatro bandos en que se encontraba dividida la isla.

El  pacto de colactación o beber leche en el mismo gánigo o vasija, que selló Hernán Peraza “el Viejo” con los bandos de Ipalan y Mulagua, fue el más trascendental de ellos, si bien los extranjeros no supieron entender de la profunda significación del mismo

La llegada a la isla de Hernán Peraza “el Joven”, este refrendará el pacto de su abuelo, pero mientras Peraza quiso juzgar el pacto como un acto de sumisión hacia él, los gomeros lo seguían concibiendo como un acto de hermanamiento y de ayuda entre ellos con una serie de leyes de ineludible cumplimiento. Para la mentalidad de los gomeros, Peraza incumplió el pacto, no solo cautivando a la población y tratando de forma cruel a los gomeros, sino además intentando mantener relaciones incestuosas con Iballa, su hermana por medio del pacto. Estas relaciones quedaban totalmente proscritas en virtud del pacto convenido, ya que las relaciones entre individuos del mismo bando no estaban consentidas para evitar la consanguinidad.

Ante esta transgresión de los tabús y de los acuerdos mediante la leche, un consejo de gomeros con potestad, entre los que destaca el jefe cantonal Hupalupa, se reúnen y decide prender a Hernán Peraza y romper la alianza.

Todos los investigadores que se han ocupado de este asunto, dan por descontado que el papel de la joven Iballa fue la de amante de Hernán Peraza, pero nosotros nos inclinamos a pensar que si esto fuera así, Iballa hubiera sido ejecutada por las mismas acusaciones de incesto. Creemos más plausible que la muchacha fue parte del complot para ajusticiar a Hernán Peraza aquella noche, citándolo en aquel lugar tan apartado para aquella época.

Hautacuperche es el encargado de llevar a cabo la detención, pero en su lugar lo ejecuta lanzándole un venablo a la salida de la cueva de Aguahedun -actualmente el lugar se conoce como degollada de Peraza-, mientras este corría para escapar de la conjura.

Hupalupa, cuando conoció la ejecución en lugar del prendimiento, supo que era el inicio de la desdicha de los aborígenes gomeros.

Los gomeros intentan asaltar la torre de San Sebastián al grito de “ya se quebró el ganigo en Aguahedun”, más tarde el guerrero Hautacuperche muere en uno de los intentos de asalto, lo que desanima a los rebelados. Beatriz de Bobadilla y Ulloa, viuda de Peraza, consigue pedir ayuda al gobernador de Gran Canaria Pedro de Vera.

A la llegada de Vera, logra capturar a un gran número de gomeros a través del engaño, prometiéndoles el perdón a todos los que concurriesen a la misa por el difunto Hernán.

Después de arrestarlos en la misma iglesia, fueron ejecutados todos los varones de los bandos de Ipalán y Mulagua mayores de quince años, y sus mujeres e hijos vendidos como esclavos.

Tiempo más tarde, un proceso judicial puso en libertad a la mayoría de esos gomeros vendidos como esclavos.

Este tipo de pactos por medio de la leche, están perfectamente representados en todo el archipiélago, si bien las crónicas recogen que la leche empleada era de cabra, tuvo que haber tenido los componentes esenciales para ese hermanamiento, como son la incorporación de la leche de las mujeres del clan con quien se quiere fraternizar.

Como hemos visto, el trasfondo de esta revuelta estaba las creencias indígenas que comportaban los pactos de colactación en la población nativa y que podemos rastrear en el continente africano, si bien con un contexto diferenciado que bien pudiera deberse a la introducción de elementos ritualisticos que no pertenecen al sustrato de la cultura bereber.

El uso de este tipo de alianzas por colactación la conocemos gracias al trabajo del antropólogo G. Marcy de entre los bereberes del centro de Marruecos[2]. Las poblaciones del grupo Braber, en particular el Zemmour, denominan esta práctica como  “tad’a”. La palabra depende de la raíz “dded” (o tted) que significa “chupar, absorber chupando”.

En los poblados de alto Atlas, la palabra tad’a rivaliza con la de “tafergant” derivada del verbo freq que originalmente significa “cerrar” y en un sentido originario “proteger”.

Estos vocablos parecen tener significados, si no diferentes, al menos bastante distante, pero el examen de la práctica de tad’a revela que es esencialmente para asegurar la paz y proteger a quienes se benefician de ella.

La ceremonia del tad’a se lleva a cabo en tres etapas. La primera etapa consistía en una reunión alrededor de un kerkour o un santuario. El encuentro podría tener el recuerdo de enfrentamientos o rivalidades pasadas, reproducido en forma ritualizada, la mayoría de las veces acompañada de canciones y bailes.

La segunda etapa es una comida conjunta entre los dos grupos, donde el cuscús de la comida ha sido rociado con leche mujeres de ambas comunidades. En algunos clanes la leche fue  reemplazada por miel, pero como sugiere el nombre, el tad’a, equiparado al amamantamiento del infante, fue primitivamente una verdadera colactación de modo que los miembros de ambas tribus o bandos, sienten que se han transformado en hermanos.

Para subrayar aún más el simbolismo, durante la comida, las mujeres reunidas, entre los dos grupos, intercambian sus infantes. Entre los Ayt Mtir, los grupos probaron del mismo cuenco la leche mezclada de siete mujeres de cada grupo. El tad’a delimita con otras tradiciones, como los Hmid del Beni Ahsen y los Beni Ounzar de Zemmour se consideran hermanos,  porque sus antepasados ​​habrían bebido juntos la leche producida portentosamente por un santo popular,  llamado Bou Khassi.

Para la tercera etapa, conocida tanto entre los Zemmour como entre los Ayt ‘Atta, esta es el sorteo del calzado. Las sandalias de los participantes forman dos pilas ocultas cada uno con un burnous. Los principales sacan simultáneamente una sandalia de cada pila, sus dueños quedan entonces vinculados personalmente por un pacto de fraternidad, sean cuales sean sus niveles sociales.

Ahora, las personas hermanadas por este rito serán para ambas sagradas en todas partes y bajo todas las circunstancias. La alianza colectiva entre los dos grupos se refuerza con la colactación comunal, reforzado las fraternidades individuales consagradas por sorteo sandalias.

Los pactos de colactación solo se han obtenido de investigaciones en Marruecos y específicamente entre los seminómadas de Braber, habiendo evidencias que apuntan  a que esta práctica de un profundo simbolismo vetusto, que ha perdurado en diversos ritos en muchas regiones del mundo, estaba más extendida entre los antiguos bereberes.

El antropólogo G. Marcy ya había apuntado el gesto, de una fuerte carga simbólica, de que la reina Kahina que habiendo decidido adoptar al joven guerrero árabe Khaled, le dice:

“Quiero darte mi leche para que te conviertas en el hermano de mi dos hijos. Para todos nosotros, los bereberes, el parentesco de la leche confiere un derecho recíproco heredado”.

Es de observar la  afirmación sobre la universalidad de la colactación entre los bereberes. En la práctica, el rito se dio como valido con que sus hijos y Khaled consumieran una torta de cebada colocada sobre su pecho, revelando que la colactación fue ya, entre los Jerawa del siglo VII, una práctica muy antigua que había sufrido una alteración que permite sustituir el tad’a práctico por un simple gesto simbólico.

[1] Pérez Saavedra, F. “La Gomera y el episodio de Iballa”. Anuario de Estudios Atlánticos (Las Palmas de Gran Canaria: Patronato de la Casa de Colón) (48).2002.

[2] Marcy G,  L « alliance par collactation (t’ada) chez les Berbères du Maroc central », Actes du IIe Congrés de la fédération des soc. Sav. De l’Afrique du Nord, Tlemcen.1936.

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