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LOS RODEOS 1977

Un epílogo espiritual

 

TAL DÍA COMO HOY, HACE TRES AÑOS, SE CUMPLIÓ EL 40 ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DE LOS RODEOS, EL CHOQUE EN PISTA DE DOS BOEING 747 DE LAS COMPAÑÍAS KLM Y PAN AM. EL DESASTRE SE CONSUMÓ HACIA LAS CINCO DE TARDE DE AQUEL DOMINGO GRIS, COBRÁNDOSE 583 VIDAS Y ROMPIENDO PARA SIEMPRE A MILES DE FAMILIAS. SOBRE EL ASUNTO SE HA ESCRITO LO INDECIBLE. LA HISTORIA QUE HOY COMPARTIMOS HA PERMANECIDO SILENCIADA, Y DESDE LUEGO, POR SU NATURALEZA ES MUY PROBABLE QUE SEA CUESTIONADA. DE HECHO, INSTAMOS AL LECTOR A QUE NO DUDE EN CUESTIONARLA. QUIENES LA HAN PROTAGONIZADO ABRAZAN CERTEZAS IMPERTURBABLES. LES INVITO A CONOCERLA.

Mi primera toma de contacto periodístico con el accidente de Los Rodeos se produjo en la segunda mitad de los años noventa del siglo pasado. Por entonces, cómo no podía ser de otra manera, fueron los potenciales misterios que rodeaban a dicha tragedia los que llamaron mi atención y centraron mi interés. El periodista Javier Sierra me había encargado una investigación para la revista Más Allá sobre las premoniciones que pudieron rodear aquel episodio, lo que me llevó a sumergirme de pleno en el asunto. No había Internet, al menos no el actual que tanto facilita las cosas y tanto oxida el intelecto, así que me pasé muchas horas ante las vetustas pantallas de los microfilms, reconstruyendo los hechos para poder entender la catástrofe, y rastreando indicios de “misterio” Una minúscula referencia de agencia, sepultada entre montañas de datos, fotos, declaraciones…eso fue lo único “extraño” que localicé. Aludía Stanley H. Fried, un estudiante estadounidense que había pronosticado con pasmosa precisión el choque y el número de víctimas en el marco de un experimento realizado en la Universidad de Duke. Esa historia apasionante, que me llevaría años clarificar y a la que le dediqué un extenso capítulo en mi libro Canarias Territorio del Misterio, fue el primero de los hilos de una tupida trama en la que quedaría atrapado desde entonces. En mis indagaciones no encontré, cosa rara por otro lado, relatos sobre apariciones, apenas algunos rumores muy genéricos sobre el malestar que provocaban estar o transitar en las inmediaciones del hangar en el que fueron depositados los restos. Algo extraño, sin duda, considerando que la comunicación sobre presencias espectrales son un clásico. Años más tarde aparecerían algunas historias de este tipo, aunque curiosamente todas ellas de informantes ajenos al propio aeropuerto, vinculados al ámbito militar o al perímetro vecinal que circunda Los Rodeos. Jamás, hasta donde sabemos, ha trascendido públicamente testimonio alguno del personal del aeropuerto que hable de presencias o apariciones. Eso puede significar algo o no significar absolutamente nada. Vivencias de este tipo, impactantes muchas veces, son difíciles de compartir y pueden acarrear problemas. Es posible, por tanto, que exista un iceberg de experiencias postmortem esperando salir a la superficie. La cuestión es que nuestro interés estaba en las premoniciones, y esas, auténticas o no, si que nos preocupamos de documentarlas hasta donde era posible, con luz y taquígrafos. Junto a la rocambolesca historia de Fried, indagamos en los más pequeños detalles de otra gran historia, la del superviviente Norman Williams, quien junto al periodista George Otis escribiría al año siguiente la monografía “Terror en Tenerife”, un incunable en el que este empresario, de fuertes convicciones religiosas, describe sus vivencias y las interpreta como parte de un plan divino. En esencia, Dios le ayudó a salir de aquel avión en llamas, sorteando obstáculos insalvables como una cortina de fuego y humo o una pesada pieza metálica proyectada a toda velocidad contra él, guiado según su propia convicción por una potente voz espiritual, para que diera testimonio de su gloria. Y así lo hizo. Williams, que regresó algunas veces a Tenerife, dedicó el resto de su vida a predicar en foros evangélicos la palabra de Dios y a transmitir un mensaje de gloria y redención sustentado en su propia vivencia en Los Rodeos.

Espacio para lo imposible

Existe la creencia, firmemente arraigada desde hace siglos y puede que hasta milenios, de que los escenarios de hechos traumáticos ya sean estos individuales o colectivos, quedan impregnados durante mucho tiempo de la intensa carga emocional que acompañó al incidente. El odio o los celos de un crimen pasional, la torturadora envidia, la rabia, el miedo, la desorientación y el vacío, el dolor, la soledad…que acompañan a guerras, catástrofes naturales, accidentes, genocidios, etc…empaparían mediante mecanismos que desconocemos los lugares y a veces los objetos presentes durante tales episodios traumáticos. Qué dicha creencia esté arraigada y sea asumida como una certeza no implica, en absoluto, que pueda ser demostrada o que sea objetivamente auténtica. La gente suele hablar de estos lugares como “espesos”, “densos”, generadores de “malestar”, desencadenan “inquietud y ansiedad”…Sin duda, conocer la triste historia que les acompaña puede ser un potente activador de este tipo de sensaciones, que cabría reducir a la mera esfera subjetiva.

El aeropuerto de Los Rodeos no ha estado al margen de estos asuntos, de este tipo de testimonios y mucho más…Hace años escuchamos la historia de avistamientos de OVNIs –sí, los socorridos, amados y vilipendiados OVNIs- en la vertical del aeropuerto en los días y meses posteriores al accidente. 1977 formó parte de los años de gran actividad OVNI en Canarias, y con independencia del origen o naturaleza de aquellas observaciones masivas, existía una sensibilidad social muy acentuada en aquellos años hacia el fenómeno de los No Identificados. Por entonces se habló de “naves” con forma ovalada y alargada, las llamadas en el argot ufológico de la época “naves nodrizas”, con forma de “cigarro-puro”, sobrevolando o bien estacionarias sobre la vertical de Los Rodeos. Decían entonces, y lo mantiene ahora quienes recopilaron aquellos casos, que se trataba de naves que “recogían las almas de las víctimas del accidente” Una vez más, podemos creerlo, contemplarlo como una posibilidad o descartarlo como una indemostrable ilusión. Al parecer, la observación de este tipo en concreto de “ovni” parece ser una constante en escenarios de tragedias colectivas, lo que tampoco es una prueba a favor de la autenticidad de los casos ni, mucho menos, de la interpretación que se hizo de ellos. Puede, incluso siendo especialmente críticos, que haya sido una “fuente de inspiración” para quienes en 1977 comunicaron tales incidentes en Tenerife.

Otra historia asociada a la vertiente “espiritual” fue la relativa a una curiosa fotografía tomada al aeropuerto desde cierta distancia, días o meses después del accidente, en horas de la tarde. Fotografía en blanco y negro de la que un buen amigo me habló durante años y que finalmente pude tener entre mis manos. Una curiosa trama, como una tela de araña oscura, cubría Los Rodeos. También, como es lógico, se interpretó en el marco del trágico suceso allí acontecido.

En estos últimos 30 años, a título personal, hemos recogido media decena de historias relativas a ceremonias religiosas o espirituales realizadas en el lugar o en sus inmediaciones, clandestinas y discretas todas ellas, destinadas bien a “limpiar” el lugar de indeseables presencias energéticas, como a guiar hacia el más allá a las almas de algunas de las víctimas de la tragedia. A la ligera, sin meditar al respeto, podemos sentenciar que decir algo así es falta el respeto a la memoria de las víctimas, a sus familias, trivializar una tragedia de tal magnitud, etc…Ese discurso populista, facilón y superficial, mediocre en suma, no toma en cuenta el hecho de que estamos transitando por el terreno de las creencias, compatible al cien por cien con la idea de “entre mundos” o de “vida entre vidas”, de limbo y purgatorio, de cielos, dimensiones o esferas intermedias en las que, diferentes religiones, tradiciones sagradas y modelos filosóficos, han situado el destino de las almas tras la muerte, especialmente de aquellas a las que su destino final les llegó sin previo aviso. Muchas culturas tienen ceremonias específicas para resolver esos “líos” espirituales, y de hecho, en nuestra cultura más cercana tenemos el recurso de la misa, de las velas y oraciones…no debería sorprendernos tanto.

Un portal al más allá

Él militar. Ella profesional de la mente humana. El lector puede creer o despreciar por completo su historia. A ellos les da absolutamente igual. Tienen sus certezas, fortalecidas en base a sus vivencias personales. Esta historia en concreto ya es agua pasada para ellos, cerraron ese capítulo y están en otras cosas. Pero esa fue la historia con la que comenzaron esas otras cosas que ahora les mantiene ocupados, comprometidos. Se conocieron fortuitamente.

Ella, vinculada a la historia del accidente desde su niñez, una conexión especial. Sensible, intuitiva, receptiva…una mujer con capacidad para percibir el otro lado, para sentir el más allá. Llegado un momento, se ve obligada por razones profesionales a silenciar ese “don” personal, ese “estigma” social. Aunque siempre permaneció latente, decidió contenerlo, mantenerlo al margen de su trabajo en consulta…la mente humana ya es lo suficientemente compleja como para gestionar tales “interferencias”…

Él, militar, destinado hace unos años a Tenerife. Con formación médica, mente analítica y…el mismo don, la misma sensibilidad, la capacidad para escucharles y sentirles, para experimentar en carne propia sus emociones, sentimientos, pensamientos…

Un buen día la vida de ambos se cruza y entra en escena el accidente de Los Rodeos. Intercambian impresiones, piezas de un puzzle que empieza a encajar. Ambos, por separado, están convencidos de haber establecido contacto con las víctimas del accidente, para las que esos cuarenta años transcurridos no existen. Esta historia, esta vivencia en la que ellos terminan ejerciendo de “orientadores”, es reciente. Se precipita a finales de 2016, la pasada navidad. Ambos me confían sus vivencias, con una fe ciega en mi discreción. Y yo, a pesar de estar escuchando una historia increíble no dejo de pensar que lo realmente increíble es la procedencia, el origen. Mentes amuebladas, racionales, vidas y profesiones alejadas de entramados proclives al misterio. Aún me cuesta creer que ellos, con sus perfiles profesionales y personales, sean los protagonistas de vivencias de esta naturaleza.

La pareja me confiesa que establecieron contacto directo con el piloto del avión de la KLM, Jacob van Zanten, en cuya premura por despegar y en las erradas decisiones tomadas en los instantes previos al fallido despegue, se cargó parte de la responsabilidad del accidente. “Jacob”, cómo así lo termina llamando la pareja de psíquicos, comparte con ellos durante días su ansiedad, su desazón y dolor. Se siente culpable, responsable, y les habla de sus circunstancias. Desde el accidente sigue ligado al aeropuerto, como la inmensa mayoría de las almas, y él en particular a la zona de talleres, afirma sentirse cómodo entre los aparatos. Tanto en él como el resto de las víctimas existe algo de conciencia de lo ocurrido, pero durante cuarenta años casi la totalidad de ellos parecen haber “vivido” en una especie de burbuja, semidormidos, sin suficiente claridad…sin transitar hacia la luz, al otro lado. Desde entonces, como atrapados en un bucle o eterno presente, deambulan por la pista y algunas dependencias del aeropuerto. A veces se manifiestan, generando efectos físicos sutiles, pero no es nada habitual. Algunos, unos pocos, sí se marcharon al otro lado hace tiempo.

A mis interlocutores les habló con franqueza. Poca gente creería lo que cuentan, y hacerlo a cara descubierta les acarrearía una montaña de problemas. Me desconcierta ese discurso espiritual, esas vivencias mediúmnicas en personas tan racionales, tan “normales”. No parece importantes el qué dirán, ni si la gente les creerá o no, simplemente comparten lo que han vivido como una realidad personal. Quizá, el único objetivo de brindarme su historia es que, al hacerla pública, aporte tranquilidad y consuelo a las familias de quienes perdieron la vida aquel 27 de marzo de 1977.

El 22 de diciembre de 2016, en las inmediaciones del lugar de accidente, nuestros interlocutores aseguran haber “facilitado el tránsito hacia la luz” a las 583 almas. Pasaron al otro lado, ayudados por ellos y guiados por Jacob, quién se había perdonado por lo ocurrido.

Que el lector opine. Hoy soy un simple cronista.

 

José Gregorio González

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