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OLIVER FOX, VIAJERO DEL ASTRAL

El desdoblamiento o viaje astral pasa por ser una de las experiencias potencialmente paranormales más singulares de cuantas se comunican en el campo de lo inexplicable. Desde tiempo inmemorial existen testimonios sobre la existencia de un doble sutil del cuerpo físico, capaz de abandonarlo y mantener la conciencia de las cosas que percibe y experimenta. La mayoría de las veces esas proyecciones astrales son involuntarias y únicas, pero hay excepciones, como la del viajero astral Oliver Fox.

 

En las últimas décadas se han desarrollado estudios muy serios encaminados a clarificar el enigma de las experiencias extracorpóreas, vivencias en las que su protagonista asegura haber salido de su cuerpo físico y guardar conciencia de lo que experimenta fuera del mismo. La mayoría de los casos se producen de forma involuntaria e inesperada, como parte de algún accidente, intervención quirúrgica o situación especialmente estresante. Sin embargo hay individuos que son capaces de controlarlas y provocarlas. Las opiniones sobre su naturaleza están divididas ente quienes sostienen que se trata de algo subjetivo y explicable desde la neurobiología y la psicología, y quienes defienden estas vivencias como algo objetivo y real, que apunta a la no localidad de la conciencia e incluso a la supervivencia tras la muerte. La casuística es muy rica, variada e interesante, y en ella se encuentran los episodios de un consumador viajero astral, Oliver Fox, pseudónimo según parece de George Hugh Callaway. Nuestro protagonista es considerado el primer autor que con cierto grado de rigor estudió el fenómeno de la proyección astral, a través de sus propios desdoblamientos. Su formación como ingeniero e interés por la ciencia, así como su vinculación con la teosofía –la escuela o movimiento esotérico fundada por H. P. Blavatsky que tanta influencia tuvo en el ocultismo a caballo entre los siglos XIX y XX- se presentan en sus escritos hábilmente equilibrados a la hora de describir y explicar la naturaleza de unas vivencias que en su caso arrancan desde la infancia. Sinceramente, la lectura de su libro El Viaje Astral, es de lo más recomendable. Las habilidades de Oliver Fox parece haber dado comienzo en la infancia. Nacido en 1885 al noreste de Londres, durante su niñez las enfermedades le mantenían especialmente a raya con largos periodos encamado con fiebre y debilidad generalizada, acumulando entonces y durante su juventud sueños repetitivos de cierta extrañeza.. Durante años éstas experiencias alimentaron su curiosidad, de manera que es comprensible que su conciencia e interés por lo que ocurría en sus sueños le llevasen, súbitamente, a ser consciente de que se encontraba en un sueño y tomar el mando de los mismos hacia los 17 años de edad. La clave, según descubrió y recomendó a cuantos le preguntaban sobre el tema, era estar alerta ante alguna incoherencia o anacronismo que se pudiese dar durante el sueño que delatase que, precisamente, no se estaba despierto. Fox llamó a este tipo de vivencia “sueño del conocimiento”, pero podríamos usar sin equivocarnos la etiqueta más conocida de “sueños lúcidos”.

“Soñé que me encontraba de pie en la acera, delante de mi casa. –escribe Fox. El sol salía de la muralla romana, y las aguas de la Bahía de Bletchingden brillaban bajo la luz matinal. Yo podía ver los altos árboles que hay en la esquina de la calle y la parte superior de la vieja torre gris que se alza más allá de los Forty Steps. En la magia de la luz matinal, la escena era enormemente hermosa, incluso entonces. La acera no era del tipo normal, sino que consistía de pequeñas piedras de un gris azulado, cuyos lados más largos formaban un ángulo recto con el bordillo blanco. Me disponía a entrar en la casa cuando, al mirar casualmente estas piedras, me llamó fuertemente la atención un extraño fenómeno pasajero, tan extraordinario que no podía creer lo que veían mis ojos: habían cambiado su posición durante la noche, ¡y los lados más largos eran ahora paralelos al bordillo! Entonces la solución vino a mi mente: aunque esta gloriosa mañana de verano parecía de lo más real, ¡estaba soñando!”

Nuestro protagonista se percató que la orientación en la que estaban colocadas las baldosas de la calle había rotado sorprendentemente 90 grados, algo que en ese momento entendió como imposible de un día para otro salvo que estuviera soñando. En el preciso instante en el que tomó conciencia del detalle de las piedras, ocurrió algo revelador y determinante para sus futuras incursiones en los viajes astrales. “Instantáneamente, la sensación de realidad se hizo cien veces más vívida. Jamás habían resplandecido el mar, el cielo y los árboles con tan magnífica belleza; hasta las casas más modestas parecían rodeadas de una mística hermosura. Jamás me había sentido mejor, más lúcido o más divinamente poderoso. Era una sensación exquisita, superior a cuanto puedan expresar las palabras; pero sólo duró unos instantes y me desperté́. Según llegué a saber más tarde, mi control mental había sido vencido por mis emociones, de modo que el cuerpo cansado hizo valer sus derechos y me obligó a regresar.”

Durante estos sueños tenía una conciencia dual, es decir, era consciente del sueño interactuando en el mismo, pero también sabía que estaba dormido en la cama y sentía el tipo de estímulos relacionado con esa situación. Se superponían las dos realidades. Ante esta situación en un momento dado decidió avanzar y probar lo que podía suceder si lograba centrarse y vivir exclusivamente la realidad onírica. De esta forma en uno de sus sueños decidió dar el paso, y tras sentir el característico dolor de cabeza a nivel pineal que le avisaba del límite que no debía cruzar, logró imponer su voluntad a costa del dolor hasta que éste desapareció tras sentir una suerte de “click” en su cabeza. Tal como lo cuenta Fox parece que algo se desconectó, permitiendo que viviese con mayor libertad y amplitud el sueño en el que estaba inmenso. Ya no percibía su cuerpo y mundo físico, solo el onírico-astral. Después y lleno de temor ante el hecho de no poder despertar terminó por regresar, volviendo a tener la misma sensación de encaje en su cabeza y experimentando la transitoria parálisis física o catalepsia que tan frecuentemente es relatada por los viajeros astrales. Aunque el “Sueño de Conocimiento” fue el método con el que se inició y realizó abundantes viajes, en 1908 descubrió inesperadamente que podía viajar en astral sin estar dormido. Recostado sobre el sofá con los ojos cerrados se dio cuenta que estaba viendo el tapizado del sillón. En este estado que llamaba “de trance” tan solo tenía que desearlo y la salida en astral era inmediata, aunque lograr ese estado de relajación no era fácil y perderlo cuando se estaba en astral resultaba muy sencillo, interrumpiéndose con ello sus aventuras. Tal y como relata en su libro, su afán por investigar le llevó a probar la proyección de su doble haciendo uso de anestesia, concretamente a través de la inhalación de un algodón impregnado con una cuchara de cloroformo. De pronto “me pareció que era lanzado hasta las estrellas, y que un resplandeciente hilo plateado conectaba a mi ser celestial con mi cuerpo físico. La conciencia dual era muy pronunciada. Cuando hablaba, me parecía que mis palabras viajaban por el hilo y eran pronunciadas por mi ser físico; pero el proceso era simultáneo, y no podía sentir que me encontraba entre las estrellas y el sofá, todo al mismo tiempo”

Sus diarios recogen casos en los que fue visto bajo su forma astral o pudo ver a otras personas que se proyectaban, algunos de los cuales se veían acompañados de datos verificadores. Llegó incluso a desarrollar una técnica para provocar los viajes a la que denominó Puerta Pineal. Su interesante e ilustrativa historia merece ser recordada.

 

José Gregorio González.

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