COMPARTE:

El problema número uno de la ciencia se cuela en la cocina

EL FÍSICO ESTADOUNIDENSE JAMES EDWARD MACDONALD, REPUTADO PROFESOR DE FÍSICA ATMOSFÉRICA EN LA UNIVERSIDAD DE ARIZONA ACUÑÓ EN LOS AÑOS SESENTA DEL SIGLO PASADO UNA FRASE QUE TERMINARÍA POR HACER HISTOIA: “LOS OVNIS SON EL PROBLEMA NÚMERO UNO DE LA CIENCIA”…CUANDO TODOS DABAN POR MUERTO EL FENÓMENO OVNI, ES EL PENTÁGONO QUIEN SE HA ENCARGADO DE RESUCITARLO.

“El Muerto Vivo” es el título de una canción surgida en Colombia y versionada exitosamente como rumba por Peret, en la que descubrimos que frente a todos los indicios, uno que parecía muerto realmente no estaba muerto, sino que andaba de parranda. Posiblemente es una canción que en guateque, verbena o karaoke ha sido trovada con desigual acierto por todo tipo de personas, incluyendo al nutrido y variopinto sector de los ufólogos y también al de menos nutrido y bastante menos variopinto sector de los negadores. En estos últimos años hemos leído y escuchado múltiples opiniones relativas a la “muerte del fenómeno OVNI”, misterio que flotándose las manos y esbozando una sarcástica sonrisa algunos jubilaban. En fin, cada vez se comunican menos observaciones de OVNIs, lo que puede ser interpretado como una menor incidencia de avistamientos. Tal vez sea así, yo personalmente reconozco no saberlo. Y reconozco entender cada vez menos el enigma OVNI, pero también que cada día me resulta más fascinante explorar sus ramificaciones y ese incómodo remanente de anomalías y extravagancias que aglutina. El caso es que no deseo crispar ni enervar a nadie en estos últimos compases del 2017, ni provocar un cartuchazo en escopetas que suelen andar siempre cargadas, pero la realidad es que terminamos el 2017 con lo que cualquier canario definiría como un “contundente trompetazo en toda la chopa”. Ese cogotazo viene directamente del Pentágono…efectivamente, el Pentágono, del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Desde 2007 se financiaba el Advanced Aviation Threat Identification ProgramPrograma de Identificación de Amenazas Aéreas Avanzadas-, destinado a investigar OVNIs, según reveló The New York Times hace apenas poco más de dos semanas. Sin duda el fenómeno OVNI no estaba muerto, puede que sólo parrandeara libremente a su antojo, visibilizando una vez más su indomable comportamiento. La verdad es que lo ignoro, pero hace que uno rescate frases célebres como la del físico atmosférico James E. McDonald, de la Universidad de Arizona, quien allá por los años sesenta del siglo pasado y desde un profundo conocimiento del fenómeno que nos ocupa, calificará a los “ovnis como el problema número uno de la ciencia” Sin duda es una etiqueta más que discutible, propia del contexto de la época, ya que puestos a enumerar problemas a los que se enfrenta la ciencia los OVNIs quedarían muy abajo en el ranking. Es curioso que el malogrado McDonald, que se suicidó por pasiones ajenas por completo a los OVNIs, acuñara aquella frase cuando el Proyecto Libro Azul de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, dedicado durante casi dos décadas a investigar a los No Identificados, llegaba a su fin. En contra de lo que apuntaban sus propias investigaciones el Proyecto Libro Azul se clausuró oficialmente en diciembre de 1969 con tres conclusiones:

Primero. Ningún ovni sobre el cual hayan investigado las Fuerzas Aéreas ha supuesto ningún tipo de amenaza a la seguridad nacional.

Segundo. Las Fuerzas Aéreas no han encontrado ninguna prueba de que las observaciones clasificadas como “no identificadas” representen objetos o principios tecnológicos que vayan más allá de los conocimientos científicos de la época.

Tercero. No ha habido ninguna prueba que indique que las observaciones clasificadas como “no identificadas” fueran vehículos extraterrestres.

22 MILLONES DE DÓLARES PARA OVNIS

Así quedaron las conclusiones, mientras en secreto se continuaba investigando e imponiendo una política de confidencialidad extrema en aras de la seguridad nacional, una historia que con matices más o menos se ha repetido en innumerables países. Curiosamente la segunda de las conclusiones, “las Fuerzas Aéreas no han encontrado ninguna prueba de que las observaciones clasificadas como “no identificadas” representen objetos o principios tecnológicos que vayan más allá de los conocimientos científicos de la época”, como veremos, contrasta con el desarrollo de uno de los casos que han sido comentados en relación con este proyecto y que luego detallaremos. Lo cierto es que se haría largo explicar todo lo ocurrido entre las bambalinas de la ufología oficial y su relación con organismos e instituciones gubernamentales, no es momento, no hay espacio, ni tampoco intención por nuestra parte de hacerlo ahora. Pero sí es preciso regresar a lo revelado días atrás por el prestigioso diario estadounidense. El responsable de abrir la caja de los truenos fue Luis Elizondo, el oficial de Inteligencia Militar que en el Departamento de Defensa estuvo al mando entre 2010 y 2017 del citado Programa de Identificación de Amenazas Aéreas Avanzadas, que surgió como iniciativa del senador demócrata Harry Reid. Un programa secreto que oficialmente estaba cerrado desde 2012, año en el que se cortó la financiación, y que invirtió en la etapa de gestión de Elizondo al menos 22 millones de dólares en investigar OVNIs, o para ser más precisos, FANIs, Fenómenos Aéreos No Identificados, terminología también usada en España durante décadas por nuestro Ejército del Aire. La información que ha trascendido incluye al menos un impactante vídeo grabado en 2004 – tres años antes de comenzar oficialmente el proyecto- en el que se observa desde el interior de la cabina a un cazabombardero F/A-18 Super Hornet de la Marina siguiendo a un “objeto” que está a 25.000 pies de altitud, casi 8 Km., un OVNI que se para en seco para asombro de los pilotos. La historia de esta filmación es, por decirlo de forma contenida, alucinante. Fue filmada desde un avión en el contexto de un caso protagonizado por otro reactor similar. El avión pertenecía a la flota del portaviones nuclear Nimitz, fondeado cerca de San Diego, y al piloto David Fravor le ordenaron que echara un vistazo a lo que estaba ocurriendo desde hacía semanas a un centenar de kilómetros de la costa californiana. Se habían acumulado más de una veintena de reportes de extraños objetos volantes que descendían de los 80.000 a los 20.000 pies de altitud, para luego desaparecer. Al detectarse otro Fravor se aproximó con su Super Hornet y se encontró con un aparato de unos 13 metros, con la desconcertante forma de una pastilla blanca cuadrada, sin alas, sin ningún sistema de propulsión visible, completamente plana, que flotaba muy cerca de la superficie del mar. Aquella “pastilla de menta” desapareció a gran velocidad cuando el piloto se acercó. Otro piloto en vuelo, con quien el testigo intercambiaba impresiones, logró la filmación liberada dispone para ser visionada por cualquiera en Youtube. Al respecto de todo este asunto Elizondo comentaba a medios como The New York Times o CNN, “Estos aviones, los llamaremos aviones, exhiben características que no están actualmente dentro del inventario de Estados Unidos ni en ningún inventario extranjero del que tengamos conocimiento” (…) Cosas que no tienen ningún servicio de vuelo obvio, ninguna forma obvia de propulsión, y maniobras de manera que incluyen la maniobrabilidad extrema más allá, me gustaría decir, de las fuerzas G que puede soportar un ser humano o cualquier cosa biológica”

Sin duda una noticia así, celebrada por muchos sin que ello implique uno crea o no en que detrás de lo inexplicable del fenómeno OVNI hay que buscar tecnología extraterrestre, ya ha puesto en marcha la eficiente maquinaria negacionista enfocada a minimizar el interés y sembrar la duda sobre la credibilidad del proyecto y sus artífices. Ha ocurrido antes y ocurre ahora. Al veterano y experimentado oficial Luis Elizondo, que renunció en octubre a su puesto por el excesivo secretismo al que estaba obligado en su trabajo, se le define como un “ufólogo crédulo”; al senador Harry Reid que impulsó la creación del programa, además de etiquetarle como un locuelo de los Ovnis y los extraterrestres, se le señala como un cándido títere subordinado a los intereses de Robert Bigelow, empresario de la industria aeroespacial a cuya empresa Bigelow Aerospace se le habían encargado un buen número de informes…del piloto aún no hemos escuchado nada, pero todo llegará, tiempo al tiempo. Es bueno saber ante la velada insinuación que Elizondo es experto en microbiología, inmunología, parasitología y enfermedades tropicales, trabajando junto al Director de Inteligencia Nacional y como parte de la oficina de Contrainteligencia, supervisando misiones de espionaje y lucha antiterrorista. Por su parte Bigelow es un multimillonario al que los 22 millones del Pentágono distribuidos en 4 ó 5 años le debían de parecer calderilla. Como leemos en la información publicada por The York Times, “mientras Bigelow estuvo en el cargo de director, la empresa modificó varias edificaciones en Las Vegas para el almacenamiento de aleaciones de metales y otros materiales que Elizondo y los contratistas del programa aseguraron que se habían recuperado de fenómenos aéreos no identificados. Los investigadores también estudiaron a personas que señalaron que habían experimentado efectos físicos debido a encuentros con los objetos y los examinaron para ver cuáles habían sido los cambios psicológicos que habían sufrido. Además, los investigadores se entrevistaron con miembros del servicio militar que dijeron que habían visto aeronaves extrañas”.

Todo apunta a que, además de mucha información confidencial, el programa de investigación sigue en marcha. Lo cierto y seguro es que el muerto no estaba muerto…andaba de parranda. Feliz 2018.

 

COMPARTE: