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PARAZOOLOGÍA

La cara más insólita de la criptozoología

 

En su intento por ser aceptada como una disciplina de rigor científico, la criptozoología se ha tenido que enfrentar al dilema que supone el estudio de criaturas a todas luces “imposibles”, con características morfológicas o habilidades que parecen desafiar las leyes de la ciencia y lo racionalmente aceptable. Alejadas en buena medida del reino de la zoología y la biología, estos críptidos son objeto de análisis por parte de una corriente de estudio casi marginal, la parazoología.

Si la criptozoología ya lo tiene difícil para defender la existencia de algunas de sus piezas más codiciadas, el problema se agrava cuando hacen acto de presencia criaturas que a todas luces no parecen encajar en nuestro mundo. No olvidemos que los principales argumentos que esgrimen los criptozoólogos para justificar sus investigaciones aluden a la existencia de regiones inexploradas en nuestro planeta en las que, por un lado hayan podido sobrevivir especies animales consideradas extintas, o bien que existan otras no descubiertas ni catalogadas aún por la zoología. Para ambos argumentos los especialistas cuentan con ejemplos vivientes, como puede ser el caso del Celacanto para especies supuestamente extintas, o el ciervo de Vu Quan para animales de gran tamaño, en este caso mamíferos, descubiertos en fechas recientes.

Sin embargo, estos planteamientos no parecen los más apropiados para defender la existencia real de otras muchas criaturas, de características sumamente extrañas y habilidades fuera de lo común, que ocupan un lugar por derecho propio dentro de los archivos criptozoológicos.

Hablamos de críptidos como el Chupacabras, el Mothman, el Diablo de Jersey o el Demonio de Dover, así como de otros menos conocidos como el Hombre Rana de Loveland avistado en Ohio, el Hombre Serpiente de Alabama observado numerosas veces en el último medio siglo, el semi humano Lagarto Gigante de Milton, en Kentucky, o el desconcertante Hombre Lagarto de Bishopville, en Carolina del Sur. De todos ellos nos ocupamos con cierto detalle en nuestro libro Criptozoología, el enigma de los animales imposible” (Edaf 2002), aunque lo que realmente nos interesa aquí es la posible naturaleza de este tipo de criaturas.

NACE LA PARAZOOLOGÍA

Las características morfológicas, así como el comportamiento y habilidades descritas en las observaciones de estos críptidos, (cuerpos mitad humano mitad animal, capacidad para paralizar con la mirada, materializarse y desmaterializarse, etc.) han llevado en los últimos años a los investigadores a acuñar un nuevo término que los aglutinara en un mismo grupo, para así facilitar su clasificación y desmarcar lo más posible su estudio del de los críptidos más convencionales y cercanos a la ciencia. Fue así como nació la parazoología, término que muchos ven inapropiado y buscan reemplazar por el de “zoología forteana”, una vertiente de estudio que en el mundo anglosajón cuenta con un notable número de seguidores. Junto a las citadas anomalías morfológicas, la parazoología ha establecido que un patrón que con frecuencia siguen estos episodios es el propio de una leyenda urbana: aparecen de forma espontánea provocando intensas oleadas de observaciones en una zona geográfica muy definida, para posteriormente desaparecer para siempre o durante largas temporadas. El fenómeno se corta de súbito, detectándose elementos propios del folklore o los mitos antiguos, acompañando a estos “animales” una amplia gama de fenómenos extraños, como el avistamiento de OVNIs, cierta luminosidad rodeando a los críptidos, la aparición de otras criaturas extrañas o incluso fenómenos como los poltergeist.

ZONAS VENTANA

La descripción que los testigos hacen de sus encuentros con estos “seres” coloca a estos críptidos más cerca de los seres híbridos de las leyendas y mitologías antiguas, que de las posibilidades de la zoología, mientras que su comportamiento y habilidades rayan muchas veces el terreno de lo paranormal, cuando no forman parte directamente del mismo. Lógicamente ante la aparición de este tipo de casos los criptozoólogos plantean en primer lugar la hipótesis de la confusión, así como de la distorsión de lo observado por parte de los testigos. El miedo, unido al desconocimiento del terreno y la fauna, puede jugarnos malas pasadas y sobredimensionar las cosas revistiéndolas de unas características que no poseen. Sin embargo cuando los testimonios se mantienen de forma coincidente y en circunstancias que hacen descartable una descripción errónea, se tiene que recurrir inevitablemente a hipótesis que nada tiene que ver con el mundo animal.

Así es como surgió por ejemplo la teoría de las zonas ventana propuesta por el investigador John Keel, el mismo que se ocupó de estudiar en detalle en la década de los sesenta las apariciones del Hombre Polilla, llevada al cien recientemente. Para Keel en determinadas circunstancia y lugares concretos, por razones que de momento desconocemos, se abren brechas entre dimensiones que posibilitan la interacción de realidades muy distintas, la nuestra y la de otras formas de vida que apenas podemos imaginar. Vendría a ser algo así como sintonizar varias emisoras de radio en la misma frecuencia del dial y escuchar alternativamente o al mismo tiempo todas las emisiones. Teóricamente existirían tales dimensiones y en ellas “habitarían” formas de vida extrañas, inteligencias que se manifestarían en nuestro plano, en nuestro mundo. Sí esa manifestación es voluntaria o no, es algo que no podemos saber, aunque el componente “absurdo” que suele rodear a estos incidentes les aproxima mucho al modus operandi del fenómeno OVNI.

La propuesta es atractiva como explicación, pero lo cierto es no hay ni una sola prueba que la sustente, aunque su valor radica en el intento de clasificar y poner orden en los rincones más oscuros de la criptozoología, esos en los que existe una caja de Pandora llena de las criaturas más extrañas a medio camino entre éste y otros mundos.

David Heylen / José Gregorio González

OTROS DATOS

UN EJEMPLO: EL HOMBRE REPTIL DE BISHOPVILLE

El Chupacabras y el Mothman son sin duda los ejemplos más representativos de la Parazoología, ya que en ambos casos encontramos a criaturas semihumanas, de comportamiento inteligente y capacidades desconcertantes como la de volar e inmovilizar con la mirada, cuyas apariciones han ido asociadas entre otras manifestaciones, a la aparición de luces extrañas en los cielos. No obstante no son los únicos ejmeplos. El Hombre Lagarto de Bishopville, en Carolina del Sur, es también ejemplarizante. En el verano de 1988 el joven de diecisiete años Christopher Davis informó del encuentro con un humanoide con características de reptil de casi 2,5 metros de estatura, en el que destacaban sus penetrantes ojos rojos. La criatura atacó su coche cuando circulaba a 40 Km/h dejando la marca de varios arañazos sobre al carrocería del mismo. El numero de avistamientos de esta criatura aumentó de tal manera que en los días y semanas posteriores la policía abrió una investigación para tratar de explicar los sucesos, pero con lo único que pudieron dar fue con tres huellas supuestamente pertenecientes al misterioso animal. El caso, como tanto otros, quedó sin resolver, aunque de seguir el patrón de las leyendas urbanas, es posible que el misterio reptil humano vuelva a aparecer en cualquier momento.

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