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Treinta años inventariando con pasión e incurable curiosidad todo cuanto de insólito, raro y misterioso acontecía en Canarias a lo largo de su historia, permite acumular un abultado archivo, con abundante anecdotario. Sin embargo, ante el desafío del folio en blanco, lo que anhelo en estos momentos no es echar mano de un caso o personaje enigmático y servírselo al lector de forma monográfica, sino el invitarle a pasear de forma distraída por varias historias singulares en las que concurre cierto grado de extrañeza, cuando no la extrañeza en su estado más puro e irritante. Algo así es lo que hago en uno de mis libros más recientes, Canarias 5 Minutos de Misterio. En él aglutinó más de sesenta misterios para su lectura rápida, pero de ninguno de ellos pretendo hablarles aquí, de manera que llevándole la contraria al malhumorado y socorrido genio Francisco Umbral, hoy no he venido a hablar de mi libro. Lo que quiero contarles son historias de misterio que han acontecido a la vuelta de la esquina, algunas desconocidas y otras condenadas al olvido o a una extraña invisibilidad generada por su sobrexposición. Empezaré por una historia de langostas.

SANTOS CONTRA LANGOSTAS

Me encantaría descubrir que esta historia la conocían la mayoría de los lectores, pero mucho me temo que no será así. Todavía hoy sacamos en nuestros pueblos a algún santo o advocación mariana en procesión, buscando por ejemplo que llueva en tiempos de prolongada sequía. Parece cosa del pasado, absurdos de gente de barrio, pero el mismo principio rige la normalizada y protocolaria visita anual de nuestros equipos de fútbol a las vírgenes de Candelaria y el Pino, con las que se anhela propiciar buenos resultados deportivos y quien sabe si también un aumento en el número de abonados. Ante la tragedia y la adversidad, se buscaban protección y soluciones sobrenaturales. Sequías, inundaciones, epidemias, volcanes y plagas diversas eran combatidas también con la ayuda de santos y santas, que a veces obraban prodigios y llegaban al punto de la especialización, de manera que para implorar una lluvia se acudía a uno y para unas fiebres a otro. La memoria selectiva nos hace recordar la ocasión en la que la divinidad nos ayudó y no las muchas otras en las que nos ignoró, aunque ese no es el tema que nos ocupa. Conmemoramos aquellos momentos en los que el santo, santa o virgen atendió nuestras plegarías, con votos y promesas públicas más o menos notables. San Vicente Mártir en Los Realejos es recordado como el antídoto divino contra la Peste de Landres que frenó en 1609, mientras que el Señor de las Tribulaciones hizo lo propio en Santa Cruz protegiendo al barrio de El Toscal ante una epidemia de cólera-morbo en 1893. Ambos son ejemplos muy conocidos, pero no los únicos. A mi me llama la atención el milagro del 25 de octubre de 1659 de la Virgen de los Remedios, obrado en Buenavista ante una voraz plaga de langostas que desde hacía diez días andaba diezmando los campos canarios. Al parecer, tras echar en suerte como era costumbre el santo al que implorar y procesionar, se llevó a la referida advocación envuelta en plegarias al punto hoy conocido como Cruz de Toledo. Y de allí, tras fervorosos rezos, se regresó a la iglesia mientras para asombro de todos las nubes de langostas se batieron en retirada para no volver. Por selectiva gracia divina el sol volvió a brillar y la amenaza desapareció del pueblo, aunque por el resto de Canarias los hambrientos ortópteros siguieron unos meses devorándolo todo. La tradición dice que sólo quedaron dos langostas pegadas al manto de la virgen, quien sabe si como símbolo y señal del prodigio, una pareja de cigarrones que con el tiempo fueron recordadas bordándolas en los ropajes o también como joyas de oro en forma de broche. Cabe señalar que la Virgen de Guía, en Gran Canaria, también acabó con una plaga de langostas en 1811 por medio de una lluvia sobrenatural, contando con algunas langostas de oro que rememoran el prodigio. Aquí también se hizo voto en la Montaña de Vergara dando origen a la concurrida Fiesta de las Marías. Lo de Buenavista tiene para mi un detalle distintivo adicional, y es que aquellas dos langostas pasaron a formar parte del escudo del pueblo, es decir, el prodigio y misterio se incorporó a la heráldica. No obstante sería erróneo pensar que en Canarias es un caso único, pues por citar algunos ejemplos tenemos al legendario árbol Garoé, dador de agua plasmado en los escudos del Cabildo y ayuntamiento herrero de Valverde, el milagroso Pino de la Virgen en el escudo de El Paso o las cruces surgidas prodigiosamente del interior de un laurel que dan origen a la fiesta local más renombrada en el de Breña Alta, ambos en La Palma.

LA PIEDRA DE LA VIRGEN

A estas alturas el espacio para continuar contándoles cosas comienza a escasear. Dejaré para una próxima ocasión el desconcertante encuentro con un platillo volante que tuvieron en otoño de 1974 una quincena de jóvenes baloncestistas tinerfeños, un caso que recientemente hemos rescatado y que nos habla de la presencia de una aeronave lenticular, del tamaño de una guagua, a poco más de 100 metros de distancia y a unos 30 metros de altura de los atónitos y entusiasmados testigos. También, con permiso del lector, quedará pendiente el contarles la historia del gigante blanco de aspecto robótico que descendía por la Montaña de los Riscos, en Granadilla, hace casi cincuenta años, así como las historias de la Luz de la Gallega, en el barrio santacrucero con el que comparte nombre, que aparecía y jugueteaba a su capricho ante los atemorizados testigos.

Son ejemplos de como el misterio sale a nuestro encuentro donde menos te lo esperas. No es necesario colarse furtivamente en un cementerio, esperar a la aparición de OVNI en la soledad sobrecogedora de las Cañadas del Teide o ir a por fantasmas en una casa en ruinas. Lo extraño y potencialmente inexplicable, aquello que al menos en su tiempo fue contemplado como sobrenatural, forma parte de nuestro paisaje cotidiano. Sin ir más lejos, animo al lector a que visite la Piedra de la Virgen, en el municipio de Candelaria, uno de esos misterios oculto a la vista de todos, tan cercano y visible que ha terminado por diluir su excepcionalidad en una contemplación insustancial por parte de quienes lo conoce de toda la vida. Es una simple piedra que, al ser enfocada por los faros de los vehículos en un tramo de la TF-28 antigua Carretera General del Sur, proyecta una sombra sobre la pared rocosa cercana que recuerda la silueta de una virgen. Todo muy simple y fácil de explicar, sin aparente misterio. Pero la realidad es que sigue recibiendo culto. Es un templo pagano pétreo, abierto y simple, con una piedra como tantas otras, con un entorno levemente adecentado. Una piedra a la que ponen flores y velas, e incluso a veces un manto de tela como se haría con una escultura mariana de las que se veneran en los altares. Parece que algún prodigio o milagro ha protagonizado, aunque eso está por verificar. Sin embargo, pensar en los significados pasados y presentes de esa roca y en cómo llegaron a vertebrarse es, a todas luces, fascinante. Te invito a contemplar Canarias con otros ojos.

José Gregorio González

Foto: web Ayuntamiento de Buenavista del Norte. Monumento al milagro de las langostas.

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