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PRECOGNICION: EL DON IMPOSIBLE

¿Podemos ver el futuro?

 

Es posible que no exista un fenómeno paranormal tan controvertido como el de la precognición, aquel por el cual un ser humano es capaz de anticiparse al futuro haciendo saltar por los aires el sentido común y con él las leyes que rigen la naturaleza. La historia está llena de ejemplos contundentes y la casuística se nutre a diario con las vivencias de miles de personas anónimas, al tiempo que la investigación de laboratorio ha confirmado más allá de toda duda su existencia. Pero ¿cómo es posible demostrar la existencia de algo imposible? ¿cómo es posible conocer con precisión algo que todavía no ocurrido?

Es algo que trasciende las barreras del espacio. Es algo que trasciende las barreras del tiempo. A través de la historia, ninguna otra experiencia paranormal ha despertado tanto asombro ni tanto escepticismo como la precognición. Así se expresaba el escritor estadounidense Bernard Gittelson en su imprescindible Intangible Evidence, obra que en el momento de su publicación en 1987 fue definida como la mejor y más actualizada síntesis del saber acumulado por la parapsicología a lo largo de su historia. Gittelson llegó a esa conclusión tras entrevistarse con más de 250 investigadores, estudiosos y protagonistas de lo paranormal, muchos de los cuales habían recogido personalmente evidencias sobre la existencia de un fenómeno imposible, científica y filosóficamente inasumible, la anticipación paranormal al futuro. La precognición se cuela en nuestras vidas casi a diario a través de un sueño revelador, de una inesperada y fugaz visión o de un pálpito inexplicable que nos anticipa el futuro, pero eso no significa que por frecuente y rotunda no ataque frontalmente al sentido común y a los pilares sobre los que se sustenta nuestra visión del mundo. Ese incómodo desconcierto ha sido compartido por personalidades tan dispares como el prestigioso psicólogo Charles T. Tart, o el recordado pionero de la parapsicología española Germán de Argumosa. Este último, y como consecuencia de sus implicaciones filosóficas, se sentía casi atormentado por el mismo refiriéndose al conocimiento del futuro como el fenómeno “más asombroso entre todos los paranormales”, asegurando que eran por completo incomprensible y el “más inquietante de todos” Por su parte Tart en su obra El Fin del Materialismo, tras reconocer que tiene un sesgo personal con la precognición producto de lo contradictorio que resulta con el mundo que conocemos, asegura que “es tanta la evidencia experimental de este efecto que ninguna persona razonable podría cuestionarla. Mi sesgo, muy al contrario, es que, en algún nivel profundo, la idea misma de la precognición –es decir, de que algo tan intrínsecamente desconocido como el futuro puede llegar, en ocasiones, a ser conocido- me parece tan incomprensible que no puedo considerarlo en serio” Parece obvio que la precognición genera una más que evidente fascinación por lo irrevocable que resulta su manifestación, pero también es evidente que esa misma manifestación implica la necesidad de reconsiderar seriamente y por completo el modelo de existencia comúnmente aceptado, algo a lo que pocos están dispuestos a enfrentarse.

Poco después de que Gittelson publicara su libro, el Journal of Parapsychology recogía en sus influyentes páginas una más que interesante aportación del prestigioso parapsicólogo Charles Honortón y la psicóloga Diane Ferrari, un estudio que en 1989 evidenciaría como nunca antes la realidad de este incómodo fenómeno. Ambos se habían embarcado en la realización de un metaanálisis sobre la cuestión, un estudio evaluando la totalidad de las investigaciones científicas anteriores realizadas sobre la precognición, tanto las que arrojaron resultados positivos como negativos, con el que buscaban datos reveladores y concluyentes sobre el mismo. Analizaron la friolera de 309 estudios diferentes realizados entre 1935 y 1987, desarrollados por 62 investigadores, con cerca de dos millones de pruebas acumuladas realizadas durante más de medio siglo con 50.000 sujetos. “Los resultados combinados de los estudios ­-escribe Tart- produjeron una probabilidad de uno entre diez cuatrillones. ¿Qué es un cuatrillón? Es 10 seguido de 24 ceros, es decir, 1024, lo que convierte en absurda, dicho en otras palabras, cualquier afirmación que insista en que los resultados de esa precognición acumulada se deban al azar”

Tal y como apuntábamos antes, en el fenómeno que nos ocupa el componente espontáneo tiene un peso específico tan importante que llega a ser irritante, por escapar del control del investigador y ser, como si de una broma se tratase, especialmente impredecible su manifestación. Por lo observado en el último siglo, el estado de sueño parece facilitar su expresión. Tal es así que ya en 1938 el psicólogo H.F. Saltmarsh estudió la precognición para la London Society of Psychical Research, logrando seleccionar 281 casos especialmente significativos en los que el fenómeno se mostraba con rotundidad. De ellos, 123 se habían producido en sueños o en estados de duermevela, lo que le condujo a suponer ya en entonces que el sueño era el estado idóneo para anticiparse al futuro, estableciendo además una serie de exigencias para dar validez a una precognición que aún siguen vigentes.  En base a este estudio y a los realizados por el ingeniero naval y dotado John W. Dunne, la también psíquica e investigadora Edith Lyttleton y el psiquiatra J.C. Barker, el ingeniero español Guillermo Serrano, de la ya extinta Sociedad Española de Parapsicología, aseveraba a principios de años ochenta del siglo pasado que “el 75% de los casos de precognición se producen en estado de sueño, y en general siempre sobreviene cuando la conciencia está en cierto modo alejada del mundo exterior” Serrano hacia sino refrendar las conclusiones a las que ya habían llegado autores de tanta influencia en la parapsicología científica como la doctora Louisa Rhine, quien desde la Universidad de Duke analizó 1324 precogniciones de las que nada menos que el 68% habían cristalizado durante el sueño.

Percepción Inconsciente de Emociones Futuras.

La inmensa mayoría de las evidencias acumuladas en favor de la existencia de la precognición hasta la década de los noventa del siglo pasado provenían de los sesudos estudios con cartas Zener, iniciados hacia 1938 en la Universidad de Duke por Joseph Rhine, así como de la casuística espontánea y anecdótica recogida por los investigadores entre infinidad de informantes a lo largo del tiempo. Mientras que las series de predicciones de cartas Zener, mejoradas con los generadores de eventos aleatorios introducidos en la investigación Psi por investigadores como el físico Helmut Schmidt, se caracterizaban por su tedio y aridez, las evidencias acumuladas a partir de la casuística popular se presentan en un escenario por completo impredecible y ajenas a cualquier control, aunque muchas veces resultasen abrumadoras y espectaculares. Tal vez por ello el enfoque que el ingeniero y doctor en psicología Dean Radin dio a la investigación del fenómeno resultó tan revitalizante para la parapsicología y tan incómodo para aquellos que persisten en negar apelando a su imposibilidad la existencia del mismo. A partir de 1996 Radín comenzó a experimentar bajo estrictas condiciones de laboratorio con sujetos monitorizados, a los que se les medían las constantes vitales. A estos se les mostraban una serie de imágenes, emocionalmente neutras, junto a otras sexualmente excitantes o bien violentas, todo ello por medio de procesos computarizados que garantizaban la aleatoriedad de la selección de fotos que le eran mosteadas a los sujetos. Como era de esperar la respiración, la presión sanguínea, el latido cardiaco y la conductividad eléctrica de la piel de los mismos variaban sustancialmente cuando las imágenes con carga emocional aparecían en los monitores. Lo sorprendente y determinante para la investigación de la precognición era que esa reacción en los parámetros fisiológicos a la que Radin denominó “efecto presentimiento”, afloraba incluso segundos antes de que la imagen apareciera en pantalla o fuese seleccionada por el programa informático. Definitivamente “algo” en la psique de los individuos monitorizados era capaz de anticiparse a lo que estaba por venir sorteando, en primera instancia, el pensamiento y la percepción consciente de los sujetos, y de paso dar al traste con el sentido común que prevalece en la ciencia. El camino trazado por estos y otros experimentos de Radin propició más ensayos independientes con resultados que reforzaron los hallazgos iniciales. De esta forma en 2002 D.J. Bierman y H.S. Scholte incorporaron por primera vez la resonancia magnética funcional al estudio del “efecto presentimiento”, revelando cómo también se activaban de manera anticipada ciertas regiones cerebrales en función del contenido emocional de las imágenes que se iban mostrando a los sujetos. Un año más tarde los investigadores  Spottiswoode y May harían lo propio pero en este caso utilizando estímulos sonoros en vez de imágenes.

Sin embargo tendríamos que esperar al verano de 2010 para asistir a un virulento repunte de la controversia sobre la precognición y el efecto presentimiento. El ojo del huracán se centró en el prestigioso psicólogo social Daryl Bem, de la Universidad de Cornell, a raíz de la publicación en el Journal of Personality and Social Psychology de su estudio “Sintiendo el futuro”. En el mismo da cuenta de nueve experimentos realizados con un millar de alumnos siguiendo un protocolo similar al ya descrito. En ocho de los estudios los resultados fueron estadísticamente significativos. La polémica desatada por estos hallazgos y su publicación en una revista de tanto prestigio motivó que poco después los investigadores y activistas del movimiento escéptico Richard Wiseman, Chris French y Stuart Ritchie, asegurasen haber replicado sin éxito los experimentos de Bem por medio de tres estudios. Sin embargo tanto Bem como otros analistas independientes se percataron de que Wiseman y sus colaboradores habían silenciado dos estudios exitosos de los que tenían conocimiento. En 2013 ya era 8 las replicaciones positivas de las investigaciones de Bem, aunque en esencia lo que estos estudios estaban demostrando experimentalmente era algo que los parapsicólogos ya sabían desde hace décadas, la potente y determinante influencia de lo emocional en el fenómeno precognitivo. Tal es así que hace casi medio siglo, en 1968, el gran y controvertido parapsicólogo y jesuita español Oscar González Quevedo se refería a ello en su clásico El Rostro Oculto de la Mente al escribir que “Analizando las colecciones de precogniciones espontáneas, se constata también de inmediato que la precognición es más fácil (o menos difícil) y más frecuente (o menos rara) en relación con acontecimientos fuertemente emocionantes: terremotos, suicidios, duelos, muertes, accidentes, o impresionantes en sentido inverso: coronaciones de reyes, bodas fastuosas, victorias después de grandes guerras”

Viviendo el futuro diez segundos antes

Anticipación fisiológica predictiva anterior a estímulos aparentemente imprevisibles: un meta-análisis… Ese fue el frío y aséptico título con el que tres investigadores publicaron en 2012 su detallado análisis sobre la precognición, un estudio con el que demostraron una vez más que los humanos parecemos ser capaces de anticiparnos al futuro, y de hacerlo incluso antes de ser conscientes de ello como ya hemos visto en los trabajos de Radin y Bem. La diferencia en este caso es que se trató de un metaanálisis y que con el mismo se logró estimar una pauta temporal de dicho efecto. Doce años antes, en el 2000, el físico y doctor en psicología de la Universidad de Ámsterdam Dick Bierman con sus propios experimentos estimó que la reacción anticipatoria precedía en un segundo a la elección aleatoria del estudio. El análisis de 2012 ampliaría sustancialmente ese rango temporal.

Julia Mossbridge, del Departamento de Psicología de la Northwestern University en Illinois, su homólogo en Italia del Departamento de Psicología General en la Universidad de Padova, Patrizio Tressoldi, y Jessica Utts, del Departamento de Estadística en la Universidad de California, llevaron a cabo un meta-análisis en el que escudriñaron 26 experimentos científicos realizados en una docena de laboratorios y publicados entre 1976 y 2010 sobre el fenómeno que nos ocupa. Sus resultados aparecieron en octubre de 2012 en la revista Frontiers in Perception Science, y son especialmente interesantes por proceder de un equipo que parece empatizar muy poco con la parapsicología.

Los autores se mostraron especialmente pulcros y exigentes en la selección de los estudios revisados, analizando en detalle los registros fisiológicos de los experimentos para poner de manifiesto sí estos sufrían algún tipo de variación significativa antes, durante y después de las pruebas realizadas de forma independiente por cada investigador. Los experimentos analizados utilizaban dos tipos de pruebas. En las primeras y siempre aleatoriamente, se había seguido el modelo Radin presentando a los sujetos participantes estímulos neutros y también excitantes bajo la forma de imágenes, mientras que en la segunda categoría de estudios los experimentos se habían diseñado para que los participantes intentasen adivinar una opción entre varias presentadas también aleatoriamente, eligiendo por ejemplo un color entre cinco opciones. En ambos tipos de pruebas los participantes habían estado monitorizados y lo que evaluaron en este meta-análisis no fue directamente las respuestas aportadas por los sujetos, sino las reacciones fisiológicas de los mismos recogidas en estos 26 experimentos.

De esta forma Mossbridge, Tressoldi y Utts compararon datos precisos referidos a la actividad electrodérmica, la frecuencia cardíaca, el volumen de sangre, la dilatación de la pupila, la actividad electroencefalográfica, y el nivel de oxigenación de la sangre medido a nivel cerebral mediante Resonancia Magnética Funcional, parámetros todos ellos que escapan al control consciente de los participantes. Y llegaron a la conclusión de que, efectivamente, existe un efecto inexplicable de tipo anticipatorio que se manifiesta fisiológicamente con una antelación que varía entre los 2 y los 10 segundos.

En esencia los investigadores se percataron de que las variaciones en dichos parámetros medidas antes de exponer a los sujetos al estímulo, coincidían con las de la respuesta fisiológica del sujeto una vez pasado el estímulo. Es decir, que si la frecuencia cardiaca variaba junto con los registros encefalográficos y la actividad eléctrica de la piel al contemplar una escena de fuerte carga emocional, una variación significativa similar habría aparecido segundos antes de que el sujeto viese dicha escena e incluso de que la misma fuese seleccionada aleatoriamente por ordenador. Y esa coincidencia parece constante tanto para las pruebas en las que lo sujetos vieron imágenes estimulantes como cuando éstas eran neutras, así como en los casos en los que en los experimentos de selección acertaron como en los que erraron.

Otro hallazgo revelador fue el descubrir que ese efecto anticipatorio aparecía también en experimentos de otro tipo en los que no se investigaba en absoluto el fenómeno del presentimiento-precognición, aunque sí se habían registrado las variables fisiológicas señaladas. E incluso apuntan a que, como en general en muchos experimentos científicos que miden este tipo de parámetros se terminan desechando dichas medidas fisiológicas previas al estímulo, potencialmente en la literatura científica podrían existir abundantes registros de este efecto anticipatorio que han pasado por completo desapercibidos hasta la fecha.

 “En resumen, –señalaban los autores en su meta-análisis – los resultados de este meta-análisis indican un efecto claro, pero no son del todo claros acerca de lo que lo explica. Llegamos a la conclusión de que si esta actividad anticipatoria aparentemente anómala es real, debería ser posible hacer lo mismo en varios laboratorios independientes utilizando protocolos acordados, variables dependientes, y los mismos métodos de análisis. Una vez que esto suceda, el problema podría ser abordado con mayor confianza y rigor”  

Dos años más tarde, en marzo de 2014, estos autores sometieron su propio metanálisis a una revisión crítica atendiendo a las puntualizaciones realizadas por otros investigadores, llegando a conclusiones similares y planteando que en los procesos cuánticos que parecen actuar a nivel biológico, se podría encontrar un marco explicativo a este inexplicable fenómeno.

 

José Gregorio González

 

OTROS DATOS

CLARISA BERNHARDT, la Dama de los Terremotos

Uno de los episodios más espectaculares que contribuirían a proyectar la imagen y fama de Clarisa Bernhardt tuvo lugar en noviembre de 1974 en la emisora estadounidense KIEV-FM, de Los Gatos, California, estación en la que conducía un programa de radio, Exploration. Con una semana de antelación tuvo una clara visión sobre un terremoto, y tras ponerla en conocimiento de varios periodistas e investigadores, finalmente la hizo pública dos días antes del hecho. Bernhardt anunció un martes que el Día de Acción de Gracias, que cae el último jueves de noviembre, un terremoto haría temblar el centro de California a las 3 de la tarde. Como inesperado testigo de excepción de aquella predicción estaba el parapsicólogo Milan Ryzil, invitado en su programa. Llegó ese día y la tierra tembló en al ciudad exactamente a las 3,01. Al parece esta psíquica veía un calendario con fechas marcadas en rojo y la palabra terremoto sobre dichos días, para después ver la magnitud y la localización del mismo. Sus predicciones fueron, según parece, muy precisas, pero no se limitaron a los temblores de tierra. En 1975 contactó con el FBI y les dio la fecha del 5 de septiembre como la de un intento de atentado contra el presidente Ford en Sacramento. Una visión de una mujer cubierta con una capa roja y empuñando un arma la inquietó. En el FBI no tenia conocimiento de ninguna visita a la ciudad, pero esa visita se produjo y solo la rapidez de un espectador impidió que Lynette Fromme, ataviada con la capa roja, atentara contra Ford. Para el capítulo de las anécdotas está la localización de una mujer que había desaparecido. Al cabo de quince días la mujer la llamó y le pidió que con la volviera a encontrar, que tenía intención de volver a desaparecer¡

Alan Vaughan, Kennedy y el Apolo 13.

El 12 de noviembre de 1969 el psíquico, investigador y editor Alan Vaughan entró en meditación y de manera intencionada se dispuso a captar información sobre la próxima misión a la Luna. Sus sensaciones las remitió por escrito al Central Premonitions Registry de Estados Unidos con el siguiente texto “Mientras meditaba hoy sobre el próximo lanzamiento del Apolo 12 hacia la Luna, tuve la impresión de que un peligro grave acecha a ese lanzamiento. A menos que se modifique algo en el sistema de combustible o en el sistema eléctrico, habrá una explosión que matará a los astronautas. Tal vez fracase el lanzamiento, pero siento que los astronautas no llegarán a la Luna”. El Apolo 12 no sufrió problema alguno, pero la siguiente misión, el Apolo 13, pasaría a la historia por haber fracasado en su misión como consecuencia de una explosión en un tanque de combustible, perdiendo la mayor parte de su potencial eléctrico. Afortunadamente, el fallo en la predicción afectó a la supervivencia de los astronautas. Curiosamente el Registro Central de Premoniciones americano se creó en 1968 por Robert Nelson y Stanley Krippner a raíz de una premonición en sueños del propio Vaughan sobre el asesinato de Robert Kennedy, que envió el 28 de mayo de aquel año, varios días antes de consumarse el crimen, a la Sociedad Británica de Investigación Psíquica y al doctor Kripper en el Laboratorio del Sueño de Maimonides, en Nueva York. Sin duda Vaughan fue un psíquico y un investigador excepcional, metódico y obsesionado con dejar evidencias comprobables de la facultad de anticiparse al futuro.

Las leyes de la precognición

El fenómeno que nos ocupa parece incontrolable e impredecible su manifestación, por mucho que haya surgido desde tiempos ancestrales un sector laboral especializado en el mismo, el de los videntes, agoreros y adivinos diversos. Salvo excepciones, hoy en día estos sujetos despliegan, con mayor o menor acierto, profesionalidad y ética, otras habilidades que poco o nada tienen que ver con una visión objetiva y paranormal del futuro. Lo que ellos hacen es otra cosa muy diferente.

Los sueños son el canal por el que parece colarse con mayor frecuencia el futuro, de manera que deberíamos estar atentos tanto a los de tipo repetitivo como a aquellos con un fuerte componente emocional o que a los contengan información muy específica. El problema está en el lenguaje simbólico de los mismos, difícil de comprender.

Otra vía de expresión muy habitual son las corazonadas y primeras impresiones, ese pálpito que inexplicablemente no proporciona información certera sobre personas o situaciones. Teniendo en cuenta los estudios ya explicados sobre reacciones fisiológicas, tal vez deberíamos prestarles algo más de atención pues pueden ser la señal que nos aporte un margen de tiempo para tomar decisiones más acertadas, aunque sin caer en los excesos. Tengamos en cuenta, cuando abordemos este interesante y desestabilizador fenómeno, que las precogniciones tiene que cumplir una serie de normas:

-Ser claras en su expresión y concretas en fechas y en detalles, de manera que la ambigüedad y simbolismo no las haga válidas para cualquier hecho.

-Deben anticiparse en un tiempo considerable, cuanto más tiempo en principio mejor, pero sin excedernos demasiado pues un tiempo demasiado prolongado podría suponer que el azar jugase un peso específico mayor.

-Deben describir hechos o circunstancias que no sean lógicas y deducibles a partir de una evolución normalizada del presente, es decir, que no puedan etiquetarse con facilidad como “lo esperable”

-Debe quedar constancia escrita y pública, notarial, en medios de comunicación o con testigos fiables, de que fue formulada, cumpliendo los criterios anteriores, antes de la fecha en la que en apariencia se ha cumplido.

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