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UN MISTERIO LLAMADO KIC 8462852

Más de moda que nunca, las Esferas de Dyson, supuestas mega estructuras extraterrestres, se propusieron como explicación al enigma de la estrella Tabby

En octubre de 2015 una noticia conmocionaba a medio mundo a través de las redes sociales. Rivalizando con videocapturas de entrañables gatitos, mordaces críticas políticas y todo tipo de memes, plataformas como facebook o twitter difundían la detección de una singular anomalía astronómica situada a nada menos 1.500 millones de años luz, una estrella que de acuerdo con lo planteado por los científicos podría estar rodeada de un anillo de gigantescas estructuras artificiales en órbita.

En estos días se habla de al menos dos estudios científicos que presentan evidencias que apuntan a la existencia de Esferas de Dyson en el lejano espacio, es decir, megaestructuras fabricadas, es decir, artificiales, para aprovechar la energía de las estrellas alrededor de las cuales parecen haber sido construidas. Son hipótesis, pero ya hablamos con mucha normalidad de ese asunto. Sin embargo, al menos unos años atrás, en muy contadas ocasiones, una noticia científica alcanzaba la condición de viral, impactando a millones de personas en todo el mundo en apenas un puñado de horas. Esta rareza informativa fue posible en 2015 gracias a la complicidad de las decenas de miles de internautas que se convirtieron, a través de sus propios perfiles sociales, en pregoneros de la buena nueva: la localización de una estrella con señales de vida inteligente extraterrestre orbitando en torno a ella. Nadie discute que la estrella KIC 8462852 sea una auténtica rareza, una pieza exótica en el Universo conocido, Universo del que todo sea dicho apenas conocemos una ínfima parte. Sea como fuere, la frialdad de su nombre nos indica que se trata de un lejano sol que en su momento fue estudiado por el telescopio espacial Kepler, -de ahí las siglas KIC, de Kepler Input Catalog- una máquina de cazar planetas extrasolares que hasta la fecha acumula más de 1000 mundos localizados en la franja de cielo a la que miraba, las constelaciones de Draco, Lyra y Cignus. Precisamente en estas dos últimas es donde se localiza nuestra protagonista, de un tamaño algo mayor que nuestro querido sol. Aunque Kepler no detectó ningún planeta extrasolar transitando por delante de la misma, sí que registró varios parpadeos anómalos en su brillo, con intervalos irregulares que han llegado a reducir su brillo hasta en un 20%. Algo singular, realmente raro, que condujo a un equipo de investigadores coordinado por Tabetha Boyajian de la Universidad de Yale a realizar un análisis adicional de sus datos y a proponer varias teorías para explicar lo que ha podido estar sucediendo a 1.500 millones de años luz de la Tierra.

Gigantescas estructuras artificiales.

Prescindiendo por un momento de la literaridad del estudio que recoge el hallazgo publicado a mediados del pasado mes de septiembre en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, podríamos visualizar lo que ocurre en KIC 8462852 como una secuencia de parpadeos en su brillo, pequeños eclipses que evidencian que varios objetos pasan por delante de la estrella. A través del grupo de investigadores Planet Hunter, que de forma voluntaria analizan material de Kepler y otras fuentes en su tiempo libre y con sus propios recursos, se evaluaron datos observacionales equivalentes a cuatro años, un periodo de tiempo que si bien no es concluyente, sí que permite descartar o proponer marcos explicativos de manera plausibles. Generalmente este tipo de tránsitos son los que permiten detectar planetas extrasolares, pero en este caso la curva de luz de la estrella apunta no a un planeta, sino a un grupo de objetos. Lo habitual en este tipo de situaciones es pensar en que estamos ante un disco protoplanetario, una acumulación de materiales en su mayor parte gaseosos de los que emergen los planetas. Esto sucedió en nuestro Sol antes de que se configurara nuestro Sistema Solar gracias a las fuerzas gravitatorias. La nube protoplanetaria se descartó pronto pues se trata un fenómeno frecuente en estrellas jóvenes y todo apunta a que nuestra protagonista no lo es, dado que no se han detectado las emisiones infrarrojas aparejadas a dicha juventud, por lo que el grupo Planet Hunter asevera que se trata de una estrella adulta en la que estos discos ya no están presentes. También se ha descartado que esa nube de escombros sea consecuencia de la liberación masiva de materiales producto de un colosal choque cósmico entre asteroides, o entre un planeta y un gran asteroide por ejemplo, barajándose como opción más viable y académicamente confortable que se trate de un racimo o familia de exo-cometas captados gravitacionalmente por KIC 8462852 u otro objeto cercano y muy masivo hace relativamente poco tiempo. La única manera de despejar las dudas que existen al respecto es observar en detalle dicha estrella y su entorno más cercano, de forma que puedan detectarse los efectos concomitantes que cabría esperar sí alguna de las hipótesis es acertada. Mientras tanto también seguirá siendo viable la propuesta explicativa que abandera el astrónomo de la Universidad Estatal de Pensilvania, Jason Thomas Wright, y que ha sido formulada desde el entorno del programa SETI. Para Wright existe otra llamativa posibilidad a tener en cuenta a la hora de entender lo que ocurre en ese remoto lugar, nada menos que se trate de un conjunto o enjambre de megaestructuras artificiales construidas por una civilización alienígena que han sido puestas en órbita alrededor de nuestra estrella. “Quizá esté diseñada para catar energía de la estrella”, apunta Wright, para añadir que “los extraterrestres siempre deben ser la última hipótesis a tener en cuenta, pero es algo que cabría esperar que fuese construido por una civilización extraterrestre” Una forma de despejar las dudas es mirar en detalle esa región en busca también de indicios de vida inteligente, como señales de radio, Eso es lo que pretenden hacer en los próximos meses Boyajian, Wright y su colega Andrew Siemion, director del Centro SETI de Berkeley, quienes se unirán para chequear a nuestra estrella mediante el grupo de radiotelescopios del Very Large Array, en Nuevo Méjico. Pretenden escucharla en detalle para intentar captar alguna señala que revele inteligencia.

Las Esferas de Dyson.

Cuesta imaginar, salvo en el cine de ciencia ficción, estructuras artificiales ubicadas a 1.500 años luz de la Tierra que puedan ser “observadas” por nuestros telescopios. Obras de ingeniería de esa magnitud son inconcebibles, pero una propuesta así no surge de la irracionalidad y ni de la extravagancia de cuatro desorientados. Es planteada desde el ámbito de la ciencia. De hecho, en el improbable caso de que la anomalía de la KIC 8462852 sea consecuencia de actividad alienígena, se ha planteado que esas megaestructuras puedan ser parte de uno de los objetos más asombrosos de cuantos en teoría nos podemos llegar a topar en nuestra exploración del espacio, una Esfera de Dyson. Aunque por el momento su construcción no está ni por asomo al alcance de nuestra ciencia y tecnología, en el plano teórico esencialmente estaríamos hablando de una gigantesca esfera hueca o tubular construida con algún tipo de paneles solares, que rodearía por completo a una estrella permitiendo aprovechar toda su energía. En este caso, lo detectado serían piezas de esa megaestructura en fase de construcción o quien sabe si en declive y deteriorándose tras su abandono. Dicha energía sería debidamente canalizada y conducida hasta el planeta constructor. La formulación de su hipotética existencia se la debemos al físico y matemático inglés Freeman Dyson, actualmente en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, quien en 1960 propuso en un artículo en la revista Science que toda civilización que sobrevive lo suficiente terminará por quedarse sin energía en su planeta de origen. De esa forma, agotados sus recursos para dar respuesta a una demanda energética creciente, se verán abocados a idear una fórmula para aprovechar la energía de sus estrellas, algún tipo de maquinaria que para ser eficiente necesariamente deberá ser gigantesca: la Esfera Dyson. Por definición este tipo de megaestructuras con radios similares al de las órbitas de los planetas son opacas y prácticamente invisibles al ojo humano, en la medida en la que la estrella está “atrapada” en el interior de una construcción que busca captar toda su energía. Por eso los expertos que estudían la anomalía de la estrella KIC 8462852 sostienen que de ser algo así, estaría bastante incompleta. Sin embargo ante el supuesto de una Esfera de Dyson completa, la captación de esa energía solar generaría como consecuencia del calentamiento de su lado interno, una cantidad proporcional de radiación infrarroja que emanaría hacia el exterior, susceptible de ser localizada mediante radiotelescopios ya que brillarían mucho en el infrarrojo medio. La Esfera Dyson, además de cómo un “único cuerpo” sólido, se ha concebido también como un denso “enjambre” de satélites interconectados en órbita estable alrededor de la estrella, una opción que es estimada como mucho más factible por la mayoría de los expertos. Una tercera modalidad sería la de uno o varios anillos en órbita estática. Tanto la segunda como la tercera opción serían bastante compatibles con la anomalía detectada entre las constelaciones de Lira y Cisne. Los astrónomos que son partidarios de la posible existencia de las Esferas de Dyson prefieren no detenerse demasiado en la complejidad que conlleva construir algo así. Es difícil calibrar el tiempo y coste, los problemas de estabilidad y presión que deben resolverse, o el origen de la materia prima, que a falta de otras propuestas debería obtenerse posiblemente de asteroides con órbitas cercanas a la Tierra. Realmente son problemas que en cualquier caso les tocará resolver a otros en el supuesto de que sobrevivamos lo suficiente como para convertirnos en constructores, algo para lo que siendo optimistas se estima que deben faltar unos 500 años.

Pero, ¿qué sabemos hoy de Tabby? Pues más allá de titulares llamativos en los que cada científico o autor asegura haber encontrado la solución, poco sabemos. Bueno, desde 2021 sabemos que no está sola, sino que forma parte de un sistema binario, y  en septiembre de 2023 el radiotelescopio James Webb apuntó hacia ella para obtener datos que fuesen definitivos. ¿Existe ya un análisis de esos datos?

José Gregorio González

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