Las cuevas sagradas de Risco Caído (Barranco Hondo, Gran Canaria) custodian el protocolo cósmico – ritual del ciclo agrícola
Miguel A. Martín González
(profesor, fundador y director de la revista Iruene)
Uno de los tesoros mejor guardados de Gran Canaria se oculta en el interior de una serie de cavidades santuario de montaña. Fueron excavadas artificialmente en lugares altos, en sus paredes se labraron grabados rupestres muy originales con forma de triángulos invertidos, se abrieron huecos o cúpulas y en el suelo se tallaron canales y cazoletas. Toda una simbología cultual donde se realizaban rituales, ofrendas y celebraciones.
Por encima de todos, destacan los espacios sagrados de Risco Caído, El Risco Chapín y Acusa, conformando un triángulo ritual que despliega una estrecha relación entre la astronomía, la observación de la naturaleza y la subsistencia (agricultura), un formato homólogo fundado sobre un principio de reciprocidad y complementario en su manera de entender el mundo. Aquí lo sagrado se manifiesta -se muestra- desde la confluencia de dos dimensiones: la arquitectura en forma de cuevas artificiales excavadas en la roca y la cosmología, acompañadas y reforzadas con los mensajes de los símbolos y las prácticas rituales.
Centrándonos en Risco Caído, el trabajo realizado hasta ahora ha traspasado fronteras con una meta clara que es su declaración como Patrimonio de la Humanidad. Por ello, se ha llevado a cabo una labor de divulgación y difusión con numerosas noticias en prensa, cuatro jornadas con presencia internacional, programa de visitas y uso de tecnologías punteras, focalizada en un haz de luz que penetra en el interior de la cueva 6 y que determina, según los investigadores, un marcador o calendario astronómico. Los “mejores” especialistas en arqueoastronomía han visitado el lugar coincidiendo con lo ya publicado y sin aportar absolutamente nada nuevo. Resulta extraño que ninguno se haya fijado en los sucesos astronómicos visuales en el exterior de las cavidades que resultan ser la respuesta a su emplazamiento.
Esta carencia nos llevó a visitar el exterior de Risco Caído para buscar las claves de su ubicación y significación. Muy pronto nos dimos cuenta que la elección del lugar revela una escrupulosa planificación de la disposición en el paisaje para la observación de los astros que van a determinar y ordenar el ciclo del alimento imprescindible -el cereal- para sobrevivir en aislamiento. De este modo, el vínculo entre agricultura y religión nace por mera necesidad.
Los pueblos de la antigüedad -entre ellos los canarios- se dedicaron, con asombrosa obsesión y precisión, a la observación y el análisis pormenorizado de los astros. Dedicaron bastante tiempo a la contemplación, a la reflexión y a la creatividad en el marco de la onírica y emocional naturaleza que los envuelve y atrapa. El estudio de la astronomía era una pieza vital dentro de sus costumbres y ritos, alcanzando unos conocimientos realmente muy sofisticados. El gran patrimonio de los antiguos canarios eran la tierra que los alimenta y el firmamento que los guía. La observación del cielo era y es un fenómeno universal y sirvió, entre muchas cosas, para extraer leyes matemáticas de periodicidad y repetición, que establecieran la unidad entre la vida y movimiento de los astros.
Cuando se establecen puntos fijos y no existen cavidades naturales, se deben construir artificialmente para ordenar un espacio en base a los ortos u ocasos de los astros más significativos y la topografía asociada. Las circunstancias geográficas van a determinar la forma de experimentar lo sagrado. Las cumbres o espacio superior mantienen la pureza divina al estar más cerca del cielo y de los dioses, dando lugar a un paisaje único polarizado y entrelazado. Acercarnos a la majestuosidad de la montaña es todo un ejercicio de arqueología espiritual.
El asentamiento de Risco Caído está formado por 21 cuevas artificiales, localizadas a unos 935 m s n m en lo alto de un escarpado acantilado que forma un saliente sobre la margen izquierda de Barranco Hondo. No es casual que tres cuevas artificiales situadas en el extremo norte del poblado, las de mayor tamaño y las únicas que no sufrieron alteración alguna con respecto a su forma original, orienten sus entradas hacia el naciente. En las paredes interiores se conservan numerosos grabados en forma de triángulos con el vértice superior invertido, que supuestamente representan triángulos púbicos. En concreto, la cueva 6 tiene unos 30 grabados y la cueva 7 unos 70 grabados, siendo precisamente esta última la que ha pasado más desapercibida.
Los templos que se relacionan directamente con el Sol se encuentran, como norma general, al aire libre; sin embargo, aquellos que se ocultan en las cavidades cerradas se vinculan con la Luna y/o las estrellas. La noche y lo subterráneo se unen ritualmente en diferentes actos cultuales.
En la cueva 6 se construyó una ventana que permite la entrada de un haz de luz en el interior, recorriendo una de las paredes donde se localizan los grabados rupestres. Desde marzo hasta septiembre la luz recorre algunos de los grabados, una minoría, sin determinar nada significativo o diferenciado cuando llega el solsticio de verano. Así mismo, los arqueólogos aseveran que a partir de septiembre la Luna toma el relevo con el mismo azimut que el Sol, lo cual no es cierto. El ciclo lunar es de 18,6 años y la posición de este astro con respecto al Sol varía hasta 10º en cada lunasticio de invierno a lo largo de su ciclo, lo que hace que su posición dentro de la cavidad permute sustancialmente. La tenue luz de la Luna alumbra directamente un mayor número de triángulos invertidos hacia ambos extremos.
¿Cómo se establece el vínculo entre el ciclo agrícola del cereal y el cómputo del tiempo? Los antiguos canarios reconocieron, en la posición de determinadas estrellas y su vínculo con la topografía, una doble señal para ajustar el tiempo e iniciar el cómputo o calendario agrícola. En un buen número de santuarios de montaña (Bentayga, Llanos de Pargana, Morro de Cruz Grande, Santidad, Montaña de Tauro, Inagua, Montaña de Los Hogarzos, Llanos de Gamona, Adlobas, Mogarenes, Casa del Canario y Llanos de Gamona) se puede observar como el asterismo de Las Pléyades se ocultaba por detrás del Teide, al amanecer, en los primeros días de noviembre, justo cuando empiezan las lluvias más copiosas en Canarias. Este acontecimiento astronómico y topográfico marcaba el inicio de las labores del preparado de los terrenos donde se iba a cultivar. Ajustar esta sincronía requería ir construyendo los almogarenes de cumbre cada 100 o 200 años en dirección Sur (Miguel A. Martín, Revista Iruene nº 5, 2013).
Para comprender mejor el componente ritual del complejo troglodita de Risco Caído debemos apelar al contexto, salir al exterior para incluir la montaña y la posición de los astros sobre el horizonte. Los factores posicionales, el sentido y el contenido son elementos vitales para la interpretación. Si nos situamos bajo la pared de Risco Caído, en la entrada de las cavidades sagradas ¿qué podían observar aquellos humanos hace mil o dos mil años? El rastro es muy fácil de seguir y parte del misterio es sencillo de resolver cuando comprendamos que el sentido preciso del mundo subterráneo está fuera, allí donde se manifiesta, frente a las puertas de las cavidades por los Llanos de Palomino, el asterismo de Las Cabrillas (Las Pléyades), la anunciadora del nuevo ciclo de la temporada de las lluvias, vital para un pueblo que sobrevive gracias a la agricultura del cereal. El orto helíaco de las Pléyades se producía el 27 de octubre al oscurecer, se ocultaban a mediados de abril, para volver a brillar en el horizonte marino en el amanecer del 10 de mayo y, frente a Risco Caído, en torno al 23 de mayo, momento de celebrar la maduración del cereal y de iniciar la temporada de la recogida de la cosecha.
Fíjense ahora qué “casualidad” o precisión tan oportuna para los que vigilaban el cielo de Gran Canaria al darse cuenta de una sincronía muy significativa: la aparición de la destacada gigante naranja Arturo -la tercera estrella más brillante del cielo-, al oscurecer durante el equinoccio primavera, coincidiendo con la primera luz en el interior de la cueva 6. Tan solo con percatarse de la presencia de Arturo en el horizonte se podría calcular el día exacto en que la luz empezaría a manifestarse en el interior de la cavidad.
Por otro lado, durante el solsticio de invierno, la luz no entra en la cavidad 6, pero en el exterior el Sol se manifiesta por un punto muy destacado de la orografía cercana, concretamente por la elevación del Llano del Pleito. Esa misma noche la estrella Rigel, perteneciente a la constelación de Orión, aparece por la esquina del Roque del Pino al oscurecer. Importante manifestación cósmica -día y noche- demasiado llamativa como para pasar desapercibida por los antiguos canarios.
Cuando la luz vuelve a mostrarse dentro de la cavidad, Las Cabrillas comenzaban a menguar. Después de unos 25 días oculta, volvían a asomar sobre el horizonte a mediados de mayo, al amanecer, para anunciar la futura cosecha, la abundancia y dar protección al grano.
Por último, hacemos referencia a otra muestra astronómica relevante relacionada con la Luna llena del Lunasticio de Verano menor Sur, saliendo por la máxima cota en la cercanía al Roque del Pino, para consumar el principio y el final de un ciclo largo de 18,6 años en sus calendarios festivo-religiosos.
En definitiva, la fábrica de una cueva para uso religioso alude a la forma de ordenar y organizar el mundo, incluido su sistema de vida. Son lugares elegidos con un sentido práctico desde su óptica de observar, entender, percibir e interpretar el mundo desde el entorno natural (espacio) en armonía con el movimiento de los astros (tiempo). El cosmos influyó con determinación sobre la organización de todos los espacios rituales, sobre su manera de entenderlos y adaptándolos a sus necesidades prácticas y simbólicas.
Más información en la revista Iruene nº 9 (2017)