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El cuerpo de sor María de Jesús volverá a exponerse al público esta semana en La Laguna, para contemplar 287 años de incorruptibilidad corporal.

La Iglesia es extremadamente cautelosa en la actualidad con aquellos a los que eleva a los altares, aunque excepciones las hubo y siempre las seguirá habiendo. El milagro que hace posible que el culto a una persona pretendida santa esté autorizado y reglado debe contar con escrupulosos informes médicos que dictaminen que la curación es inexplicable a la luz de la ciencia. Realmente parecen tomarse muy en serio las cosas. El proceso de beatificación de Sor María de Jesús, La Siervita, que acumula montañas de papeles y muchos años de tramitación, está a la espera de la confirmación de un prodigio que de una vez por todas avale algo que la fe popular ha proclamado hace mucho tiempo, su Santidad y mediación para obtener todo tipo de favores, gracias y protección divina. Desde nuestro punto de vista ese momento clave podría anunciarse en breve, quien sabe sí durante esta misma semana. ¿Una predicción, un vaticinio lotero por nuestra parte? Ni mucho menos, simplemente una deducción que surge atando cabos y tomando en cuenta que los tiempos se están demorando en exceso para cómo van las cosas en la Iglesia actual.

El incómodo “Factor Pargo”

Conseguir alzar a los altares a una persona hoy en día no es fácil. La investigación de su entorno y circunstancias es clave, aunque obviamente el mundo y la sociedad en la que vivió La Siervita a partir de la segunda mitad del siglo XVII no el mismo que el actual. Un gran escollo, o al menos así se lo han tomado durante décadas, fue su vinculación con el corsario Amaro Pargo, del que fue amiga, consejera espiritual y protectora mediante prodigios que han pasado a la biografía de ambos. Pargo fue un gran creyente, que realizó cuantiosas donaciones en ámbitos eclesiásticos y promovió acciones de corte humanitario y social absolutamente elogiables, pero también fue un tipo que no dudó en pasar a cuchillo a quien oponía resistencia en sus asaltos en las rutas al Caribe, o que comerció abiertamente con esclavos. Ambas cuestiones, sin duda, moralmente son incompatibles con los valores que encarna su protectora, aunque el santoral está lleno de santos y santas sobre los que pesa la sospecha o certeza de su crueldad e inmoralidad.  La cuestión es que la necesidad de acelerar el “proceso” de La Siervita motivó que de manera intencionada se “eclipsara” la figura de Amaro Pargo, que se le obviara intentando ocultarlo en el trastero. Por fortuna, para justicia histórica, las tornas han cambiado sustancialmente en los últimos años obligando a los impulsores de la beatificación de Sor María de Jesús, con toda lógica, a conciliar algo que parecía incompatible.

Un “prodigio” inédito

Mucho se ha escrito y mucho se escribirá sobre La Siervita. Cada 15 y 16 de febrero se reproduce el ritual. Miles de personas peregrinan y hacen cola abrazando el perímetro del convento de Santa Catalina de La Laguna, donde se muestra el cuerpo incorrupto de María de León Bello y Delgado. La Siervita fue bautizada con ese nombre tras nacer en el municipio tinerfeño de El Sauzal el 23 de marzo de 1643, falleciendo al poco de “caer en éxtasis” un 15 de febrero de 1731 cuando contaba con 87 años de edad. Desde entonces su cuerpo permanece incorrupto y conservado de una forma que aparentemente raya lo prodigioso, por muy incrédulos que seamos, en especial si tenemos en cuenta las peculiares condiciones ambientales que rodearon al cuerpo durante los primeros años después de la defunción, en nada favorables a su preservación. Estaríamos ante 287 años de una incorruptibilidad a todas luces sobresaliente que, con toda probabilidad, cómo sucede en muchos otros casos, ha podido estar auxiliada en los últimos años con medidas de conservación adicionales reforzarán el proceso natural, como la utilización de ungüentos y ceras protectoras.

La Siervita centró en su vida abundantes hechos tenidos como milagrosos, sucesos que incluyen infinidad de trances místicos, estigmas internos como el padecido en su corazón tras soñar que era atravesada por un dardo, profecías diversas, luminosidad corporal, elevación de la temperatura o por ejemplo un episodio de lo que en parapsicología se conoce como telequinesia. Parece que incluso la religiosa sauzalera protagonizó incluso un episodio de posible levitación descrito por otras monjas. Su vida, como la de muchas religiosas de la época, especialmente aquellas que manifestaban ciertos síntomas de misticismo, estuvo sujeta a intensas privaciones alimenticias y a duras disciplinas físicas que hoy nos resultan incompresibles y bastante difíciles de asumir.

Cada año, durante los días de exhibición del cuerpo en el sarcófago que financió Amaro Pargo, se recogen nuevos testimonios de favores y gracias concedidas, pequeños prodigios que refuerzan su devoción popular pero que no alcanzan para impulsarla a lo más alto de los altares. Quizá en 2018 ocurra lo que muchos anhelan. 375 años desde su nacimiento en una cifra redonda, de esas que gustan a quienes redactan efemérides. Nosotros, para la lista de prodigios, compartimos uno muy singular e inédito que conocimos de labios de sus protagonistas en una de las de misterio que realizamos por La Laguna. La pareja que compartió tan íntima confidencia ante los presentes no es sospechosa de fabulaciones ni se encuentra en la esfera de los creyentes. Años atrás tu hija gravemente enferma había sido prácticamente desahuciada. La desesperación lanzó al padre a la calle, al convento, con una foto de la pequeña para que las monjas le rezaran. Tras algunas peripecias las religiosas lo hicieron tomando contacto la foto con La Siervita. La enferma se recuperó de manera prodigiosa y en su cabello se grabó, quien sabe sí como una señal adicional y palpable del amable portento, un visible mechón blanco.

José Gregorio González

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