ALIMENTOS DEL MÁS ALLÁ
La comida de las hadas, aliens y bigfoots
UN BANQUETE TROYANO. ESE ES EL TÍTULO DE UN LIBRO SORPRENDENTE, INNOVADOR, ENTRETENIDO Y REVELADOR…UNA INVESTIGACIÓN APASIONANTE QUE HAN TENIDO EL ACIERTO DE TRADUCIR AL CASTELLANO LA EDITORIAL DIVERSA. SU AUTOR REALIZA UN ESTUDIO COMPARATIVO DE LEYENDAS, RELATOS Y TESTIMONIOS MODERNOS VINCULADOS A PRESUNTOS ENCUENTROS CON SERES ELEMENTALES, EXTRATERRESTRES Y BIGFOOTS EN LOS QUE ÉSTAS ENTIDADES OFRECEN ALIMENTOS A LOS TESTIGOS.
Joshua Cutchin es músico, experto en literatura y periodista, pero además se ha ganado a pulso las etiquetas de investigador OVNI y folclorista, al menos a tiempo parcial. Él es el autor de Un banquete troyano. Cutchin es lúcido en su discurso y nos propone una aproximación libre de complejos a la conexión que existe, y que documenta ampliamente, entre ciertos aspecto de los encuentros con presuntos extraterrestres, seres elementales y bigfoots. No se trata de que creamos o no en la existencia de tales criaturas, esa no es la cuestión que preocupa a Cutchin en su trabajo. Él parte de un archivo nutrido a lo largo de los siglos por una abrumadora casuística que ha sido considerada real por quienes la han vivido y documentado, y que pone de manifiesto la intervención en diferentes épocas y contextos de algún tipo de inteligencia en apariencia no humana que parece mimetizarse y evolucionar con los tiempos, una inteligencia que ha incorporado a los alimentos y el acto de comer como un ingrediente muy frecuente en la puesta en escena de sus desconcertantes interacciones con los humanos.
“Pocas personas con un interés pasajero por lo inexplicable –explica Cutchin- son conscientes de que la tradición de los sasquatches se entrecruza con los límites de seres elementales y extraterrestres. Aunque sin duda hay muchas evidencias que muestran que este podría ser un homínido de carne y hueso, superviviente quizá de una época remota, no se pueden desechar los cuentos populares acerca del woodwose celta (hombre salvaje celta), ni los informes de entidades parecidas a sasquatches que se ven unidas a cierta actividad ovni”
La investigación de Un banquete troyano se sustenta en el análisis de cerca de 350 casos que proceden del folklore élfico tan popular en culturas como la británica, las tradiciones nativas de culturas como las americanas sobre diferentes tipos de criaturas que habitan sus parajes, y los archivos de encuentros cercanos con OVNIs que maneja la ufología moderna. Ello le permite fijar la atención en las similitudes que presentan cuando se observan en conjunto.
“Las inexplicables mutilaciones de ganado, relacionadas con los ovnis según el pensamiento moderno, también se atribuyeron a los sasquatches o a los seres elementales en tiempos pasados. Algunos celtas y tribus nativo americanas sintieron que los seres elementales y los sasquatches eran las almas de los muertos, y aunque se un hecho que raramente se aborde, en los casos de abducciones también aparecen esporádicamente familiares difuntos. Los seres elementales viven dentro de montículos, los extraterrestres tienen bases subterráneas y los sasquatches viven en cuevas. Tanto los seres elementales como los extraterrestres pueden paralizar a sus víctimas antes de llevárselas, mientras que los investigadores han propuesto el tema de los ultrasonidos de baja frecuencia, cuyo uso se ha observado en depredadores como los tigres, como un posible método usado por el sasquatch para aturdir a sus presas”
No comas jamás lo que te ofrezcan…
Otro aspecto que el autor destaca en la riqueza “taxonómica” que ofrecen estos tres grupos de criaturas a la hora de presentarse. No es necesario ahondar demasiado en ese asunto, ya que quien y quien menos tiene claro que el folklore mágico en el que habitan duendes, hadas, elfos, gnomos, trolls, sílfides, nuberos, etc….es tremendamente rico, así como el aspecto de las criaturas que los testigos ven en el interior de los ovnis o interactuando a su alrededor: pequeños y de grandes cabezas y ojos ovalados, pequeños y cubiertos de pelo, de aspecto robotizados, altos y de facciones nórdicas, insectoides, etc…Y aunque los bigfoots muestran mayor hegemonía en su aspecto, también hay clasificaciones diversas en función principalmente de su tamaño, y en parte de la coloración y comportamiento que muestran. El estudio de unos 350 casos ha permitido a Cutchin determinar algunos datos llamativos, como que hay un mayor número de hombres que de mujeres en estos episodios, y que la comida ofrecida por éstas entidades a los humanos suele ser en un 60% líquidos, especialmente zumo de frutas, seguido de frutas y verduras, productos elaborados con grano, píldoras y en casos muy residuales, carne y queso. Curiosamente estos alimentos, tal y como acertadamente se percató el autor de la investigación, se corresponden con los llamados alimentos satvicos en la tradición ayurvédica, un tipo de alimento fresco, sano y energéticamente equilibrado. En el aspecto y sabor hay mucha variedad, con cierta tendencia a productos blancos o transparentes. La comida parece desempeñar varias funciones en éstas experiencias, ya sea generar olvido como facilitar el contacto inicial a modo de “bálsamo”
Por lo general en el folklore élfico una persona se extravía en el bosque y termina encontrando un lugar, muchas veces una gruta, en la que entra para encontrar un banquete compuesto de atractivos manjares. La comida de las hadas conviene no tomarla, ya que corres el riesgo de quedarte atrapado en su mundo, y de hecho, en estos relatos suele haber alguien que advierte al testigo de que no coma ni beba lo que le ofrecen. En los encuentros con presuntos extraterrestres la ingesta de líquidos o comprimidos puede estar presente también como un medio para generar amnesia –en los antiguos mitos griegos había bebidas generaban olvido-, y no son extrañas la cogida de vías sanguíneas o las intubaciones que recuerdan a la alimentación artificial médica. Finalmente en los episodios con “hombres salvajes” la comida aparece como trueque, intercambio u ofrenda.
La Niña de las Peras
Nuestra tendencia a buscar equivalentes en Canarias a las manifestaciones del misterio que se dan en otros lugares nos brinda, a vuelapluma, al menos un caso concreto, el de la “Niña de las Peras” en el Barranco de Badajoz, en Güímar. Aunque se trata de una “leyenda” apócrifa, que combina ingredientes reales ocurridos en otros lugares ajenos al barranco, con otros elementos directamente importados desde el folklore mágico centroeuropeo en tiempos recientes e hibridados a los primeros, el resultado final apunta en la dirección del libro del que hablamos. El relato actual, que como decimos está bastante adulterado, narra la historia de una niña de pocos años que sube al Barranco de Badajoz en busca de peras. Allí se encuentra con una señora de blanco, una dama de aspecto dulce y bello, que la invita a entrar en una gruta en la que pasa unas horas dialogando y contemplado aquella luminosa morada. Al regresar al pueblo, al barrio de San Juan, el entorno ha cambiado de forma notoria. En su casa hay una anciana, que resulta ser su madre. Han pasado 40 años para el resto del mundo, y apenas unas horas para ella. Las “peras” son el alimento; la dama blanca el hada; la gruta luminosa el mundo élfico; y la distorsión del tiempo una seña de identidad de ese mundo alternativo. También en nuestros relatos sobre brujas aparecen ocasionalmente alimentos, e incluso en aquellos asociados a los seres elementales, de manera que se trata de un territorio del misterio que animamos a los lectores a explorar por su cuenta.
Regresando al libro que nos ocupa es obvio que estamos ante un libro sumamente entretenido que sigue la estela de clásicos como Pasaporte a Magonia de Jacques Vallee, recomendable para todos, pero en especial para aquellos en los que exista abiertamente, o que de un pequeño resquicio rescatable, de interés por estos fenómenos. Máxime sí se han visto sobrepasados por las decepciones y frustrados por la incapacidad para entender la indomable naturaleza que caracteriza estos encuentros. A veces esas situaciones de “frustración” ante el comportamiento caprichoso, evasivo y surrealista de estos fenómenos, lleva a coquetear con el negacionismo o bien desatan directamente el desaire y la risa malsana, que puede llegar a evolucionar a una crítica superficial e irrespetuosa hacia los testigos e investigadores. En ese punto se abandona el interés real por la fenomenología, por ahondar en sus características y causas, por discernir y debatir sobre su objetividad y subjetividad. Un banquete troyano está dirigido a quienes verdaderamente llevan la curiosidad y el ansia de saber en sus genes y no tienen reparos en escuchar y analizar historias tan extravagantes como la de Joe Simonton, quien el 18 de abril de 1961 observó un objeto plateado en Eagle River, Wisconsin, Estados Unidos. Tres hombres de alrededor de metro y medio de estatura estaban en su interior. Uno de ellos le entregó una jarra planteada indicándole que se la llenara de agua, mientras otro parecía preparar tortitas. Finalmente otro de los tripulantes le entregó cuatro de aquellas galletas. Una se la comió y sabía a cartón, otra la conservó y las dos restantes fueron analizadas. Estaban hechas de harina, azúcar y grasa…como nuestras galletas¡
José Gregorio González