Nuestra Canarias más oculta, insólita y misteriosa aglutina en un espacio común, a mitad de camino entre la crónica de sucesos y la historia de nuestros pueblos y sus leyendas, episodios como el acontecido hace medio siglo en Vega de San Mateo, Gran Canaria. Este hermoso trozo de territorio, cuya generosa humedad combina la mar de bien con la fertilidad de su suelo, atesora la vieja y casi olvidada anécdota de un milagro potencial, de un hecho en primera instancia interpretado como prodigioso que generó, en pocas horas, un impacto popular pocas veces visto en la historia reciente de Canarias.
A pesar de nuestro vivo y público interés por cualquier acontecimiento de este tipo tuvimos noticia de tan singular episodio recientemente, lo que refuerza nuestra convicción sobre la abrumadora presencia que el misterio potencial tiene en nuestro devenir histórico, y al mismo tiempo, sobre la facilidad con la que se puede perder la memoria de los mismos. Este aspecto lo verificamos sobre el terreno en San Mateo, donde preguntamos aleatoriamente a una decena de vecinos por el hecho y ninguno de ellos manifestó conocerlo.
El misterioso hecho tuvo lugar el miércoles 26 de agosto 1970 de en la parroquia de San Mateo. Poco antes de las 10:00 de la mañana el párroco Manuel de la Coba se percató de que el rosario de la Virgen de Fátima, devoción llegada al pueblo en 1950 y de gran arraigo popular en toda la zona, presentaba un inusual movimiento, un temblor perfectamente visible y en apariencia inexplicable.
Sorprendido por aquella evidente vibración que mostraba el objeto que pendía de las manos de la escultura mariana, el sacerdote salió al exterior del templo en busca de algún vecino que confirmara su primera impresión, algo que efectivamente hizo el veguero Pedro Martel.
La sensación de sorpresa y curiosidad provocó que aquel segundo testigo comentara de inmediato, a cuántas personas pasaban por el lugar, la rareza que acababa de contemplar, logrando que en pocos minutos se concentraron numerosos vecinos en el templo, a fin de ser también testigos del aparente prodigio.
Decenas de ellos, incluido el entonces alcalde Fermín Santana Gil y el comandante de puesto de la guardia civil, Pedro Almeida, se desplazaron hasta el templo parroquial verificando la anomalía, quedando, tal y como la prensa recogió en su edición del 27 de agosto, ”completamente impresionados”.
A pesar de todo, el sentido común y la prudencia marcaron el abordaje oficial del potencial milagro. Se controlaron puertas y ventanas para evitar corrientes de aire y se detuvo toda la maquinaria que en aquellos momentos estaba en marcha en el pueblo, para descartar vibraciones. También se probó a interrumpir el fluido eléctrico e incluso se colocó un rosario en un candelabro junto a la imagen, a fin de verificar si el segundo objeto también se movía…No sólo no vibró el nuevo rosario, sino que el primero continuó haciéndolo para sorpresa de los presentes.
La repercusión mediática, que llegó a tener primera página en la prensa de la época, alimentó la curiosidad de muchos y la esperanza de otros, registrándose en los días inmediatos auténticas peregrinaciones que llevaron a Vega de San Mateo en su punto álgido a más de 3000 personas. Sólo las fiestas tradicionales, entre ellas precisamente su afamada Misa de los Enfermos dedicada a devoción mariana cada mes de mayo, era capaz de generar tal afluencia de visitantes.
Las crónicas periodísticas, en las que no resulta extraño encontrar cierta acidez que en absoluto parece reñida con el más elegante respeto, describen la llegada de curiosos y fieles, así como de enfermos y personas impedidas en sillas de ruedas. Abarrotando el templo y con las limosnas al alza, unos esperaban contemplar un fenómeno que se resistía a repetirse, mientras que otros, sin duda, imploraban en silencio una mejoría o curación a sus dolencias. Ni lo uno ni lo otro volvió a repetirse -aunque un mes después se volvió a comunicar el fenómeno-, diluyéndose con el paso de las semanas la expectación y las expectativas ante un fenómeno evasivo al que nunca fue posible darle una explicación.
Lo ocurrido en aquel agosto de hace medio siglo apenas es recordado hoy, aunque la devoción a la imagen de Fátima sigue viva en aquellas tierras. En todo caso, ella parece custodiar en silencio el viejo rosario veguero que un día se puso a vibrar…
José Gregorio González