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Una de nuestras máximas más repetidas es la de que Canarias es un territorio del misterio, pero desde la más sincera humildad y pequeñez, no nos duele en prenda reconocer que desde muchísimo ante Canarias es, y seguirá siendo, un territorio de volcanes. Cercanos y sensibles ante los daños y las dolorosas pérdidas que la implacable naturaleza desencadena con algunas de sus manifestaciones, queremos desde esa solidaridad con los afectos compartir una breve aproximación a algunas curiosidades que en nuestras islas conectan a volcanes con supuestos misterios e incluso prodigios.

Esa lectura, a veces sobrenatural, que emerge vertebrando creencias diversas muchas veces desde el desconocimiento, la incertidumbre y la desesperación, ya parece estar presente desde tiempos de los antiguos canarios, toda vez que de acuerdo con las crónicas que nos hablan de los guanches se menciona a Guayota como una entidad maligna que tiene su morada en el Teide, en una suerte de inframundo infernal. Evidentemente la simplicidad de nuestra exposición puede ser matizada abriendo un debate sobre lo cristianizada que puede estar esta información al ser aportada por aquellos primeros cronistas, discutiendo a cerca de las posibles equivalencias que conceptos como el de infierno o maligno podían tener o no entre los guanches. En todo caso, es factible pensar que un impactante y abrasador volcán que destruye todo a su paso se situaba, en la mentalidad de nuestros antiguos que sin duda los contemplaron, en el extremo opuesto de aquello que podían interpretar como una bendición de sus deidades. Cabe aceptar que se generase una mitología específica y algún tipo de ceremonial aplacador. Según me contaba en estos días el historiador, escritor e incansable investigador sobre el pasado benahorita Miguel Ángel Martín, la zona palmera desde la que ha brotado el nuevo volcán, Cumbre Vieja, pertenecía en la mitología de los indígenasawara de La Palma a los dominios de Iruene, nuevamente una deidad perjudicial, oscura, posiblemente con característica similares a las asignadas a Guayota y con un territorio volcánicamente activo. Quizá ahí podamos encontrar inspiración para bautizar al volcán una vez que deje de inquietarnos y causar tantas pérdidas. Martín me ofrecía esta información al preguntarle por los potenciales daños que las coladas volcánicas podrían generar a enclaves o manifestaciones arqueológicas en la zona, un asunto obviamente trivial en estos momentos al ser comparado con el resto de afecciones. Al parecer, la presencia de elementos indígenas es apenas testimonial en la zona,precisamente por la percepción oscura que tenían de ese territorio. Recordemos que en Tenerife los guanches realizaban ofrendas al pie de las coladas de acuerdo con las fuentes escritas, la tradición oral y ciertos hallazgos arqueológicos, tal vez para aplacar la furia de Guayota, una práctica que tal vez compartieron las poblaciones indígenas del resto de islas con volcanismo activo.

El sudor volcánico de San Agustín.

En Canarias tenemos varios ejemplos que conectan volcanes con potenciales prodigios en tiempos más recientes, como es el caso de las sudoraciones de una imagen religiosa en Garachico. Su convento concepcionista, que en estos días llora la reciente partida de su madre y rostro visible Sor Ángeles, atesora una talla no expuesta de San Agustín que alberga una historia de portento ante un volcán. Estamos en deuda con el historiador del arte Manuel Hernandez por habernos facilitado una foto actual de esta pieza en madera de medio metro, que terminó en citado convento tras diversas peripecias propiciadas por la devastadora erupción que en 1706 acabó con el puerto de Garachico. Alejándose del peligro de las lavas de Montaña Trebejo, los agustinos se refugiaron en una casa de la familia Ponte que muy posiblemente pudo ser la Quinta Roja, en las inmediaciones de San Pedro de Daute, mientras que su patrono encontró acomodo en la ermita de la Consolación. La crónica de los hechos la redactó el escribano Pedro Hernandez de Vergara, describiendo como la noche del 27 de mayo de 1706 fue requerido por el padre fray Francisco Melo, secretario de la Provincia agustiniana, para que se trasladara a dicha ermita y levantara acta del sudor advertido por los frailes en la imagen de aquel santo. Allí encontró al rector, fray Carlos Orexón, acompañado de otros religiosos, que le explicó el suceso. El escribano reconoció la imagen y no advirtió nada especial, por lo que la comunidad se retiró a descansar, quedando solamente en la ermita el escribano con el secretario, fray José Francisco, el hermano lego fray Antonio de Jesús, Domingo González, Eusebio Pérez, vecino de Lanzarote, y Juani Dorta, vecino de Icod entre otros”  Siguiendo la transcripción que hacia 1987 hizo de este documento manuscrito el historiador Domingo Martínez de la Peña en un artículo para el Anuario de Estudios Atlánticos sobre la presencia agustina en Garachico, leemos que el escribano se puso a rezar el rosario, y al terminarlo, hacia la una de la madrugada, con ánimo de regresar a su casa, tomó un cirio de los que se hallaban encendidos y lo aproximó nuevamente a San Agustín, advirtió gran cantidad de gotas blancas destilando por el ropaje y por la mano que sostenía la iglesia, lo cual produjo gran admiración en los presentes, que daban gracias a Dios por haberles permitido presenciar aquel milagro. Mediante algodones secaron la imagen, que luego aparecía con el rostro muy transparente y enrojecido. Al toque de la campana había acudido el padre rector, testigo de este sudor, pero no quiso avisar a los restantes frailes para evitar un alborotoComo es comprensible, a ojos de la Fe popular el santo sudó para contener los daños de un volcán que cambió para siempre la historia de Tenerife, al reubicar el polo comercial de la isla.

La predicción de Catalina de San Mateo

Otro potencial prodigio volcánico tiene a Catalina de San Mateo como protagonista, religiosa nacida en abril de 1648 en Santa María de Guía.  Posiblemente fue la primera mística canaria, con una vida llena de singularidades y un rico abanico de fenómenos a su alrededor interpretados por entonces como sobrenaturales. A ella se atribuye, tal como recogen sus biógrafos y el proceso de beatificación que se inició al poco de su muerte en mayo de 1695, una profecía sobre el Volcán de San Antonio, en Fuencaliente, que rompió la tierra en 1677. Ella lo habría pronosticado el 22 de julio de 1676. Al parecer, según refirió la propia monja, Dios no andaba muy contento con las gentes de la isla por su distanciamiento del camino cristiano y las graves culpas que se cometían contra su Divina Grandeza, revelándole a la religiosa su intención de hundirla. La intersección de Catalina, incluyendo rezos y penitencias varias, persuadieron al Todopoderoso para que permutara aquel castigo en un horrible volcán con temblores de tierra para que entendiesen sus havitadores quan ofendido le tenian, y hiciesen penitencia y conociesen que aquellos terremotos, y volcán era aviso y amago de su justicia; tubo entonces inteligencia que esta Ysla era la de la Palma; y seis meses antes fue llevada corporalmente por sus Ángeles a dha Ysla…Contaba la monja que en compañía de varios santos visitó en espíritu los altares de toda la isla, aplacando con ello el enfado celestial, que se quedó en un virulento volcán de advertencia y una profecía de propina.

El Santísimo del Volcán y la Virgen de Tinajo.

Otras mediaciones celestiales frente a los peligros de los volcanes en Canarias son más conocidas, como es el caso del Santísimo del Volcán de Santiago del Teide, conservado en la ermita dedicada a Santiago Apóstol y localizada en el Valle de Arriba. En este caso el enemigo eran las lavas del Chinyero, que comenzó a expulsar fuego el 18 de noviembre de 1909. El miedo a que sepultara el pueblo hizo que sacaran en procesión a una imagen de mucha veneración en el lugar, la del Santísimo Cristo Crucificado conocida como El Señor Del Valle Cuentan que se acercaron con la imagen al río de lava en la zona de Los Baldíos, obrándose el prodigio de detenerse el mismo a menos de veinte metros de la fervorosa comitiva.

Mucho más conocido y determinante para la historia de toda una isla fue el prodigio atribuido a la Virgen de los Dolores en Lanzarote. La intervención divina ocurre en el contexto de las erupciones de 1730-1736, y la más famosa y detallada de las crónicas se la debemos al párroco de Yaiza, Andrés Lorenzo Curbelo. La historia es más que conocida. A principios de abril de 1736 un franciscano recordado como el Padre Guardián organizó una procesión con un cuadro de la Virgen de los Dolores para frenar la furia de fuego, que ya amenazaba con sepultar Tinaco. Al pie de la Montaña de Guiguán prometieron construir una ermita a la citada advocación, clavando una cruz de tea al borde del torrente lávico, colada que conforme a la tradición se detuvo. El milagro se había dado y tras la alegría general, llegó el olvido y la ausencia de la prometida ermita. Años después la Virgen tuvo que recordar el pacto mediante otro prodigio, apareciéndosele con su atuendo enlutado a Juana Rafaela, una niña de nueve años que pastoreaba sus cabras en las inmediaciones de la montaña donde se había hecho la promesa. Al principio no la creyeron, y tras varios intentos, la Virgen tuvo que grabarle su mano en la espalda a la pequeña como prueba del origen divino de las revelaciones de las que era portadora. Fue entonces cuando se disiparon las dudas y se concluyó que ya era hora de cumplir el trato, edificándose el templo prometido y convirtiéndose en patrona de la isla.

Los tiempos han cambiado mucho, sin duda, y hoy sabemos que el volcán y sus coladas pararán conforme a su propia dinámica, que desde la ciencia intentamos entender. A pesar de ello, seguimos compartiendo interrogantes e incertidumbres con las generaciones pasadas, e implorando en silencio que acabe pronto, ya sea con rezos o mediante deseos que irracionalmente anhelamos que cobren vida.

José Gregorio González

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