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Hace ahora 20 años me ocurrió una cosa en Gran Canaria que hasta aquel momento, -y lo cierto es que no se volvió a repetir- no me había sucedido antes. Mi flamante cámara Nikon falló en dos lugares de la isla en los que, para mi desgracia, no tenía que haber fallado. Eran tiempos de carrete y días de revelado, así que tal vez algún lector entienda la situación. Esos dos lugares tenían cosas muy similares. Los negativos aparecían velados en las fotos tomadas en esos dos lugares, estando casi perfectas por no decir óptimas, las fotos tomadas antes y después con los mismos carretes. Es decir, que en dos carretes diferentes se reprodujo el mismo efecto. Esos lugares fueron el almogarén de Bentaiga y el almogarén de Cuatro Puertas. ¿Casualidad? Es evidente que es exactamente eso, casualidad. Sin embargo, para mi fue un guiño, un capricho del azar que me obligó a regresar tiempo después con dos cámaras y asegurarme, revelando los carretes en Gran Canaria, que esta vez me llevaba las fotos y no unas tiras de negativos veladas. Una parte de mi defiende la idea de que esos lugares afectaron al proceso natural de las fotografías, que algo invisible a mis ojos y de lo que yo no fui consciente, actuó sobre la película fastidiándola. Imagino que técnicamente es posible aunque ignoro si puede llegar a ser selectivo con un fragmento del carrete y no con otro. Pero fue precisamente ese hecho, la concreción fortuita del accidente en esos precisos lugares y no en otros, lo que alimenta la posibilidad de que el lugar perturbó el negativo fotográfico. ¿Cómo lo hizo? Ni idea. Tiendo a pensar, como nos ocurre a todos cuando no tenemos terminología ni edificio argumental, en “energías”, en fuerzas invisibles a los ojos, como las de un imán, capaces de actuar sin que seamos capaces de verlas. Sólo vemos sus efectos.

El caso es que estas cosas parecen suceder en los llamados lugares de poder. Ignoro si suceden con mayor frecuencia por esa “energía” o por ser más fotografiados que otros enclaves y por tanto aumentar el porcentaje de errores técnicos. No obstante, años después de aquellas fotos leí varias referencias que asocié a lo ocurrido y que enlacé con el concepto de “lugar de poder”. Lynne McTaggart las recopiló en su recomendable “El Experimento de la Intención“, obra que como “El Campo” y “El Vínculo” son de lectura obligada para quienes quieran estar al día de las fronteras por donde transita la ciencia. Pues bien, ella recupera los experimentos de Graham y Anita Watkins con psíquicos y ratones anestesiados. Le pedían a los psíquicos que intentarán influir mentalmente para lograr que los ratones se despertaran antes que los del grupo de control. En la primera prueba lograron que recuperaran la conciencia cuatro segundos antes, pero al cabo de los siete experimentos los tiempos mejoraron notablemente. Sin embargo, lo que nos interesa aquí fue que descubrieron que bastaba con colocar al animal en el lugar, sin volver a ejercer la acción psíquica, para que ¿su tiempo de reacción mejorara! Es decir, lo lugares quedaban “impregnados” de la energía o intención curativa de los experimentos anteriores.

Un efecto similar fue detectado a partir de 1997 en los laboratorios en los que trabajaba William Tiller, donde comprobó que los resultados de sus experimentos mejoraban por una especie de efecto acumulativo. Primero trabajó con larvas de la mosca de la fruta y después con el ph del agua, ciertas reacciones químicas y hasta la temperatura ambiental. Lo hacía mediante cajas negras que habían sido cargadas energéticamente por meditadores. La historia es muy larga, pero lo cierto es que dichas cajas se mantenían como “baterías” generando efectos ponderables en los laboratorios, en los que eran capaces de alterar inexplicablemente el ambiente.

Finalmente y para no aburrir al lector, el doctor Roger Nelson trabajó sobre lugares sagrados considerados santuarios o espacios donde habían sucedidos cruentas batallas. Como apunta McTaggart, “le intrigaban estos espacio sagrados y quería saber si su propósito especial o incluso alguna cualidad intrínseca del lugar habían “cargado” el espacio con una resonancia energética que pudiese ser captada por un generador de sucesos aleatorios (…) Con su generador de sucesos aleatorios, Nelson detectó indicios altamente significativos de un mayor orden en algunos lugares, como si contuviesen el remanente de un vórtice de energía coherente creado por toda la gente que había rezado o fallecido en ese sitio” 

Es posible que Cuatro Puertas, además de espacio sagrado indiscutible, sea un lugar de poder. Es posible que, bajo ciertas circunstancias y actitudes, pueda ejercer un efecto sobre quienes lo visitan. Y es posible que, dichos efectos, se puedan provocar de manera intencionada. De todo ello hablaremos el próximo 3 de agosto junto a Juan Carlos Saavedra y Fernando Hernández. Más información en info@bilenio.com

 

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